Robert Wilson: Condenados al silencio ( y 6 )

Es ésta, sin duda, una de las novelas negras más completas y mejor ejecutadas - pensad en este término en su acepción musical - que he leído. No sobra ninguna subtrama ni personaje alguno, no sobra ninguna historia y tampoco se ha forzado la trama principal para darle sentido o ajustarla al llegar al final de la obra. Es la novela de un autor que está en su madurez, en ese punto en que lo que piensas y lo que escribes van de la mano, se hacen uno. Con una localización muy precisa - Sevilla, con sus bares, sus calles, su ambiente, su gente -, con unos personajes muy bien caracterizados, Wilson nos lleva al inframundo de los abusos a menores y no se queda en la mínima mostración, en la pantomima del lugar común, sino que indaga y va al fondo de las mentes de los abusadores pero también de los que han sufrido abusos y después pueden convertirse, a su vez, en abusadores. Hay unas páginas inolvidables: un joven cuenta en primera persona cómo fue notando que crecía en él la maldad, cómo la maldad que habían dejado en su cuerpo víctima de abusos iba transformándose y convirtiéndose en otra maldad: la que aspira a escapar del propio cuerpo para ser inoculada en otro y convertir así a la víctima en un nuevo culpable. Es desgarrador, sobrecogedor este pasaje. Vemos cómo queda atrás el niño que sufrió abusos y ahora el adulto que lo reemplaza piensa en ser él quien cometa esos abusos. Pero el dramatismo está servido sin cargar las tintas, sin excesos, sin buscar el asco fácil ni la lágrima fácil, porque Wilson es un escritor que trata las ideas de una manera medida, que escribe una literatura para el corazón para también para la mente, a la que no es tan fácil de engañar. Una segunda escena que se asienta en la memoria: un chico le dice a su padre que el hermano de éste, el tío del chico, abusa de él cuando el padre se va de viaje y lo deja en casa del tío. El padre no le cree y empieza a pegarle y no para hasta que el niño se ve obligado a decir que era una mentira. Supongo que es una escena perfectamente real, que se dará en las vidas de algunos afectados, y es estremecedora también, deja al lector lleno de rabia y de cólera. Como queda claro, son dos escenas arriesgadas, valientes, incisivas, útiles para saber más y no quedarse de brazos cruzados cuando algo pasa cerca. La novela concluye con dos policías medio satisfechos, con un culpable en la cárcel y otros libres, intocables, porque a ciertas personas y ciertas instituciones no hay quien las toque, las mueva ni conmueva. Esto sí es auténtica novela negra, crítica, útil - insisto: denunciar ciertos hechos, ayudar a comprenderlos es útil, ya que ayuda a mejor combatirlos -, actual y escrita con los ojos abiertos: esta novela es todo un ejemplo para lectores y escritores del género.