Robert Wilson: Condenados al silencio ( 5 ): pederastia

La verdad es que uno ya se sorprende poco con lo que lee, pero no he llegado todavía a ese momento- espero que muy lejano - en que sólo me atraigan las relecturas. Pues bien: el libro de Robert Wilson sí me ha sorprendido, sí me ha tenido leyéndolo más tiempo del que esperaba, en estas tardes de sol compañero, en estas noches que tardan en llegar. La novela no es excesiva y tiene el valor de adentrarse en temas que pocos tratan con sensibilidad y, sobre todo, con inteligencia. Evitando los lugares comunes y escribiendo páginas de una hondura psicológica deslumbrante, Wilson trata el tema del abuso de menores - la pedofilia- con una delicadeza y una intensidad fuera de lo común, desde dentro de los personajes que han padecido abusos y temen ser ahora, de adultos, abusadores, algo de lo que no se ha escrito demasiado y a lo que hay que prestar atención, porque para combatir un mal hay que conocerlo desde su origen. Lo que Wilson hace es darnos claves para saber qué lleva a algunos hombres a abusar de los niños, a destruir su inocencia, y además nos informa - de una manera absolutamente literaria, lo que es su mayor acierto, pues estamos hablando de una novela - de qué ha cuajado en ellos que les impide tener la piedad necesaria para no romper vidas de una forma tan miserable, egoísta y sin un castigo quizá nunca suficiente. Porque ¿cómo castigar a aquel que rompe para siempre la vida de otro, que la rompe justo cuando empieza, la emporqueriza y mutila el resto de la existencia de un niño que será siempre un adulto herido, incompleto, manchado, lleno de horror, de temor, de desconfianza? Wilson, insisto, no va por los caminos trillados y, con una literatura de muchísima calidad, escribe sobre uno de los peores males de nuestras sociedades, un mal que crece y necesita que lo estudiemos, lo vayamos parando sin miedo a los fracasos puntuales, mirando en lo más hondo de los seres humanos, que creo que dejan de serlo - o entran en una categoría de seres humanos verdaderamente horrenda y asquerosa - cuando hacen este tipo de mal sólo porque quieren hacerlo, porque desean hacerlo y sentirse impunes. Nuestra sociedad, corrupta y podrida en tantas cosas, necesita luchar y tener fe en erradicar males como éste y libros como el de Wilson son absolutamente necesarios para concienciarnos. Cada vez que se daña a un niño se daña algo irreparable, algo que nadie debería de tener - ni sentir ni creer ni imaginar siquiera - poder para llevarlo a cabo. Cada vez que alguien daña a un niño nos daña a todos, seamos quienes seamos y estemos donde estemos.