"Yo vigilo el camino", de John Frankenheimer: Un mundo sin vencedores ni vencidos.

¡Qué libertad creativa! Increíble resulta pensar que esta película la protagonizase Gregory Peck, hace tantos años, y que su argumento aborde temas como la relación entre un hombre mayor y una joven, el amor deteriorado de la pareja, las actividades de los que destilan ilegalmente alcohol, los celos profesionales, el papel de la mujer en la sociedad con tal libertad creativa, con tal acierto. Hay una escena sobrecogedora: el sheriff - Peck - entra en la casa vieja y derruida de sus padres buscando a su joven y falsa amada y derriba cuanto se halla a su encuentro y lo separa de su ella. Antes, ha gritado su nombre, Alma, y la cámara nos ha mostrado no un primer plano de su cara desncajada, sino un plano de la casa, desde fuera, y su voz se escucha en off. Fankenheimer, que venía del medio televisivo, nos dio esta magnífica película, profunda, a contracorriente, atrevida, valiente, necesaria, que no es cine negro pero tiene dentro un crimen, la infidelidad, un amor loco, un amor interesado, como en las mejores películas del género. El sheriff se hace cómplice del padre de la joven amada y tira un cadáver al río para protegerla, también a la familia de ella, porque su amor está ya por encima incluso de su obligación con la ley. Me pregunto qué habría sido del cine si hubieran seguido produciéndose obras de este tipo, que invitan a sentir y también a pensar, que no muestran a héroes, sino a personas normales y corrientes, en situaciones que ocurren diariamente, aunque a veces se intente ocultarlas. Probablemente seríamos mejores, el arte sería mejor y más útil y no nos tragaríamos tanto bodrio y tanta película nefasta que publicitan - todo lo puedo don dinero, válgame Dios - hasta en los telediarios de las 15,00 horas, aun cuando todos sepamos que están más cerca de la excrecencia que del arte. Cuántos valores caerían, a cuántos conceptos se les daría la vuelta como a un calcetín. Quizá hasta empezaríamos a ver el mundo de otra manera sin vencedores ni vencidos. Perro mundo.