"Tiempos difíciles", de Sara Paretsky ( 4 )

La buena novela negra es hija de su tiempo, habla del tiempo en que se ha escrito y sirve de memoria y, a veces, de denuncia. Paretsky, sabedora de esto, les da la importancia necesaria a los ordenadores, los e-mails, internet, las cámaras de vigilancia, las grabaciones, los aparatos de los detectives - una cámara insertada en un reloj de pulsera -, y lo hace de una manera en que nada chirría, nadie puede decir que abusa o se regodea en sus conocimientos. Como buena novela negra, ésta nos habla del abuso de las grandes empresas y los grandes empresarios cuya principal meta es obligar a desaparecer a las competidoras, empezando por las más pequeñas, un ejemplo más del capitalismo salvaje en que estamos inmersos. Como los detectives clásicos, Warshawski se enfrenta a los poderosos pero no está sola, sino que otros disconformes la ayudan sin pensar sus vidas también corren peligro. Me llama la atención que una de esas ayudas la reciba de un sacerdote, que también está dispuesto a luchar contra los poderosos despiadados. Sabemos que la Iglesia está dividida en dos bandos: los que siguen con pureza el mensaje de Cristo y los que siguen el mensaje alterado y confuso de las altas esferas. El sacerdote confía en su intuición y ayuda a la detective y su papel se convierte en destacado y revelador. También el hijo - despreciado y maltratado psicológicamente por su padre - del poderoso se alinea junto a Warshawski. Y yo me pregunto: ¿son estas las fuerzas morales que quedan en esta sociedad, las fuerzas de resistencia? Los descontentos, los humillados, los ofendidos, los que están al lado de los pobres y de los débiles, como el sacerdote, los apartados de cualquier posibilidad de triunfo, las víctimas. Si es así, qué poco hemos progresado, porque creo que si releyéramos a Dostoievski nos asustaría comprobar que estamos en el mismo sitio, varados en las mismas injusticias y las mismas desigualdades, con algunos poderosos que se exhiben sin rubor, ciegos y sordos a las reivindicaciones de los excluidos; una gran masa que ve cómo su existencia es monótona y gris y sólo tiene el escape y las alegrías de la compra en el supermercado y el triunfo de su equipo de fútbol el domingo; y una clase última y vilipendiada que se encarga de las tareas más duras, peor pagadas, y que no tiene opción ninguna de ascender en la escala social. Ay, amigos, por eso detesto la literatura evasiva, escapista, y a esos autores cuya única obsesión es conseguir que de sus manos salga una obra maestra.