Juan Sendino: "Cuerpo de blasfemia y otros cuentos". Editorial Difácil.

Pocas veces encontramos literatura policial con acertados toques de humor. Un relato de este libro, "Las piernas del sobre", me hace reír. Juega con los tópicos de la intriga y del desvelamiento final, se burla de los escritores que esperan recibir el Gran Premio y, en apenas tres páginas, nos cuenta una historia a la antigua manera, una de esas historias que se pueden contar en voz alta a cualquier oyente. El libro, de la Editorial Difácil, está cuidadosamente acabado y tiene una portada que llama la atención por su colorido y su atrevimiento. Me alegra que haya pequeñas editoriales - ésta es de Valladolid - que cubren con su labor huecos que nunca les preocupan a las grandes editoriales, siempre interesadas en el rendimiento y en los números y que se olvidan del generoso acto de apostar por escritores que empiezan o no son muy conocidos. Espero entrar pronto en la lectura de otro libro de Difácil, "La sombra de una sombra", de Ángel Vallecillo, que pertenece al género policíaco. Este autor ha sido distinguido por su novela "Colapsos" con el Premio Miguel Delibes de Narrativa 2006. Espero que las librerías también sean generosas y les dediquen un espacio interesante a estos editores que acaso aman más la literatura y seguro que arriesgan más que los grandes sellos, con ventas mínimas siempre aseguradas. De pequeñas editoriales han llegado muchas veces obras maestras, amigos.

Henning Mankell: El retorno del profesor de baile ( y 6)

Hay un párrafo revelador, valiente. Una neonazi "... también había sido muy crítica con sus ideas políticas, que le parecían obsoletas. Ella, en cambio, pertenecía a una nueva generación que adaptaba los ideales de supremacía absoluta del más fuerte y la visión sobre los superhombres y los infrahombres a la realidad en la que se desenvolvía. Les habló sobre el poder desnudo e ilimitado y acerca del derecho de la minoría más fuerte a dominar a los débiles y a los pobres, a los que se refería con términos despreciativos, como inútiles, infrahombres, masas pobres, chusma, basura... Describía un mundo en el que era evidente la aniquilación de las personas de los países pobres. Condenaba así a todo el continente africano, con excepción de los contados países en los que imperaba el brazo férreo de un dictador. África era un continente al que había que dejar desangrarse, que no debía recibir el menor apoyo, sino quedar aislado hasta su extinción. " Y son personas convencidas de que sus ideas son las correctas y la sociedad en la que vivimos, a través de sus telediarios y sus cuentas de resultados, vienen a darles la razón. Eso es lo terrible. La herencia del nazismo, del fascismo, aquí y ahora. En eso estoy absolutamente de acuerdo contigo, Mankell, y creo que este párrafo de tu novela es una verdad como un puño, que no vemos, hundidos en el magma de la novedad y la sobrecarga de información, en la indefensión y la indolencia.

Instinto básico 2

Hay películas que uno quiere ver porque desea comparar o simplemente recordar. Que digan de esta película que es inferior a la primera se ha vuelto ya un lugar común: nunca fueron buenas segundas partes. Pero el atractivo está en Sharon Stone, en comprobar que tiene 48 años y es capaz de imantar nuestra mirada. Lo consigue. Se han esforzado el guionista, el director, los productores, los maquilladores, los que iluminan, los que hacen las ropas, los que les dan de comer en los descansos... Es una película servida como un plato especial: bien aderezado para los que ya probaron un plato parecido. Y no hay que dejarse engañar: Sharon Stone nunca fue una diva, una mujer de rompe y rasga como otras con mejores labios, más pecho, mejor silueta y mirada menos fría y más sugerente. No diré otros nombres. Ponedlos vosotros. La película es también fría, artificiosa, tan poco conmovedora como la primera, tan poco creíble como aquélla. Quizá ha empeorado en un aspecto: mira a la taquilla más desesperadamente, con mayor inquietud, con el miedo al fracaso, y se mueve por lo seguro, lo trillado, lo ya visto-pero-ahora-con-la-madura-e-irresistible-Sharon-Stone. ¿Os sorprende? Es una película no de cine negro ni policíaco, sino del subgénero para-mitómanos. Si la veis con esos ojos, os pasaréis un rato fenomenal. Los otros ojos, los que esperan a la Stone en posturas y desnudos, sé que los tendréis preparados, digan-lo-que-digan-y-da-igual-quien-lo-diga. PD: No acabé de verla. Así es la vida.

Henning Mankell: El retorno del profesor de baile ( 5). Nazis, neonazis.

La novela aborda el tema de los nazis. No profundiza ni expone ideas que nos sorprendan, sino que utiliza a unos personajes nazis y los mete de lleno en una trama sugerente para una novela de aventuras y también para una novela negra. Me sorprende ante todo que, por boca de los policías, se tache a los nazis de locos, se quiera llegar a esa conclusión al término de la novela. No creo que los nazis sean unos locos. Los locos están en los manicomios. Negar la inteligencia de aquellos que piensan distinto y que, además cometen barbaridades, sólo es reducir al absurdo lo que debería de ser una ampliación, no una reducción. Esta novela podría valer para saber por qué los nazis piensan como piensan, por qué llegan a desear la muerte de quienes consideran inferiores, y habría resultado muy interesante mostrarlos como a hombres normales, como a personas que son dos personas, ciudadanos corrientes y maquinadores ocultos, con doble personalidad, u oculta personalidad, como los psicópatas. El nazi puedes ser tú o yo, amigo, no seamos tan reduccionistas: no tienen rabo, seis dedos en las manos ni aúllan por las noches como lobos. No son imbéciles ni están ocultos, no son unos tarados, sino unos tipos que creen firmemente en unas ideas y desean ante todo llevarlas a cabo, se fanatizan y dejan que la idea principal domine sus vidas, mueva sus vidas, alimente sus vidas. Han llegado a la conclusión de que ellos y unos pocos más merecen vivir y el resto morir, porque no son los elegidos y no son como ellos: unas ideas que comparten con más gente de la que pensamos en esta sociedad de ególatras seres que se aíslan del dolor y desprecian al semejante si es pobre y su piel es oscura. No, amigos, no: el nazismo no está en el infierno, sino aquí, presente, vivo, entre nosotros, en ciertos partidos políticos que repiten las mismas mentiras cientos de veces, machaconamente, intentando convertirlas en verdades; en el desprecio de las instituciones que no reconocen la igualdad de los ciudadanos, de todos los ciudadanos; en el desprecio al inmigrante pobre que, según piensan con su mente de una sola idea, viene a quitarnos el pan y la paz; en tantos pequeños detalles que convierten nuestra sociedad en un cacería. Esa es la fuerza de las ideas nazis, las que han pervivido, las que no sabemos que llevamos colgadas del hombro y no nos sacudimos. En esta novela hay un grupo de nazis que tienen su sociedad secreta y matan para protegerla: ¿ a qué os suena eso, a qué otros grupos y en qué otros países?

Henning Mankell: El retorno del profesor de baile (4)

Mankell es un buen escritor, pero domina mal las escenas de acción. Es, en ellas, típico y comete el error de los autores que no han crecido con el género, aunque lo practiquen: antes de matar a otro, el malo habla, lo aclara todo, dice que les va a disparar, telegrafía sus próximos actos, los radia, y los buenos escapan en el último momento, por casualidad, pero de esa manera en que sabes que dificílmente les pasará nada, les podía pasar nada. Me sorprende que tales errores se encuentren en esta novela, tan avanzada su serie policíaca, y pienso que quizá lo ha traicionado imaginarse estas escenas ya filmadas, que es como si les facilitase la labor a los guionistas. Le sobran también diálogos a la novela y, sobre todo, esas conversaciones entre policías que dilucidan qué están haciendo bien y qué mal, qué pista seguir, a que sospechosos abordar, porque ya está todo eso contado en otras partes de la novela, en la acción o en los fragmentos dedicados al asesino, cuando seguimos sus pasos y sabemos que ha ido por este o por aquel otro camino y ha dejado esta o aquella pista falsa ( qué manía de traducir falsa pista, dicho sea de paso). Asimismo, la resolución final es ingenua, las explicaciones conseguidas utilizando las pantallas de ordenador que se dejan encendidas es un poco sonrojante y la caracterización de los malos bastante débil, prototítica. Sí, es una novela de calidad pero con un final claramente fallido, más propio de un escritor que empieza que de un veterano.

Henning Mankell: El retorno del profesor de baile ( 3 ) : La traducción

He tardado en decidirme, porque criticar ciertas cosas me cuesta y hasta me duele, pero al llegar a la página 318 de este libro no he podido aguantarlo más. La traducción encalla la lectura y degrada esta novela valiente y de buena calidad. Los descuidos en la puntuación - o el estilo de la traductora, no sé bien a quién achacárselo -, si eres de los que lees con atención y no al trote, acaban por detenerte en seco. Valgan estos ejemplos: "Después, el helicóptero levantó el vuelo ": sobra la coma (pág. 317). Cinco líneas después: " Después, emprendieron la búsqueda". Sobra la coma. En la página siguiente, la 318, pero sólo cinco líneas más tarde: ""después, la proximidad de la noche hizo el resto". Sobra la coma, sobra tanto después. En el siguiente párrafo y en el inicio del que le sigue cuento tres "al principio", dos seguidos de coma y uno seguido del verbo, de una manera que parece aleatoria. "Entonces la llamaría. Hasta entonces se quedaría allí..." (pág. 330 ). Son ejemplos que, insisto, me entristece tener que transcribir aquí pero que no me cabe duda alguna de que convierten este buen producto en otro de inferior calidad, colocan esta novela a la triste altura a la que muchos críticos quieren ver siempre a nuestro amado género. Lo siento: no podía callármelo.

El asesino del calendario

Protagonizada por Kevin Klein, Susan Sarandon, Mary Elizabeth Mastrantonio, Harvey Keitel, Danny Aiello y Rod Steiger. No es como para quejarse del elenco, ¿verdad? No es una película de cine negro, pero nos sirve para ver cómo ha evolucionado el género de asesinos en serie. En esta película hay uno y hay varios polícías: uno que parece un aficionado, un profesional y uno al que le preocupa más su imagen que cualquier otra cosa, pues es el jefe y ocupa el puesto designado a dedo. Éste es la voz de su amo, el alcalde de la ciudad. Qué sana crítica encuentra uno en estas películas y qué buen humor saben ponerle, como en un guiso, al guión. El malo mata siguiendo unas pautas que se rigen por el calendario y por la música. El bueno es listo, muy listo, pero resuelve el caso sin contar con ayuda oficial, pues es uno de esos listos que están al borde del sistema - no fuera, eh, no nos engañemos - y sólo puede contar con la ayuda de sus amigos, también descontentos con las versiones oficiales. No estoy muy seguro de que la conclusión - mataba porque era un Don Nadie - me convenza mucho, ya que es raro oír esas palabras en boca de un antisistema como el policía encarnado por Kevin Kline - o simplemente en las afueras del sistema-. No es una gran obra, no es memorable, pero sí curiosa: anticipa la figura de ciertos detectives y de ciertos asesinos que aparecen en otras películas y series con desigual fortuna, con desigual humor, porque buen humor, la verdad, hay poco, amigos.

Henning Mankell: "El retorno del profesor de baile" ( 2 )

¿Puede un asesino perdonar a su víctima, a la que ha matado por odio, una vez que ya ha consumado el asesinato? ¿Puede ponerle una vela, alzar un vaso y brindar por ella? Quizá no es tan descabellado pensar que sí. Durante años arrastras contigo tu dolor y tu rabia, buscas a quien las engendró en ti. Y una vez que lo matas, la rabia fluye y el odio fluye, como de una herida abierta, como la sangre, fluyen. Salen de ti y tú te dices que no eres malo, que no eres violento, que el odio te convirtió en otro y, una vez que le has dado salida, vuelves a ser una persona normal, un hombre sin odio y que no lleva dentro de sí un deseo de violencia. Mankell nos hace pensar en estas cuestiones mostrándonos los pensamientos de sus personajes y creando de paso la que - hasta el momento- creo que es su mejor novela, la más completa, la que ofrece una atmósfera más conseguida y, sobre todo, la que logra que nos interesemos más y de manera más profunda por los personajes, la clave de toda novela.

"Crímenes contados. Antología del relato negro español". Fernando Martínez Laínez.

La selección de autores y el prólogo le ha correspondido a Fernando Martínez Laínez. Ha apostado por algunos autores jóvenes pero, ante todo, ha basado el libro en los pesos pesados de la literatura negra española, con mucho acierto. El prólogo es ejemplar: en algo más de diez páginas, Martínez Laínez nos cuenta qué es la novela negra española, de dónde viene y acompañada de quién. Como sólo un implicado inteligente y con capacidad de síntesis puede hacer, logra resumir las motivaciones, las derivaciones y las evoluciones que, desde los años ochenta del pasado siglo, han acontecido dentro de nuestro querido género. Enumera a los investigadores que han marcado el paso de estos años, nos habla de la desconfianza del escribidor español a la hora de elegir como personaje protagonista a un policía, de la violencia y las lacras que oculta nuestra sociedad y posibilitan la creación de novelas memorables. Afirma que "El detective ha pasado a ser un antihéore que choca con las barreras impuestas por el sistema", o que "El egocentrismo radical, signo de los tiempos, refleja una época turbia, confusa, hecha con materiales de derribo, en la que se impone el cinismo, y la indecisión alterna con la sensación de estar de vuelta de todo antes de haber emprendido realmente nada". El libro está editado por Menoscuarto. Os lo recomiendo vivamente.

Henning Mankell: "El retorno del profesor de baile". Sueños íntimos, que no se han cumplido.

Es un maestro Mankell en situar al lector. Una introducción, un personaje que es asesinado, un pasado, posibles motivos. Con su estilo frío, sin caídas en sentimentalismos de ningún tipo, nos acerca a los personajes de manera un tanto distanciada pero los vemos con nitidez y se nos vuelven próximos, creíbles. En esta novela entra en el interior de los personajes y nos muestra sus miedos, sus recelos, y nos lo comunica con su manera objetiva y sin excesos. Sé que este tono es propio de la novela negra pero quiero dejar constancia de que en esta novela Mankell da un paso más, entra un poco más en la mente - qué mal suena esto: en las emociones, en la vida íntima, llamadlo como queráis - de sus criaturas y nos engancha un poco más, pues al dar detalles como el de la afición del policía al fútbol y, a sus treinta y siete años, de sus sueños aún vivos - aunque sea sólo en la imaginación - de ser futbolista profesional en un equipo italiano, nos ayuda a identificarnos con él, a soñar también nosotros, a mirar nuestros propios y secretos sueños durante un instante en que una sonrisa se fija a nuestra cara. Podemos ser unos ingenuos, no haber crecido del todo para ser completamente adultos, pero qué más da. Pensadlo. ¿Cuál es vuestro sueño secreto, ése que os acompaña desde niños y al que aún no habéis renunciado, pese a ser imposible? Yo, lo confieso, aún sueño algunos noches, como el policía de Mankell, con partidos en los que nunca participaré.

Inspector Tibbs contra la Organización

Ver una película como ésta es un ejercicio nostálgico: su estética ý su música, Sidney Poitier como policía, una organización dedicada a la droga y unos perjudicados por el sistema que no confían en la policía y luchan por su cuenta contra la Organización. La película tiene como mayor interés su realismo, su final desencantado y la crítica dura contra las organizaciones no delictivas, las que han de velar por los ciudadados y se alían contra éstos en favor de los delincuentes de altos vuelos. Hay escenas de acción que no están mal llevadas y alguna persecución destacable, pocos excesos y unas interpretaciones correctas o más que correctas. Uno de los secundarios es Raul Julia y otro es Daniel J. Travanti, el Furillo de "Canción triste de Hill Street". La comparas con la media de lo actual y sale ganando. Y en su intento de denuncia no ha caducado, ni mucho menos: todo se tapa, se mata al débil, sigue la función con otros peones. Ah, y Tibbs tiene diálogos con sus hijo sobre el sexo, le acompaña a una conferencia y luego se entera de que al hijo le interesan poco las conferencias y más las fotos de mujeres en las revistas. Merece la pena porque aunque algunos la consideren pasada y superada, yo creo que aún puede recordarnos obviedades que la vida cotidiana nos hace olvidar, el marasmo de una sociedad - la actual - en la que lo lógico y lo evidente quedan sepultados detrás y debajo de tantos anuncios y tantas imágenes e historias pensadas para el consumo inmediato y que nacen con la fecha de caducidad adjunta.

"El amigo americano", de Wim Wenders

La película tiene imágenes fijas - que duran uno o dos segundos - inolvidables, no en vano Wim Wenders es también fotógrafo. Hay unos colores rojos que imantan la mirada y dotan de un contraste algunas imágenes con fondos azules verdaderamente impactantes. Pero lo mejor de esta película, basada en una novela de Patricia Highsmith, es la toma de decisiones morales del personaje principal y sus implicaciones. Conocedor de que va a morir pronto, no duda en matar para ganar dinero y dejárselo a su mujer y su hijo. Primero en unas escaleras del metro y más tarde en un tren, el hombre normal muta en asesino sin que el peso de la culpa lo destruya. Y cuanto más mata, menos le cuesta, acaso porque el hombre que está cerca de su propia muerte deja de temerle a todo, a la vida y a la muerte también, a los hombres y a lo que estos representan, aunque sean poderosos y puedan dañarle. La interpretación de Bruno Ganz es sencillamente prodigiosa: encarna a ese hombre normal, anónimo sin ningún gesto de más, sin estropear su actuación con tics ni excesos de ninguna clase, como si no actuara. Por otro lado, Ripley, el catalizador de la historia, es un personaje más complejo aún, capaz de gestos cómicos tras matar, apesadumbrado por llevar demasiado lejos una venganza, cómplice de su víctima, a la que ayuda cuando está en el tren y tiene que matar para ganar más dinero. En definitiva, una película de muchas estrellas, que no ha perdido nada, sino que ha ganado con el paso del tiempo: lo silencios, esos momentos en que no se habla y la acción lenta y parsimoniosa lo dice y lo demuestra, suponen una lección de cómo filmar y hacer buen cine.

"El hombre del tren", de Patrice Leconte

Hay películas que se convierten en clasicos instantáneamente. Ésta es una de ellas. Y aunque parezca que no tiene que ver con el cine negro, vamos a desmentirlo de inmediato: es la historia de un burgués solitario, dueño de una casa grande y decadente, y de un ladrón de bancos. Se encuentran y el primero accede a dejarle que viva en su casa unos días. Son dos personajes en situaciones delicadas: uno va a atracar un banco y el otro tiene que pasar por el quirófano porque tiene problemas de corazón. En los días que faltan para que llegue el sábado, cuando cada uno tendrá que afrontar separadamente su suerte, se establece entre ellos una relación de amistad y de sincera y sana envidia: les habría gustado ser el otro, al burgués convertirse en un hombre de acción y al atracador en un burgués. Son acaso las dos caras de una misma moneda: el entendimiento entre ellos lo confirma, la comunicación profunda que llegan a tener lo atestigua. Todo transcurre despacio: el atracador le enseña a disparar y el burgués el regala unas zapatillas de estar en casa, contemplan las estrellas desde el mirador, el atracador le insta a ser sincero y decir lo que de verdad siente, y da ejemplo delante de la mujer a la que el burgués ama. Hasta aquí no hay acción, no hay tiroteos, pero si tan sólo cambiáramos el final y lo situáramos al principio, no nos asaltaría ninguna duda, pensaríamos que estamos ante un flashback y veríamos la película con la mente puesta en desentrañar claves sobre por qué se producen las situaciones violentas, la soledad, el abandono, la frustración, los roles sociales, la incomunicación, temas que podrían ser los que tratara una novela negra, una película de cine negro. "El hombre del tren" es un clásico instantáneo porque cuando acabas de verla deseas volver al principio y porque la atmósfera de la película te acompaña como una presencia sólida al salir del cine o al apagar el televisor. La interpretación de Jean Rochefort como el burgués desencantado y la de Johnny Hallyday como el atracador me parecen sencillamente magistrales, así como las escenas en que el burgués está en el hospital y en que el atracador realiza el robo en el banco. No os la perdáis.

Ross Macdonald y John Connolly



Me entristece que no se reediten los libros de Ross Macdonald, a quien considero el mejor escritor de novela negra. Afortunadamente, su influencia sigue viva. En "El País" de hoy - suplemento Babelia - aparece una crítica dedicada a la novela "El camino blanco", de John Connolly, firmada por Rodrigo Fresán, que asegura que Connolly " propone un intenso drama racial y lanza guiños cómplices a los policiales con ´gente poderosa ´de Ross Macdonald". El libro está editado por Tusquets. Habrá que leerlo.

"Tiempos difíciles", de Sara Paretsky ( 4 )

La buena novela negra es hija de su tiempo, habla del tiempo en que se ha escrito y sirve de memoria y, a veces, de denuncia. Paretsky, sabedora de esto, les da la importancia necesaria a los ordenadores, los e-mails, internet, las cámaras de vigilancia, las grabaciones, los aparatos de los detectives - una cámara insertada en un reloj de pulsera -, y lo hace de una manera en que nada chirría, nadie puede decir que abusa o se regodea en sus conocimientos. Como buena novela negra, ésta nos habla del abuso de las grandes empresas y los grandes empresarios cuya principal meta es obligar a desaparecer a las competidoras, empezando por las más pequeñas, un ejemplo más del capitalismo salvaje en que estamos inmersos. Como los detectives clásicos, Warshawski se enfrenta a los poderosos pero no está sola, sino que otros disconformes la ayudan sin pensar sus vidas también corren peligro. Me llama la atención que una de esas ayudas la reciba de un sacerdote, que también está dispuesto a luchar contra los poderosos despiadados. Sabemos que la Iglesia está dividida en dos bandos: los que siguen con pureza el mensaje de Cristo y los que siguen el mensaje alterado y confuso de las altas esferas. El sacerdote confía en su intuición y ayuda a la detective y su papel se convierte en destacado y revelador. También el hijo - despreciado y maltratado psicológicamente por su padre - del poderoso se alinea junto a Warshawski. Y yo me pregunto: ¿son estas las fuerzas morales que quedan en esta sociedad, las fuerzas de resistencia? Los descontentos, los humillados, los ofendidos, los que están al lado de los pobres y de los débiles, como el sacerdote, los apartados de cualquier posibilidad de triunfo, las víctimas. Si es así, qué poco hemos progresado, porque creo que si releyéramos a Dostoievski nos asustaría comprobar que estamos en el mismo sitio, varados en las mismas injusticias y las mismas desigualdades, con algunos poderosos que se exhiben sin rubor, ciegos y sordos a las reivindicaciones de los excluidos; una gran masa que ve cómo su existencia es monótona y gris y sólo tiene el escape y las alegrías de la compra en el supermercado y el triunfo de su equipo de fútbol el domingo; y una clase última y vilipendiada que se encarga de las tareas más duras, peor pagadas, y que no tiene opción ninguna de ascender en la escala social. Ay, amigos, por eso detesto la literatura evasiva, escapista, y a esos autores cuya única obsesión es conseguir que de sus manos salga una obra maestra.

"Tiempos difíciles", de Sara Paretsky ( 3 )

Esta es verdaderamente una novela negra. Hay capítulos que cuesta leer: los de la cárcel, cuando Warshawski experimenta en su propia piel los abusos cometidos por los carceleros, que incluyen golpes, violaciones y otas variedades de tortura. El lector desea acabar de leer esa parte y que nuestra detective salga de la cárcel, escape de ese lugar ignominioso, porque, aunque la novela esta contada desde un punto de vista realista y nada morboso ni excesivo, encajar las salvajadas que acontecen en ese sitio degradante no es nada fácil ( Cómo será estar dentro y sentirlas en ti, me pregunto yo mientras leo). El deseo de denunciar esos abusos, esos excesos de poder llevan a Paretsky a dedicarle un buen número de páginas que están escritas con un pulso admirable y un afán de sinceridad y valentía que no se quedan atrás. Dicen que Warshawski es la detective heredera de los clásicos y no soy yo quién para llevarles la contraria a los que tal cosa afirman. Esta historia da que pensar y sirve para reflexionar sobre los abusos de las grandes empresas y nos vuelve a recordar que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Y nos hace inolvidable a esta pequeña y quijotesca estadounidense que no se deja vencer aunque los molinos son cada vez más grandes - ¿ o son gigantes ? - y nos ofrece un ejemplo en el que creer y seguir, le devuelve vigor y vigencia a una época de ideas flojas, mentes vencidas y comprometidos descomprometidos con su ejemplo de luchadora que no se detiene ante nada y que descubre que no está sola, que otros están con ella y la ayudan a continuar. Su ejemplo es éste: haz lo que tengas que tengas que hacer, lucha contra los gigantes y no pienses en vencer o morir: piensa sólo en seguir luchando.

"Tiempos difíciles; de Sara Paretsky ( 2 )

En estos tiempos difíciles en que las evidencias ya no queman y se han olvidado las luchas por asuntos que merecían la pena y eran importantes, en que las prioridades están olvidadas y el hipercapitalismo lo deglute todo, son cada vez más necesarias novelas como ésta y novelistas como Sara Paretsky. Vais a leer unas líneas de la novela, escrita en 1999, que se desarrolla en el país más avanzado del mundo. A Warshawski la han detenido injustamente y la llevan a la cárcel.
Leed: " Estaba hecha polvo, mareada, me dolían los hombros, pero no podía dormir. Me aterrorizaba estar encerrada en un sitio a merced de los caprichos de hombres y mujeres vestidos de uniforme. Me pasé toda la noche con un ojo abierto, rígida en aquel colchón tan estrecho y escuchando los gritos y las plegarias que se oían en el pasillo. Soy fuerte y he peleado muchas veces en la calle, pero el sufrimiento y la locura que veía allí me estaban llevando a la histeria generalizada. Como los postes que pasan a toda velocidad cuando vas en tren y sólo se apartan en el último momento y ya crees que van a chocar contra ti. Me dormía a ratos, pero de repente se oía el portazo de una celda, el grito o el llanto de una mujer, o mi compañera que hablaba en sueños, y me despertaba sobresaltada otra vez. Cuando me tranquilicé un poco ya eran las cinco y vino un guardia a despertarnos para hacer el primer recuento del día e ir a desayunar. " Estremecedor. Habrá quienes duden de la vigencia y la importancia de la novela negra comprometida, claro, como habrá quienes aún - son parte interesada - sigan negando la realidad, la ajena a ellos, la de los que sufren, la de los que padecen. Nunca me han gustado los chistes ni las bromas sobre presos y cárceles, nunca he sumado mi voz a esas voces que dicen que los presos llevan una vida inmejorable. Después de leer a Sara Paretsky seguiré sin hacer chistes, sin sumar mi voz a esas voces irresponsables.

"Tiempos difíciles", de Sara Paretsky

Remiso siempre a aceptar el humor de los detectives narradores en primera persona que investigan casos en que la gente muere, es apaleada, asesinada, Marlowe y sus bromas distanciadoras, en según qué novelas, me han obligado a tener una valoración un tanto irregular del ciclo que le dedicó Raymond Chandler. Me ha costado entrar en "Tiempos difíciles" por el mismo motivo: una detective polaca que tiene dos perros, un humor muy, muy actual, que titula los capítulos con frases claramente humorísticas. Pero la novela tiene ventajas: Warshawski es una detective de izquierdas, con un pasado de barrio obrero, y sus observaciones de la vida se atienen a esa visión, lo que, al ser algo expuesto delieberadamente, nos permite seguirla con una mirada ya definida, con unas tendencias claras: por ejemplo, se niega a llevar un caso y fastidiar al dueño de una fábrica y se dice que por qué ha de favorecer a una gran empresa que utiliza mano de obra esclavizada en Borneo u Honduras en detrimento de una pequeña empresa local que da sueldos dignos a sus trabajadores. También el propio caso que lleva es más complejo y está mostrado desde un punto de vista más abierto y realista de lo habitual: una noche, en su coche, por poco atropella a una mujer, ya muerta y cuyo cadáver desaparece pero empieza a crearle problemas, porque las autoridades quieren echarle la culpa del atropello y la muerte de la mujer. A partir de ahí, los intereses creados, los intereses ocultos, los magnates y los periodistas de investigación empiezan a desfilar - de una forma muy diferente a la que emplea P.D. James, ejemplo de autora de novelas que desde el principio presenta el hecho delictivo y delimitan claramente a los sospechosos, convirtiendo el trabajo en algo así como un tablero de ajedrez, con fichas blancas y amigas y negras y enemigas de las que estudiar cada uno de sus movimientos en el tablero - por delante de nuestra detective, de carácter indómito y con criterio propio en todos y cada uno de sus pasos.

"Yo vigilo el camino", de John Frankenheimer: Un mundo sin vencedores ni vencidos.

¡Qué libertad creativa! Increíble resulta pensar que esta película la protagonizase Gregory Peck, hace tantos años, y que su argumento aborde temas como la relación entre un hombre mayor y una joven, el amor deteriorado de la pareja, las actividades de los que destilan ilegalmente alcohol, los celos profesionales, el papel de la mujer en la sociedad con tal libertad creativa, con tal acierto. Hay una escena sobrecogedora: el sheriff - Peck - entra en la casa vieja y derruida de sus padres buscando a su joven y falsa amada y derriba cuanto se halla a su encuentro y lo separa de su ella. Antes, ha gritado su nombre, Alma, y la cámara nos ha mostrado no un primer plano de su cara desncajada, sino un plano de la casa, desde fuera, y su voz se escucha en off. Fankenheimer, que venía del medio televisivo, nos dio esta magnífica película, profunda, a contracorriente, atrevida, valiente, necesaria, que no es cine negro pero tiene dentro un crimen, la infidelidad, un amor loco, un amor interesado, como en las mejores películas del género. El sheriff se hace cómplice del padre de la joven amada y tira un cadáver al río para protegerla, también a la familia de ella, porque su amor está ya por encima incluso de su obligación con la ley. Me pregunto qué habría sido del cine si hubieran seguido produciéndose obras de este tipo, que invitan a sentir y también a pensar, que no muestran a héroes, sino a personas normales y corrientes, en situaciones que ocurren diariamente, aunque a veces se intente ocultarlas. Probablemente seríamos mejores, el arte sería mejor y más útil y no nos tragaríamos tanto bodrio y tanta película nefasta que publicitan - todo lo puedo don dinero, válgame Dios - hasta en los telediarios de las 15,00 horas, aun cuando todos sepamos que están más cerca de la excrecencia que del arte. Cuántos valores caerían, a cuántos conceptos se les daría la vuelta como a un calcetín. Quizá hasta empezaríamos a ver el mundo de otra manera sin vencedores ni vencidos. Perro mundo.

Tráfico humano

Después de los negocios de las armas y de las drogas, el negocio más rentable es el del tráfico humano. Así concluye esta serie que pudo verse en televisión hace unos meses. Dividida en dos capítulos, el primero está dedicado a mostrar cómo captan a las víctimas los traficantes de seres humanos y el segundo a cómo se desmantela una organización. Son valientes los que han producido y protagonizado esta serie, porque se echan - en la alocución final de la policía protagonista- las culpas primero a ellos, los estadounidenses, el primer país en la demanda. La serie - o película larga - adolece de los defectos que podemos presuponerle a una producción para televisión, pero los compensa con la valentía reseñada y con otras que le hacen pensar a uno si el futuro del cine crítico, combativo, no estará en la televisión, donde ya sabemos que se hacen concesiones muy claras, pero es también donde últimamente veo más tramas que abordan la actualidad, donde se atreven los guionistas con asuntos que requieren compromiso y sirven de denuncia, algo que raramente se da ya en el cine, quizá porque la mayor parte de los espectadores son adolescentes. Hay escenas muy duras - mi mujer soñó el día que vimos la primera parte con una sobrina suya y con que intentaban raptarla dos integrantes de una de estas mafias -, de las que ves apretando los dientes, pero su inclusión es necesaria para aportar realismo y aumentar el grado de denuncia. Lo que más se me ha quedado a mí es la escena en que detienen a un médico estadounidense en un burdel en que las prostitutas son niñas de diez o doce años, forzadas, vejadas, tratadas como animales. Y es que esta prostitución está destinada en parte a las clases altas, las pudientes, que se decía antes, porque sólo los ricos pueden pagar por hacer lo que les viene en gana y con quien les viene en gana y, además, el silencio, la complicidad de quienes se prestan a colaborar en tareas que a cualquier ser humano deberían de repugnarle.

Una historia de violencia, de David Cronenberg

Admiro la inteligencia. El que se atreve a pensar arriesga. Admiro la inteligencia del creador auténtico, del que arriesga con su arte. Cronenberg no es un director conformista, que insiste en sus logros, sino un artista que se arriesga y se atreve a volver la mirada hacia mundos narrativos que aparentemente le son ajenos, poco próximos. "Una historia de violencia" está contada con la típica frialdad de este director, con el distanciamiento con que aborda sus narraciones cinematográficas. Hay una violencia en ella necesaria para lo que se cuenta y sin nada gratuito, que nada tiene que ver con el universo Tarantino, aunque alguno se equivocará y creerá que sin éste la película no sería la misma. Para desmentirlo sólo hay que conocer otras películas de Cronenberg. Hay una escena en la escalera entre el marido de doble identidad y la esposa sorprendida que remite al mundo de Crash - que dirigió nuestro director en 1996 -. Pero creo que en esta meditación sobre la violencia lo más destacable es el falso final feliz, porque es tan abierto que cabe pensar que se trata de dos finales en uno: el normal, el esperado, el que nos deja tranquilos con la vuelta del héroe malo al hogar y el otro, el profundo, el crítico, el que nos dice que vuelve nuestro malo, al que perdonamos porque es malo pero es nuestro malo y vuelve con nosotros y nos quiere y le queremos. En ese regreso al hogar del asesino despiado hay algo que nos corroe y nos deja fríos, nos deja helados, y en nuestra mente se crea un enredo si a continuación nos hacemos preguntas - es lo que pretende Cronenberg - y tratamos de enjuiciar al personaje desde un punto de vista moral, pongamos por caso. Hacen barbaridades por ahí, destrozan vidas, pero vuelven a casa y son nuestros hijos y maridos, decían las madres y esposas de los soldados estadounidenses después de una guerra lejos de su país. ¿Es eso, es una de las ideas que están detrás de esta película tan cortante como el filo de una navaja? Soldados estadounidenses, de cualquier nacionalidad, y unas madres, unas esposas, unos hijos que esperan y luego desean sólo poder vivir y olvidar al lado de los que se fueron y lograron volver. "Una historia de violencia" es una sacudida y un vaso de agua fría del que no todos se atreverán a beber.

"El comisario Maigret", de Jean Delannoy

Una película intensa, que a pesar de haber sido realizada hace casi 50 años creo que ha envejecido venciendo al tiempo, aliándose con él. Ya sabemos que en las películas policíacas el paso del tiempo es como un ciclón que arrasa, destroza. Conforme se producen adelantos técnicos y también en investigación policial, al revisar las películas de décadas anteriores la sensación es de derrumbamiento: nada ha quedado en pie de la obra. Pero en las películas y las novelas en que prima la indagación psicológica el desgaste es menor, incluso puede que no se produzca. Eso pasa con esta primera adaptación cinematográfica del Maigret de Simenon. Tenemos pronto al asesino y de lo que se trata es de saber por qué ha matado, qué lo ha llevado a matar a varias mujeres si aparentemente se trata de un hombre amable, incluso un poco aniñado. La labor de Maigret es ésa: conseguir que salga el asesino fuera, que el hombre/niño lo expulse y lo exponga a la luz para que comprendamos qué le impulsó a matar. La segunda parte de la película está dedicada al acoso de Maigret, sus interrogatorios una vez que sabe quién lo ha hecho y necesita encontrar las razones. Son escenas que tantas veces hemos visto después en el cine, en la televisión-el policía que utiliza los métodos a su alcance para que el acusado "cante"-,pero que en pocas ocasiones hemos visto servidas con tal intensidad, con tal pulso narrativo y humano: no hay aquí bofetadas, no hay violencia física, sino la paciencia, el convencimiento del viejo comisario que sabe que sólo es cuestión de tiempo, que cuando pulse las teclas adecuadas conseguirá que el resorte se ponga en marcha y el hombre/niño deje que se abra un resquicio por el que saldrá su oscuro habitante, el asesino de mujeres. La explicación es convincente - la sobreprotección de la madre y de la esposa - y el final, cuando una de ellas tiene que confesar que ha matado para seguir protegiendo al hombre/niño, demuestra un conocimiento del alma humana que pocos escritores, aparte de Simenon, pueden haber llegado a poseer jamás.

Robert Wilson: Condenados al silencio ( y 6 )

Es ésta, sin duda, una de las novelas negras más completas y mejor ejecutadas - pensad en este término en su acepción musical - que he leído. No sobra ninguna subtrama ni personaje alguno, no sobra ninguna historia y tampoco se ha forzado la trama principal para darle sentido o ajustarla al llegar al final de la obra. Es la novela de un autor que está en su madurez, en ese punto en que lo que piensas y lo que escribes van de la mano, se hacen uno. Con una localización muy precisa - Sevilla, con sus bares, sus calles, su ambiente, su gente -, con unos personajes muy bien caracterizados, Wilson nos lleva al inframundo de los abusos a menores y no se queda en la mínima mostración, en la pantomima del lugar común, sino que indaga y va al fondo de las mentes de los abusadores pero también de los que han sufrido abusos y después pueden convertirse, a su vez, en abusadores. Hay unas páginas inolvidables: un joven cuenta en primera persona cómo fue notando que crecía en él la maldad, cómo la maldad que habían dejado en su cuerpo víctima de abusos iba transformándose y convirtiéndose en otra maldad: la que aspira a escapar del propio cuerpo para ser inoculada en otro y convertir así a la víctima en un nuevo culpable. Es desgarrador, sobrecogedor este pasaje. Vemos cómo queda atrás el niño que sufrió abusos y ahora el adulto que lo reemplaza piensa en ser él quien cometa esos abusos. Pero el dramatismo está servido sin cargar las tintas, sin excesos, sin buscar el asco fácil ni la lágrima fácil, porque Wilson es un escritor que trata las ideas de una manera medida, que escribe una literatura para el corazón para también para la mente, a la que no es tan fácil de engañar. Una segunda escena que se asienta en la memoria: un chico le dice a su padre que el hermano de éste, el tío del chico, abusa de él cuando el padre se va de viaje y lo deja en casa del tío. El padre no le cree y empieza a pegarle y no para hasta que el niño se ve obligado a decir que era una mentira. Supongo que es una escena perfectamente real, que se dará en las vidas de algunos afectados, y es estremecedora también, deja al lector lleno de rabia y de cólera. Como queda claro, son dos escenas arriesgadas, valientes, incisivas, útiles para saber más y no quedarse de brazos cruzados cuando algo pasa cerca. La novela concluye con dos policías medio satisfechos, con un culpable en la cárcel y otros libres, intocables, porque a ciertas personas y ciertas instituciones no hay quien las toque, las mueva ni conmueva. Esto sí es auténtica novela negra, crítica, útil - insisto: denunciar ciertos hechos, ayudar a comprenderlos es útil, ya que ayuda a mejor combatirlos -, actual y escrita con los ojos abiertos: esta novela es todo un ejemplo para lectores y escritores del género.

Robert Wilson: Condenados al silencio ( 5 ): pederastia

La verdad es que uno ya se sorprende poco con lo que lee, pero no he llegado todavía a ese momento- espero que muy lejano - en que sólo me atraigan las relecturas. Pues bien: el libro de Robert Wilson sí me ha sorprendido, sí me ha tenido leyéndolo más tiempo del que esperaba, en estas tardes de sol compañero, en estas noches que tardan en llegar. La novela no es excesiva y tiene el valor de adentrarse en temas que pocos tratan con sensibilidad y, sobre todo, con inteligencia. Evitando los lugares comunes y escribiendo páginas de una hondura psicológica deslumbrante, Wilson trata el tema del abuso de menores - la pedofilia- con una delicadeza y una intensidad fuera de lo común, desde dentro de los personajes que han padecido abusos y temen ser ahora, de adultos, abusadores, algo de lo que no se ha escrito demasiado y a lo que hay que prestar atención, porque para combatir un mal hay que conocerlo desde su origen. Lo que Wilson hace es darnos claves para saber qué lleva a algunos hombres a abusar de los niños, a destruir su inocencia, y además nos informa - de una manera absolutamente literaria, lo que es su mayor acierto, pues estamos hablando de una novela - de qué ha cuajado en ellos que les impide tener la piedad necesaria para no romper vidas de una forma tan miserable, egoísta y sin un castigo quizá nunca suficiente. Porque ¿cómo castigar a aquel que rompe para siempre la vida de otro, que la rompe justo cuando empieza, la emporqueriza y mutila el resto de la existencia de un niño que será siempre un adulto herido, incompleto, manchado, lleno de horror, de temor, de desconfianza? Wilson, insisto, no va por los caminos trillados y, con una literatura de muchísima calidad, escribe sobre uno de los peores males de nuestras sociedades, un mal que crece y necesita que lo estudiemos, lo vayamos parando sin miedo a los fracasos puntuales, mirando en lo más hondo de los seres humanos, que creo que dejan de serlo - o entran en una categoría de seres humanos verdaderamente horrenda y asquerosa - cuando hacen este tipo de mal sólo porque quieren hacerlo, porque desean hacerlo y sentirse impunes. Nuestra sociedad, corrupta y podrida en tantas cosas, necesita luchar y tener fe en erradicar males como éste y libros como el de Wilson son absolutamente necesarios para concienciarnos. Cada vez que se daña a un niño se daña algo irreparable, algo que nadie debería de tener - ni sentir ni creer ni imaginar siquiera - poder para llevarlo a cabo. Cada vez que alguien daña a un niño nos daña a todos, seamos quienes seamos y estemos donde estemos.

"Adiós, muñeca", la película

Es curioso que detrás de la violencia, los tipos duros, las gabardinas cerradas, los automóviles, los tiroteos del cine negro haya una historia de amor. Estudiosos de Chandler dicen que hay un aliento romántico en sus novelas, que Marlowe es un personaje del siglo XIX puesto en el XX, vestido con traje y con un revólver en un bolsillo. Esto, que parece un disparate, nos da una pista para entender la novela y la película. Que elijan a Robert Mitchum me parece muy acertado: tras su rudeza puede haber unos sentimientos y unos gestos que revelan un alma diferente, la de un caballero andante, la de un romántico que aún cree en el amor. ¿Por qué, si no, ayuda a un ex convicto a encontrar a su chica? ¿Por la mísera paga de 50 dólares? Claro que no. Marlowe arriesga su vida porque acaso no viva con ninguna mujer una maravillosa historia de amor, pero innegablemente sigue creyendo en el poder del amor y en el efecto beneficioso que produce en los que se aman. Llega hasta el final, hasta saber quién es Velma, la amada del ex convicto, hasta lograr reunirlos: entonces la dura realidad del dinero y el poder se muestran en su esplendor y la amada mata al antiguo amado porque detesta su pasado con él y ama el dinero, el poder que ha conseguido casándose con un viejo juez que le tolera cuanto hace sólo por tenerla a su lado - un amor desesperado, terminal, un amor en el que se da todo y se espera muy poco -. Marlowe, para defenderse, mata a Velma y la película llega a su triste conclusión: el amor no resiste el paso del tiempo, no se mantiene apartado de la corrupción, el gran tema de las novelas de Raymond Chandler: todo se corrompe, hasta lo más puro, porque vivimos en un mundo corrupto, en una sociedad que se alimenta y nos alimenta de corrupción: esa corrupción que es sinónimo de echado a perder, de falso, de falto de lealtad, de pureza, esa pureza en la que Chandler creía, romántico él. Queda sólo una posibilidad: ayudar al inocente, al niño cuyo padre han matado para que no se descubriera la nueva identidad de Velma, y Marlowe va a darle el dinero que le ha cobrado a un mafioso, las ganancias que ha obtenido con este caso que le deja una vez más triste, solitario y final.

Robert Wilson: Condenados al silencio ( 4 )

¿Por qué defiendo novelas con apariencia de best seller, me preguntaba el otro día un amigo? Las de John Connolly, ésta de Robert Wilson. Tú, que detestas los best sellers, una contradicción, ¿no, Paco? - me dijo mi amigo. Y yo le contesté que las novelas están hechas de fragmentos, que hay pocas novelas que se recuerden enteras, con todo su argumento, y que el resto nos dejan piezas sueltas en la memoria. Esas pocas que han basado su fuerza y poder en el argumento no se olvidan tampoco, casi siempre le deben los mayores aciertos a la creación de un personaje inolvidable, característico, paradigmático, y sus aventuras lo rodean y lo conforman y se vuelven todo uno. Pero el resto de novelas tiene pequeñas historias, está construido de modo fragmentado y después de que se nos olvide el argumento aún siguen vivas en nuestra memoria ciertas anécdotas, frases, palabras. En "Condenados al silencio " hay una pequeña historia que se aloja en la memoria y se queda ahí, viva y palpitante, real. Un muchacho drogadicto revela que se volcó en la droga - su vida y su futuro - para acallar su voz interior, sus recuerdos, en los que hay un padre violador y un primo al que no le advirtió que el tío era un violador para que se alejase de él y no cayera en sus garras - detesto las frases hechas, pero qué definitoria es ésta y qué conveniente -, no le hiciera lo que a él le estuvo haciendo hasta los doce años. Una pequeña historia que ha podido suceder y que, tristemente, seguro que le ha ocurrido a alguien. Que Wilson la inserte en su novela, la utilice para caracterizar a un perdedor y a un paria de nuestra actual sociedad como es un drogadicto cuenta con mi admiración y mi reconocimiento. Le dije a mi amigo que un best seller, como yo lo entiendo, es un producto prefabricado que da más de lo mismo y en las dosis medidas y establecidas. Wilson no ha escrito un best seller: esta historia no está medida ni dada para el gusto de todos, no es políticamente correcta, no es un producto manufacturado y pensado para su venta en serie. Es una novela para disfrutar, pero también para meditar. Es un producto, sí, pero necesario.

Robert Wilson: Condenados al silencio ( 3 )

Me fastidia tener que escribirlo, tener que ser yo quien lo diga - defensor de la novela negra española con uñas y dientes- , pero no me queda más remedio que ser sincero y admitir que Wilson crea un policía, el inspector Falcón, de un modo tan creíble, tan profundo y certero que produce envidia y deja en pañales, dicho sea de paso, a otro autores españoles - alguno con un libro publicado recientemente - que revelan falta de oficio, de documentación - ante todo - y de realismo cuando convierten a sus investigadores en personajes falsos, huecos, tan poco españoles - no defiendo lo español, no os confundáis y me tildéis de nacionalista, que es algo que sitúo en mis antípodas - y tan poco creíbles que se ven detrás los costurones, el ejercicio exclusivamente literario y hecho de retales literarios, de cortar un poquito de este autor y otro poquito de este otro para montar un frankesntein detectivesco que nos deja a los lectores fríos, helados como después de un enorme susto, con la certeza de que al autor de tales bodrios le interesan las novelas que ha leído y quiere homenajear con sus escritos - sea de ello consciente o no, no sé qué es peor - y nada, nada, nada la realidad, esa cosa grandiosa y plural que a todo el mundo le brinda historias para contar y vivir y sentir, esa cosa de la que se nutre el verdadero escritor de novela negra.

Donna Leon

"La gente quiere saber de problemas reales, quién roba o contamina, y de eso escribo". " El problema de la inmigración es económico. Yo soy rica y nadie me pregunta si estoy legal o ilegal." Dos frases de Donna Leon en la entrevista con Aurora Intxausti. Hoy, en el diario El País.

Robert Wilson: Condenados al silencio ( 2 )

Continuando con lo dicho ayer, y creo que sólo estoy dando un paso lógico más, es fácil ver en la novela negra que aborda la actualidad, como ésta de Wilson, un componente crítico, pues se abordan asuntos que están en la calle, en la conciencia y en el subconsciente del ciudadano medio, se les concede un tiempo y se les da una importancia vital que a veces lo medios de comunicación han transformado sólo en espectáculo, en entretenimiento, incluso cuando hacen programas de investigación y denuncia, ya que se olvidan de las raíces últimas de los problemas, de sus causas reales y sus primeros protagonistas, instigadores o verdaderos - y ocultos - responsables. Y, claro, en este punto no puedo dejar de lado una afirmación que ya no está fuera de lugar: la novela negra de hoy es novela realista, crítica y política. Sí, política, esa palabra que se empeñan en desprestigiar los reaccionarios, los inmovilistas, los que de verdad manejan el cotarro con sus millones y sus prebendas. Política porque aborda temas que también se estudian - o deberían de estudiarse - en los parlamentos, en los lugares donde se hacen y rehacen las leyes: la inmigración, la violencia callejera, las mafias que trafican con seres humanos. No, la novela de hoy en día, los novelistas no van a cambiar el mundo, pero sí pueden ayudarnos a meditar, a saber quién nos representa de verdad, quién hace las leyes pensando en los desfavorecidos, quién quiere beneficiar a los desprotegidos y quién no. Tavernier, en Francia, con alguna de sus películas ha dado que pensar a la clase política, ha influido en ella, en sus decisiones, en la redacción de alguna ley. Ha cumplido con el propósito que le llevó a filmar, por ejemplo, "Hoy empieza todo". La cultura sirve, amigos, no es un simple entretenimiento, como pretenden hacernos creer con tanta literatura vacía y tanto best seller inocuo. La novela negra es la eterna oposición - la creativa - al poder, es la conciencia y la voz que no duermen, representa a los que no se conforman, los que no aceptan las desigualdades, las tragedias ni las muertes violentas como algo lógico - que no lo son, por mucho que se nos quiera hacer creer que el hombre es un lobo para el hombre, lema despiadado suscrito por los defensores a ultranza del acriticismo en una sociedad en la que quieren que sólo sobrevivan los valores del triunfador-, es ese rinconcito en el que las almas heridas por tanta sinrazón respiran, ven lo que hay y aún sueñan con hacer muchos cambios, con la igualdad y la libertad y, ante todo, la fraternidad, el concepto más olvidado, el más necesario, el que mejor define al ser humano completo, porque sin fraternidad no habríamos llegado ninguno hasta aquí, amigos, hasta este aquí y este instante.

Robert Wilson: Condenados al silencio

Prefiero las novelas que, además de una trama, ofrecen otras cosas que hacen su lectura más entretenida y, a la vez, participativa. Robert Wilson, en diálogos de su investigador, Javier Falcón, que es policía en Sevilla, nos propone temas para hacer pequeños altos y pensar y dejar que fluyan nuestras propias opiniones en temas como el suicidio, las mujeres a las no que les gustan los hombres pero se acuestan con ellos, la actualidad y su infierno de teleseries, la prostitución, la locura. La narración, en tercera persona, nos acerca a Falcón, pero también a quienes él interroga o visita amablemente para compartir mesa, cama o sólo un rato de charla. Creo que atrás deben de ir quedando las novelas negras que parecían escritas por personas sin apenas preparación, ensimismadas en la violencia, sin más recursos que los trillados, sin más argumentos que los de la trama policial. La novela negra, la mejor novela negra aborda los temas actuales y los trata con realismo, puede en pocas páginas pasar de las altas a las bajas esferas del poder sin que se rompa la estructura de la historia narrada, sin que se falsee lo que se está contando. Y puede ayudarnos a meditar sobre temas que están dormidos en nuestra conciencia, que sólo nos arrancan un comentario cuando vemos el noticiario de las tres o de las nueve. A diferencia de la tele, el libro sirve para parar, para incentivar, y mediante la identificación con un personaje llevarnos a lugares de nuestra personalidad que jamás habíamos visitado. Mi amigo Juan Herrezuelo se planteó una vez escribir un relato policial en que el protagonista matara al asesino de su novia cuando descubriera quién era éste. Sin embargo, mientras escribía el relato se dio cuenta de que su personaje no iba a ser capaz de matar al asesino y al final no lo hizo. Amenábar nos planteaba preguntas en su película " Mar adentro ", abordaba el tema de la eutanasia para señalar una vía y marcarla con dudas, rodearla de miedos, de inquietudes. Las mejores novelas negras se acercan a la actualidad - misión principal del escritor realista - y arrojan luz sobre temas tratados superficialmente en los medios de comunicación, profundizan en ellos y nos dan claves, datos, personajes, historias que nos conmueven y nos llevan a tomar partido, a decidirnos, a mirar dentro de nosotros y, como el personaje del relato de mi amigo Herrezuelo, saber qué pensamos, qué somos en verdad.

Novelas policiales en Sudamérica

Me gustaría saber qué novelas negras se leen allá. Supongo que las de Paco Ignacio Taibo II, quizá ahora la de Roncagliolo, alguna de Sasturain, alguna de Heredia. Cuando entro en Iberlibro - compra de libros usados por internet - y busco alguna novela de Ross Macdonald que aún no he conseguido, casi siempre una librería argentina la tiene. La riqueza de vocabulario de nuestros hermanos mexicanos o argentinos - lo sabemos por hablar con ellos y viendo sus películas- es superior a la nuestra en una conversación cotidiana y me atrevo a pensar que su inventiva sólo es comparable a la de los andaluces. Recuerdo "Triste, solitario y final"como una de esas novelas inolvidables de la primera juventud, con humor y emoción a partes iguales. "Manual de perdedores " me gustó tanto como si estuviera leyendo a Raymond Chandler. "Días de combate" me enseñó que quien se mete en problemas no puede salir con una risa pegada a la boca e indemne. Pero ¿qué se escribe en Chile, Ecuador, Uruguay? Seguro que hay buenos autores de novelas negras. Hace poco ha salido, en Menoscuarto, un libro dedicado a los relatos de los autores del género en España y no hace mucho otro parecido en Páginas de Espuma, dos editoriales que publican sólo libros de relatos. Pues bien, les planteo yo: ¿para cuándo un libro con relatos de autores sudamericanos? La experiencia sería buena y estoy convencido de que se vendería y gustaría. Vamos, que alguien dé el primer paso.