"El secreto de Anthony Zimmer", de Jérôme Salle

Ir al cine el día del espectador (entrada sólo a 3 euros ) es una experiencia que no deja indiferente. A mí, porque en la sala sólo estábamos cinco espectadores. Quizá por eso la imagen en la pantalla aparecía partida y tuvo que salir un espectador a pedir que nos respetasen y lo arreglaran pese a ser sólo un grupito. En fin. La película empezó puntual y acabó media hora antes de lo previsto, quizá porque no nos merecíamos la proyección de algunos tráilers, de algún corto. Bueno. La película mereció la pena. No negaré que el principal atractivo lo ofrecía ver a Sophie Marceau, que no decepcionó. La película es corta pero intensa, con un ritmo adecuado y con algunas sorpresas a lo largo de su metraje bien decididas y bien resueltas, con una escena de huida de un personaje al que van a matar por una escalera exterior que bien podría haber conseguido la admiración de Hitchcock, o en su defecto de Brian de Palma: el fugitivo se para a recoger en un peldaño unas pastillas caídas y por la vibración en la escalera metálica advierte que aún van tras él. No se alarga la trama y no hay piruetas excepcionales ni retuercen el argumento: vamos hacia la sorpresa final que ya intuimos, porque algo hay de previsible siempre en una película con dos actores protagonistas casi únicos. Esta manera francesa de abordar el género merece mi apreciación, ya que, aun lindando con la serie B, no abusan de la acción y se dedican más a contarnos lo que les ocurre a los personajes, dentro y fuera de su piel. Por cierto, hablando de piel, la escena erótica a destacar - en un thriller actual no incluir una o varias escenas eróticas conduciría al desprestigio - es una inesperada y con una sensualidad original: Sophie Marceau sube una escalera antecediendo al protagonista y la forma de moverse, de subir los peldaños, de contonear el cuerpo, el acercamiento de la cámara, cómo la sigue, constituyen unos momentos que se quedan en la retina durante un buen rato.