La novela discurre por unos paisajes urbanos reconocibles, por un paisanaje humano también reconocible, cercano. Hay algo de costumbrismo en los momentos que pasa el policía con su mujer y la familia de ella, cuyo padre es militar. Un costumbrismo que me recuerda - también la voz narradora - un poco a ciertos pasajes de las novelas de Lorenzo Silva. Un costumbrismo que veo positivo y enriquecedor, ya que se trata de una novela negra de época y los pequeños detalles sirven para caracterizar y definir mejor a los personajes y la época retratada. Es un acierto estructural que aparezcan intercalados pasajes en que Mena se imagina qué hacían los secuestradores y el futbolista secuestrado en el espacio que compartieron durante los días que duró el secuestro. La prosa, con ocasionales repeticiones de palabras, también ayuda a dotar de una cadencia interesante el desarrollo de la trama.