No todo ha de ser lectura de novela negra ni noches ante la pantalla viendo cine negro para el aficionado. Ser devoto de un género no debe de servir para excluir, sino para sumar. Cuando me encuentro con gente que ama la ciencia ficción y sólo lee y ve ciencia ficción pienso que se equivoca, que juega tontamente al enroque. Pienso lo mismo de los amantes de la novela negra, del cine negro. Llamo Excepción a esta entrada pero sólo para diferenciarla: debería de llamarla de otra forma, que si se os ocurre, amigos, por favor no os calléis, hacédmelo saber. Elijo la película protagonizada por Woody Allen porque su compromiso, su valentía, su oportunidad en la época actual me parecen incuestionables. Que al leer los nombres en los títulos de crédito veamos que, entre paréntesis, va junto a ellos una palabra y un año (blacklisted 1951, por ejemplo), o sea, el año en que al artista lo incluyeron en la lista negra, me deja la boca seca. Por comunistas, por ser amigos de comunistas, por no ser como quería el malnacido comité, por no denunciar, por callar, por no colaborar en su labor de limpieza (tan semejante en algunos aspectos a la que hicieron otros, con cascos y cruces gamadas, pocos años antes): qué tremendo dolor, qué tremenda infamia. La película está adornada con algunos chistes alleninianos, tiene alguna caída, pero también una escena tan memorable que la engrandece aún más: el suicidio del actor al que interpreta Zero Mostel, en un hotel, con ese plano en que dejamos de verle y luego la cámara se mueve un poco y nos muestra la ventana por la que se ha arrojado. Películas como ésta son tan necesarias, tan interesantes que el aficionado a la novela negra, al cine negro puede verlas y no aburrirse ni un segundo, puede imaginarse a Marlowe ayudando a un amigo que ha caído en las garras del innombrable senador y sufriendo a su lado, como en "El largo adiós" sufría por su amigo Terry Lennox.