Acaba la primera parte - o primer libro -de la novela, llevada de manera inteligente y con detalles originales, y empieza la segunda, en la que se nos cuentan momentos del pasado de Nieves, la profesora que investiga junto a Quirós porque le preocupa qué le ha pasado a la niña. Nieves, educada con las monjas, había pensado en la posibilidad de entregarse también a la tarea religiosa. Estaba concienciada de que lo más importante era el amor al prójimo. "Meses antes la televisión la había hecho temblar con las imágenes de un seísmo en Yemen del Norte, los muertos se contaban por millares, las organizaciones humanitarias reclutaban la compasión ajena. ´¿Por qué no ayudamos?´Lanzó aquella pregunta sobre la mesa mientras almorzaban frente al televisor. ´Ya hemos enviado un donativo´, repuso su madre. Pero ella no se refería a eso. ´¿Por qué no damos más? Eres joyero, papá. Puede vender parte del negocio y enviar ayuda. Al fin y al cabo, son joyas. ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué nadie hace nada? ¿Por qué ningún cristiano hace nada?´ ´Las joyas no son de papá´, comenzó a decir su madre, pero su padre la interrumpió y sonrió. ´Por mí, de acuerdo, Nieves. Vamos a dar. Yo daré las joyas y mamá sus vestidos, y tú darás los tuyos, y tus libros de cuentos, incluyendo tu preferido, ´Las mil y una noches´, y tus salidas al cine, tus vacaciones...´" Realmente, aprecio en lo que vale que Somoza se acuerde de abordar temas que nos dan que pensar, actuales pero a la vez eternos.