Previsiblemente, el hermano policía siente una especial e irreprimible atracción por la mujer a la que ama su hermano el disminuido, la que le tiene atrapado en el club, anclado al club como se ancla el enamorado a la belleza, a la presencia de su amada. Y quiere hacer el amor con esa prostituta, con la que su hermano, sin pulsiones ni actividad sexual, no puede hacerlo. Y aunque haya algo de simbólico en todo esto, también hay una emoción que recorre al lector en un nivel profundo y le lleva a meditar sobre la violencia del policía, la ingenuidad del hermano y la indefensión de la prostituta. Y sobre esa imagen que se forma en su cabeza: el policía de métodos violentos encuentra lo mejor donde su hermano se lo señala sin palabras, en el mismo lugar y la misma persona, quizá porque su mirada limpia, inocente, ve lo que de limpio e inocente hay en la prostituta, lo que a él y a su hermano puede enamorar.