En la segunda temporada de esta serie, que corresponde a los años 1994 y 1995, hay una historia que se desarrolla en segundo plano, mientras los detectives de la Comisaría del Distrito Quince llevan adelante sus investigaciones. Un antiguo policía le pide ayuda a Andy Sipowicz para encontrar a su hijo, que padece algún tipo de problema mental y se toma unas pastillas para combatirlo. Lo encuentran, lo llevan a casa y días después le pega al padre, que vive con él. Sipowicz le habla de la conveniencia de que se mude a otro piso y el padre le hace caso. Pero decide más adelante volver con su hijo, porque tiene más de setenta años ya y es lo que más quiere, quien más le importa. Sipowicz le hace prometer que le llamará cada cuatro horas, porque sabe que el estado que padece el hijo le convierte en un ser peligroso. Va a visitarles y se encuentra muerto al padre. Busca al hijo por las calles y lo detiene. Lo primero que le oye decir es que le ha hecho daño a su padre. Tiene sangre en la ropa y lleva puestos los auriculares: No me los quites, dice, mientras le esposa Sipowicz, porque no quiere oír ningún ruido exterior. Tienen que quitárselos cuando lo llevan a una celda de la comisaría pero momentáneamente se los devuelve Sipowicz cuando le trasladan a la cárcel. Vemos que no están conectados, que no hay un casete del que pueda conseguir música fuerte, atronadora, que tapone sus oídos y algunos conductos de la mente.