La escritura de Somoza está llena de aciertos visuales y líricos. Se trata de un autor que escribe consciente de que tiene un público amplio, seguramente fiel, y se muestra confiado, seguro, a ratos pletórico. La novela les debe mucho a sus personajes, a sus impresiones, y aunque no hay una trama original - la búsqueda de una chica, preguntas a posibles testigos, reconstrucción de sus últimos días antes de desaparecer - es la creatividad del autor la que nos guía y hace que en ningún momento decaiga el interés. Manejando a su antojo elementos propios de la novela policíaca y añadiendo un mundo propio, cuajado de originales imágenes, Somoza demuestra ser un escritor con una mirada amplia y una voz que transmite y comunica con claridad. En algunos fragmentos hay destellos de una calidad sin techo. "Sabía que no era verdad. Había muertos. Estaba acostumbrado a ellos y podía sentir su presencia. Lo que ocurría con los muertos era que no hacían ruido. Y tampoco tenían motivo alguno para quejarse, porque los vivos les habían construido bonitas y sosegadas casas con techo de flores. Quirós pensaba, incluso, que se sentían muy orgullosos de hallarse allí, cada uno con la piedra de su nombre a cuestas, como hormigas afanosas. Envidió sus vidas ocultas y quedas."