Lo que más admiro de escritores como Vázquez Montalbán o Marsé es que verdaderamente afrontan los temas de su tiempo. Hay una escena en esta novela que resulta polémica, porque es incisiva. Dos hombres hablan en la barra de un bar cerca de Raúl, el hermano policía, que está bebiéndose un whisky. Uno dice que un chico que ha muerto preparando una bomba en el País Vasco es, para muchos, un héroe de la patria. Raúl lo escucha y entra en el servicio detrás de él. Sin mediar palabra, golpea la cabeza del hombre varias veces contra la pared y le suelta un rodillazo en la entrepierna y le castiga el rostro con el puño. La actitud del policía, su violencia desatada, es sin duda reprobable, pero Marsé sabe que eso que él hace es lo que otros no se atreven a hacer, otros ciudadanos pacíficos, que se acaloran en la intimidad, que apoyarían a Raúl. Marsé lo cuenta y lo deja ahí, para que cada cual piense lo que quiera.