¿Cuánto conocemos de la persona a la que amamos, con la que compartimos nuestra vida? ¿Nos interesa de verdad saberlo todo de ella, conocer las partes menos visibles, sus zonas oscuras? La detective Pribek visita a los hermanos de su desaparecido marido y a la vez deja que las dudas, los miedos, las incertidumbres aneguen su mente. Recordando un caso en el que participó su marido y que él le narró, llega a una conclusión soprendente: " Aquella noche escuché en su voz el resuelto credo del bien y del mal de su infancia y me pregunté si, después de todo, existía mucha distancia ideológica entre el reverendo Shiloh y su hijo". Y es sorprendente porque su marido dejó la casa paterna por desobedecer los dictados del padre y no ha seguido la religión de su progenitor, alguien recto e intratable, insufrible. Y es soprendente porque no quiso saber nunca más de su padre. ¿Conocemos a los que están tan cerca de nosotros, nos conocemos a nosotros mismos? Jodi Compton, conforme avanza la novela, consigue lo más difícil: crear un personaje, con su luces y sombras, desde la ausencia.