Por supuesto, hay un secreto fluir - obra de un maestro de la novela - que atrapa al lector y le va llevando por un camino del que difícilmente se saldrá: cada vez nos interesa más qué le pasará a Valentín, el hermano retrasado, si Raúl, el policía, se dará por vencido en su intento de sacar a su hermano del club - donde va libremente, enamorado, a realizar tareas de cocina -, si la violencia será el único lenguaje posible cuando lleguemos al final, al punto de las conclusiones. Porque Marsé no fuerza la máquina, no impone, sino que va soltando y planteando sin agobiar, con materiales exclusivamente narrativos, sin trampa ni cartón, diríamos, y la intriga está en saber qué decidirá cada personaje, en saber si la indiscutida unión de los hermanos se romperá, si alguno acabará mal. La maestría de Marsé le lleva a ser cauto, a ganarse al lector sustrayendo información, evitando las definiciones categóricas y el maniqueísmo. Podrá o no gustarte esta novela, pero no tiene trampas detrás, no hay mentira detrás, no hay manipulación detrás. Seguramente a la mitad nos habremos decidido y estaremos del lado de uno de los hermanos, nos fastidiará que algo le salga mal o que le maltraten, pero Marsé no ha pintado a ninguno absolutamente bueno ni absolutamente detestable, sino que parece estar sentado en la sombra, viendo lo que ocurre y transmitiéndonoslo con voz serena, con voz de amigo.