Ross Macdonald: El blanco móvil (3). Romántica y egoísta.

Lew Archer está metido en un caso relacionado con la desaparición de un magnate del petróleo que de repente le escribe a su mujer para que reúna cien mil dólares. No quiere que sea en billetes mayores de cincuenta y de cien, no quiere que estén marcados ni que el banco anote la numeración. Lew está siguiendo una pista aún sin definir. Le aconseja a la esposa del rico que informe a la policía y presencia una discusión entre ella y su hijastra. El mundo de Archer incluye la introspección psicológica, los diálogos en que las personas se definen y hablan de sus interioridades. Así, cuando luego conversa con la hijastra, joven y bella muchacha de la que está enamorada el abogado del magnate, un hombre de cuarenta años, amigo de Archer, las palabras son reveladoras, es un instante de rara sinceridad que suele provocar con su actitud y sus propósitos nuestro detective. Él le dice que el abogado la ama y ella contesta: " Sé que me ama... Por eso no puedo abandonarme a él. Y por eso me molesta." Él se atreve a decirle, con tacto, lo que piensa: "Usted es romántica y egoísta. Algún día se precipitará a tierra, y con tanta fuerza que probablemente se rompa el cuello. O se le fracture, de todos modos, el ego, como espero." Ella no se achanta, sabe que le está recriminando algo muy visible: "Le advertí que era una inmunda arrogante - dijo demasiado ligera y fácilmente.- ¿Le parece un diagnóstico grave?" Archer no cae en la trampa: "No sea arrogante conmigo ahora."