Porque el policía puede ser un salvaje y puede pegarle a un tipo que defiende a los terroristas (él estuvo destinado en El País Vasco) sin mediar palabra, en los servicios de un bar, pero Marsé no quiere jugar tontamente al bueno y al malo y le dedica estas líneas en las que hay comprensión y una gran sensibilidad: "Está comiendo solo y pensando que nadie sabe los años que lleva comiendo solo, las incontables veces que se ha sentado a comer solo en solitarias mesas. Y a quién cojones le importa. Ensaladilla rusa, alitas de pollo fritas y una botella de vino casi enterita, tumbado en la hamaca a la sombra del porche. El siseo de las olas en la rompiente acrecienta su ritmo implacable al abrirse la tarde. Más allá de las dunas, el horizonte atrae su mirada, como siempre: una vaga propensión a hacerse preguntas sin respuesta. Ese tenso alambre sin funámbulo, sin imágenes tangibles por encima y por debajo, ni en el cielo azul ni en el mar cárdeno, sostiene sin embargo en algún punto un enjambre de sueños que zumba en su mente desde que era un niño."