Ross Macdonald: En busca de una víctima (y 2)

Hay una pasión amorosa muy fuerte y muy sentida, inevitablemente destructiva, dentro de esta novela. Una pasión a la que no puede negarse un hombre que ama a una mujer. Un hombre íntegro, pero casado. Una mujer que es su cuñada, a la que ha intentado no acercarse demasiado, a la que ha intentado no amar. Pero nadie puede resistirse cuando la persona amada da también los primeros pasos. El sueño se cumple y es más fuerte que quien lo soñaba.
Estamos ante una novela negra, por supuesto, pero también ante una novela de amor. Con personajes creíbles, muy bien trazados mediante una caracterización que empieza por sus motivaciones íntimas. Es una obra emparentada con la tragedia griega -algo habitual en Macdonald-, sin más violencia que la precisa y sin más muertes que las que el argumento reclama. No hay embrollo, no hay sorpresas que dejan más tarde un regusto a recurso facilón.
El lector ve y siente las ideas, puede emocionarse, se llevará alguna sorpresa y tendrá que tomar decisiones ante los conflictos morales que presencia. El título ya lo indica claramente: el detective privado Lew Archer no busca sólo culpables esta vez: también busca una víctima. Y Macdonald pone ante él a un culpable que también es víctima: así pensaba este gran escritor, así rehuía los tópicos.
La novela está mejor escrita que nunca, con el estilo lírico del narrador aún más certero, pulido y lleno de imágenes físicas y paisajes morales que tocan cada vez más en lo hondo del lector, dejando de lado el puro acierto verbal y la comparación inteligente pero excesivamente literaria para legar páginas, párrafos y frases que están ligados a los sentimientos, las dudas y los vaivenes que padecen los personajes. El estilo es sincero y poderosamente visual, de absoluto maestro. No sé si ésta es la obra cumbre del ciclo dedicado a Lew Archer, pero sí estoy seguro de que es una novela de una categoría superior, de uno de los grandes escritores del siglo pasado, mucho más importante que otros muchos que nunca escribieron novela negra y que pasarán lentamente al olvido pese a que ahora los tenemos por indiscutibles y creadores de literatura más seria, más académica. Dentro de muchos años Ross Macdonald será tan necesario para saber del siglo XX como Kafka, Musil, Proust, Benet, Cortázar, Mailer. Cada uno en su sitio, pero todos igual de necesarios. Macdonald y otros escritores de este subgénero, como Patricia Highsmith, no caminan con la cabeza gacha. No al menos para quienes valoran de la literatura algo más que las letras. En Macdonald está lo mejor de la tragedia griega, el psicoanálisis, el estudio de los conflictos familiares, la violencia ciudadana, la preocupación ecológica, el misterio de la libertad, de la vida y de la muerte. Es mucho, creedme, es mucho.

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Ross Macdonald: En busca de una víctima


Hay veces en que uno lee a Ross Macdonald y tiene la sensación de estar ante una obra de Tennessee Williams, tan bien perfilados están los personajes, tan latentes están los dramas familiares sólo medio ocultos, tan vivos parecen los caracteres y los personajes. Macdonald dominaba las historias familiares y los encuentros y desencuentros de sus integrantes como pocos y, partiendo del mito, de la tragedia griega, los llevaba al territorio de la novela negra, con un detective que actúa de detonante para que las bombas estallen: la muerte, los odios profundos e inconfesos, las envidias, los deseos y los disimulos que esconden lo más grave y más enterrado en el pasado. Lew Archer, ese detective, aparece y actúa y ve cómo se rompen en pedazos esas familias, cómo los secretos salen a la luz para herir o matar y toma nota y nos cuenta las historias porque sabe que asiste al desmoronamiento de un mundo que se finge perfecto, evolucionado, controlado y capaz pero en verdad está corroído por las pasiones humanas más comunes, que jamás faltan a la cita, jamás se desvanecen ni se desvanecerán por mucho que el ser humano logre avances científicos. Ross Macdonald escribe para llegar al fondo de las tragedias, de las confusiones, de los recuerdos reprimidos y de los dolores que nunca desaparecen del todo. Y Lew Archer, con su mirada lírica, creativa y profundamente humana, hace la crónica de un tiempo y un lugar con la justa emoción y la exacta verdad exigibles. Sigo pensando que las novelas de Ross Macdonald forman parte de la mejor literatura del siglo XX.