Hay un momento de gran valor en la novela: cuando el secuestrado trata de huir y no lo consigue, el monólogo interior se desboca, es como un río que se desborda, y sentimos el dolor del secuestrado, al que le han roto un brazo, sentimos su impotencia, sentimos cómo su mente se rasga y los pensamientos huyen despavoridos ante la idea de la muerte, cómo buscan el consuelo en el recuerdo de la persona amada, que es la mujer del secuestrado, a quien él no ha conocido a fondo, que quizá le fue impuesta por su hermana pero ahora, en el momento decisivo, es su único asidero a la vida, o el mejor, el más válido, el más sólido, sorprendentemente el nombre y la persona a la que invocar para no quedarse solo y resistir, para sortear el camino hacia la oscuridad definitiva, el nombre que es la fuerza para asirse al saliente antes de hundirse del todo en el pozo, en la nada, en el lugar en que no podrá seguir siendo él mismo, orgulloso, altivo, convencido de que en el trabajo, en la actividad sin freno está la verdad de la vida. Cuando un escritor tiene que enfrentarse al momento cumbre de su narración y lo hace con la soltura, la profundidad, la emoción con que Guerra Garrido sale no sólo airoso sino de manera deslumbrante de estas páginas uno no puede por menos que reconocerlo, que celebrarlo. Y anotar que ésta no es una novela negra pero que puede servir de base y de estímulo para muchos novelistas negros que ahora tienen una idea en mente, un argumento, y han empezado a llenar páginas y no saben cómo salir del embrollo, cómo superar el sudor frío, el miedo a enfrentarse a la página, al capítulo en que ha de describir un hecho decisivo. Guerra Garrido da una lección ejemplar en las páginas que han generado este texto.
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Raúl Guerra Garrido: Lectura insólita de "El Capital" (3). En la pista
En la pista de temas que podemos ampliar por nuestra cuenta, de asuntos que nos pueden interesar y demandan un pequeño esfuerzo consultando diccionarios y enciclopedias, que nos azuzan y despiertan algo dormido que no responde a intereses estrictamente literarios o pertenecientes a la ficción. Guerra Garrido profundiza en algunos temas y nos lanza la pista para que continuemos por senderos interesantes que nos llevan a completar informaciones o ampliarlas o a saber cosas nuevas. Este tipo de novela siempre me ha interesado y siempre me ha parecido absolutamente imprescindible. Requiere una gran labor de documentación, de recabar datos y confrontarlos pero el resultado no siempre es abrumador ni pedante: también la novela puede recoger, además de testimonios y meditaciones, disquisiciones científicas y apasionadas defensas del roble, como en las páginas 190 a 192 de la edición que manejo, coherentes, certeras, alumbradoras. Un etnólogo nos habla de la deforestación. No es prescindible, no es una equivocación. Si se habla de industrialización, si se habla de un industrial secuestrado, ¿por qué no ir a la raíz de ciertas preocupaciones? Novela porosa, plural, sabia ésta. Para leer a ratos degustando y a ratos reflexionando, aprendiendo. Ay, que a veces echa uno de menos a estos autores que te ponen las pilas, que no te dejan sentado y ausente en el sillón de tu casa y te mueven, te empujan, te recuerdan que nos queda mucho por saber y por reflexionar.
Raúl Guerra Garrido: Lectura insólita de "El Capital" (2)
Me paro después de leer algunos párrafos de la novela. Medito. Guerra Garrido es un gran escritor.Lo confirman las páginas en las que le da la voz al empresario secuestrado, retenido en un pequeño espacio en el que ha de defecar ante la mirada despectiva de los secuestradores encapuchados, altivo y dispuesto al enfrentamiento verbal, al principio aún, en los primeros días del secuestro. Los diálogos no tienen desperdicio: el patrono ante el obrero, el explotador ante el explotado, el de la plusvalía ante el que entrega su vida para sobrevivir. Pero Guerra Garrido no nos hace llegar la voz interior de los secuestradores, sino la del secuestrado, un hombre que se considera hecho a sí mismo, que no cede porque ha trabajado en todo lo que ha sido preciso en su propia empresa, que ama el trabajo por encima del dinero, del poder, que lo considera el máximo exponente de la libertad individual, con significación propia, pues es "mi mismidad". De esta manera, Guerra Garrido evita el panfleto, muestra el lado presuntamente rechazable desde el fondo, en la voz del empresario cautivo, y deja así que el lector vaya sacando sus conclusiones, compare y se sienta identificado con él o con los otros: o, mejor, a ratos con uno y a ratos con los otros. Grandeza de la literatura, grandeza de la novela, que en algunos casos es un paso más en la experiencia vital del lector, que encuentra su mayor fortaleza y realización en argumentos como éste, en historias como ésta, que de ninguna otra forma podrían llegarnos tan vivas, creíbles, con un sentido nada absolutista de la realidad que ya ni en radio, prensa ni televisión podemos ver, presenciar, escuchar.
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