38, número 7


Se llama .38, el calibre más negro que se conoce, el utilizado en sus armas por Marlowe y Lew Archer. Es una revista que crece y va a más, con notables colaboradores y textos de mucha calidad. La edita Ricardo Bosque, responsable también del blog que más visito: La Balacera.

Pasaos a ver, a leer. Además, es gratis.

"Última noche en Granada": Texto de contraportada



¿Puedes haber matado a un hombre y no saber por qué lo has hecho? ¿Puedes seguir pensando después que no eres una mala persona? Luis Castillo, el protagonista y narrador de esta novela, tiene que hallar la respuesta a esas dos preguntas. Afortunadamente, no está solo: cuenta con Beatriz, una mujer que le quiere y le ayudará a dar los pasos más adecuados. Con ecos de novela negra y una escritura medida, lírica y muy narrativa, Última noche en Granada les gustará por igual a los que buscan una historia entretenida y a los que se acercan a un libro para ir más allá de lo contado, de lo aparente.





Texto recomendado: en el blog de Raúl Ariza, uno de los mejores dedicados a la creación literaria, un relato estupendo: "Extracto de unas diligencias"

Rafael Chirbes: Los viejos amigos


Desde un espacio en el que reinan la desdicha, el cansancio, la frustración, el deseo de desmemoria y de reconquistar la memoria está escrito este libro por sus personajes que hablan en primera persona y recuerdan que un día fueron amigos y quisieron la revolución y cambiar el mundo. No lo lograron. Ahora tienen dinero, pueden comprar por un rato a mujeres que darán satisfacción a sus cuerpos, se codean con gente importante, edifican, planean, cambian la cara de lugares en los que injertan edificios, sueños corruptos, deseos volátiles. Son los viejos amigos.
Rafael Chirbes es uno de los grandes, de los más grandes escritores españoles, uno de los que sólo se deben a sí mismos, de los que sólo responden de sus aciertos y errores ante sí mismos. Por eso está preparado para hacer un recuento de los años del tardofranquismo y los viejos sueños irrealizados que devienen en cansancio y memoria rota. Lúcido, implacable, el autor valenciano nos acerca a las vidas de varios personajes que lucharon por cambiar el mundo y no consiguieron ni tan siquiera cambiarse a sí mismos. Ahora que se reúnen para una cena, ahora que al fin es cada uno dueño de su cara y de su presencia, acompañarlos por su interior, compartir sus pensamientos y sus secretos resultará una tarea utilísima para saber qué ha pasado en nuestro país en los últimos años, cómo se corrompen los sueños, cómo se acomodan los vencidos y los vencedores, cómo se echa de menos a quien no está y cómo se sigue amando sin decirlo a quien está al lado y nunca se enterará ya.
"Los viejos amigos" es una novela dura, necesaria, sincera. Escuchando las voces que la habitan uno podrá entender mejor cómo se queman etapas, cómo se levantan mentiras, cómo se pacta con uno mismo para seguir viviendo cuando se ha visto que se es un imbécil, un inútil, un cobarde, un fracasado, un triunfador con coartadas morales delgadas como un trozo de papel. Carlos vende pisos y es un escritor frustrado. Guzmán es dueño de una productora y tiene un hijo que acaba de editar un disco. Pedrito Vidal cambió la revolución social por la edificación y la promoción inmobiliaria. Demetrio Rull es un pintor que nunca fue famoso y además es guarda nocturno. Jorge es un enfermo de sida que muere lentamente. Pau murió por culpa de las drogas y era hijo de Carlos. Personajes sacados de la realidad, que son pura realidad gracias a la técnica de Chirbes, a su acierto al darles a cada uno su voz, al dejarlos hablar y saber oírlos. Las voces no tienen filtros, no esconden ni hurtan, no divagan. Juntas ofrecen una perspectiva, un mejor conjunto que ayuda a entender por qué un día fueron a una y ahora cada una es simplemente una.
Chirbes no malgasta rencor, ironía, malhumor en esta novela. No ajusta cuentas con nadie, a no ser consigo mismo, con su mundo, con lo que ha visto. No es "Los viejos amigos" una novela de moralista, de escritor huraño; por el contrario, es la novela de quien se siente muy vivo en el mundo, de quien sigue palpando el mundo, de quien ama el mundo. En algunas páginas el lector casi llegará a emocionarse cuando las voces íntimas hablan de pérdidas sin solución, de momentos que pudieron ser otros, de miedos y de deseos inagotados. Gracias a esto, "Los viejos amigos" es una novela optimista, que saca del fondo lo peor y lo limpia, que bucea para poder respirar luego mejores y más limpios aires. Dentro de esta novela generacional, plural, sin moralina hay seres que dibujan su tiempo y se dibujan a sí mismos como lo haríamos todos si nos olvidáramos de los espejos y creyéramos firmemente, irrenunciablemente, en el valor de las palabras por encima de todo lo demás.

Ross Macdonald: Costa Bárbara

Entre el odio y el vacío se mueven muchos personajes de las novelas de Ross Macdonald. Anhelan cosas que cuestan vidas y tapan con mentiras ciertos agujeros de su pasado. El detective privado Lew Archer aparece en un momento previo a la eclosión de la violencia y las muertes, es el testigo de la quema final, del incendio abrupto y total en que arden los mentirosos y los asesinos. En esta novela, además comprende que es utilizado, que es un peón más en las tramas de los culpables, una ficha que se mueve en un tablero que otro ha puesto sobre la mesa y manipula a su antojo. Cuando está finalmente ante el asesino ve a un hombre que sufre, que padece dolor, pero también a un hombre que se concede a sí mismo la potestad de matar, de hacer concluir una vida que no había llamado a la muerte, que no la deseaba, que creía hallarse lejos de ella.
"Costa Bárbara" es otra de las tragedias griegas adaptadas al mundo de la novela negra por el gran escritor estadounidense Ross Macdonald. Está escrita en un estilo lírico, con trazos finos y deslumbrantes, con metáforas acertadísimas, con un uso de la comparación propio del gusto y buen hacer del poeta. Cada frase está cuidada al máximo, cada imagen está traída para vivificar la página y el conjunto armónico de la obra, y mientras uno se deja embargar por tanto buen gusto literario no puede dejar de preguntarse cómo es posible que les pase desapercibida una prosa tan sugerente a autores que están fuera del mundo de la novela negra, a exquisitos degustadores de la forma y la belleza de las palabras, cómo puede haber tanto necio que niega el pan y la sal a quien usa un género y partiendo de él es capaz de crear tanto arte. Pocas veces podrá el profano o el detractor encontrarse con una novela negra que trascienda todas las limitaciones previas, todos los muros, que vuele con tanto poderío y tanta fuerza hacia el espacio de las obras inolvidables. Ross Macdonald y su tragedia griega, sus hombres atormentados e indecisos entre el amor y la corrupción, sus mujeres doloridas y vulnerables, sus agentes violentos y prestos a ser ajusticiados son pura y hermosa literatura.
Recuperar los libros de un escritor que narraba mediante la voz de un detective privado parece una entrega a un ejercicio baladí, depauperado, evasivo. Pero si somos capaces de ver más allá de la convención de partida, de los tipos y las tramas criminales, veremos que Macdonald es un autor preocupado por lo que carcome al hombre que es vencido y mata para seguir, por lo que arrastra a la mujer que ha de ser imagen y pureza y medida vanidad y objeto de idolatría en un siglo cruel para ella. El detective Archer es la voz del escritor, los ojos del lector, las manos del lector que se inmiscuye, que entra en la historia para vivirla más de cerca. En Macdonald, el detective es un figura de compromiso, un individuo que se moja y se mancha porque cree en los seres humanos, en lo que les ocurre, que padece porque les ve padecer. Es una fgura realista, aunque pueda parecer lo contrario, es un espejo y es una mano que sale del espejo, que toca a quien se mira en él, a quien en él busca apreciación o castigo.
"Costa Bárbara" es una investigación sobre el dolor, la frustración, el miedo, el amor y el delito. Es una novela madura, que está llena de imperecederas palabras.


Nota: Hoy hace 94 años que, en un pueblo de California, nació Ross Macdonald

"Última noche en Granada": para los lectores


Una novela no existe, de alguna manera, hasta que uno no la ve en una librería, fuera de casa, libre e independiente, viviendo su propia vida. Hoy he visto mi novela "Última noche en Granada" en el escaparate de la "Librería Atlántida", en Granada, y he pensado que ha empezado a vivir, que ya no me pertenece sino parcialmente, que es mía pero también de todo lector que se acerque a ella y la lea.

La novela negra es la tragedia griega de hoy






Frase afortunada de José Jiménez Lozano, idea que alguna vez he defendido aquí, sobre todo a propósito de algunas novelas de Ross Macdonald.

Aquí está el enlace con la entrevista en que lo afirma.








Foto: Joan Colom

Leonardo Padura: Pasado perfecto

Leonardo Padura dice siempre que él no escribe novela policial, sino que utiliza algunos elementos de la novela policial para contar historias que le importan -y que pueden importarle a más gente-. Tiene toda la razón. "Pasado perfecto" no es una novela policial -o negra - al uso. No hay disparos en las esquinas ni persecuciones desenfrenadas ni trampas que el lector debe ir desentrañando para obtener una recompensa final que después se desvanecerá con el tiempo. Y a la par pierde toda la razón al afirmar que no escribe novela policial si tenemos memoria y situamos este "Pasado perfecto" en el lugar que le corresponde en la historia de la novela negra, donde entró con fuerza y para quedarse el año en que se publicó: 2000. Porque "Pasado perfecto" es una obra que no habría nacido sin "El largo adiós", de Raymond Chandler, y sin "La soledad del manager"y "Los mares del Sur", de Vázquez Montalbán. No afirmo esto como menoscabo, sino, por el contrario, para hacer ver de qué padres tan importantes dimana la novela, en qué corriente de la novela negra está encuadrada. Y puedo afirmar también que los logros de esta buena novela la hacen estar al lado de las predecesoras sin rubor y con alegría, ya que "Pasado perfecto" es una gran novela -negra y no negra, no negra y también negra-, una de las mejores escritas que yo he leído dentro del género y una de las más recomendables, de las más renovadoras de los últimos años. Partiendo de la tradición -"El largo adiós"- y de la necesidad de hacer crónica del tiempo vivido -"La soledad del manager", "Los mares del Sur"-, Padura crea una novela que es enteramente suya, de su época y de su visión de la vida en una Cuba a la que ama y a la que quiere por encima de todos los errores, de todos los personajes egoístas y todos los personajes interesados que vuelven su mirada hacia ese rincón del Caribe. Padura no copia, no se rinde al homenaje posmoderno y vacuo, sino que asume y y tiene en cuenta lo anterior y valioso para -como los mejores compositores- acercarnos unas páginas nuevas, vigorosas, necesarias y trufadas de una sinceridad imbatible.
"Pasado perfecto", por supuesto- por eso puede ser considerada una novela negra-, lleva dentro un hecho criminal: en este caso, la desaparición de un importante cubano que es director de la Empresa de Importaciones y Exportaciones del Ministerio de Industrias y la posterior investigación policial, que como pronto imaginamos culminará con el descubrimiento de un cadáver. Padura introduce el primer sesgo de inmediato: el desaparecido es un antiguo compañero de estudios del policía encargado del caso y algunos de los más destacados personajes de la novela son amigos o conocidos comunes, incluyendo a la mujer del desaparecido, a la que siempre ha amado Conde, el policía. Así, pasado y presente cobran la misma importancia y sabiamente Padura narra en tercera persona lo que ocurre ahora y en una primera repleta de buena literatura y de honda comprensión del monólogo y de los mejores aciertos de la literatura hispanoamericana de las últimas décadas (sobre todo Vargas Llosa y Cortázar) los recuerdos que los hechos actuales le traen a la mente a Conde. Hay páginas absolutamente sobresalientes entre los monólogos de Conde, que son pura y maravillosa literatura, negra y no negra, pues tanto para el lector que busca una historia entretenida como para el lector que busca literatura de calidad son absolutamente válidos. E insisto mucho en estos aspectos porque creo que con la serie dedicada a Mario Conde -seis novelas- el narrador y ensayista Leonardo Padura siempre ha tenido en mente la máxima exigencia, la máxima verosimilitud, y ha puesto todo cuanto sabía -que es mucho- en cada párrafo de cada libro. Y si "Pasado perfecto" es una magnífica novela negra, no es menos cierto que se trata también de una magnífica novela a secas, de literatura con todas la mayúsculas que queramos ponerle.
La nostalgia campa a sus anchas por cada escena, los recuerdos sirven para hablar de la revolución cubana y para verla según lo que iba a ser y lo que ha sido -o le han dejado ser-. Padura, como Hammett, como Chandler, como Vázquez Montalbán, entona un discurso crítico, ve la realidad con ojos nada complacientes, se empeña en señalar los defectos de la sociedad en la que vive, pero no se queda ahí: nos acerca sus apuestas, sus miedos, sus deseos mediante una ficción que adivinamos escuálida -palabra muy querida por Conde- en ocasiones, permeable, sólo ficción porque con la ficción parece que entendemos mejor, que empatizamos mejor. Padura, en "Pasado perfecto", con una historia en la que nada sobra, gracias a la implicación de todos los personajes en la realidad contada, al inteligente uso del pasado y del presente que se complementan y son uno y son dos imposibles de unir a la vez, ha escrito una de las novelas que marcarán el futuro del género, que no malgastan fuerzas en la anécdota policial, que usan valiosos materiales de la realidad que en otro tipo de novelas no le llegan al lector de manera tan real y sincera, tan útil y tan capaz de mover a la actuación, viejo deseo de los viejos novelistas mayores que siempre se acercaron a la cuartilla en blanco para dejar constancia de que habían vivido y merecía la pena seguir viviendo.