.38, nº 8


Ricardo Bosque, escritor y editor de .38, una revista imprescindible, me invitó a colaborar y acepté de inmediato. Es para mí una alegría ir dentro de ese barco que navega tan firme y con tanta elegancia. La revista puede leerse y descargarse. Encontraréis firmas tan interesantes como las de José Ramón Gómez Cabezas, Javier Abasolo, Raúl Argemí, Rosa Ribas y Domingo Villar. Yo me he subido con dos relatos bajo el brazo.
Que lo disfrutéis.

Miguel Sanfeliu: Reseña de Última noche en Granada



“Última noche en Granada” es una historia narrada con una prosa depurada y cargada, por otra parte, de dureza y cierto desencanto. Lo primero que uno advierte al adentrarse en las páginas de esta novela es que apenas unas pinceladas le bastan a su autor, Francisco Ortiz, para definir a un personaje. Se cruzan voces cuyos ecos nos dan pistas sobre la historia que se va formando ante nuestros ojos, primero de un modo casi imperceptible, luego con una fuerza que nos agarra del cuello y no nos suelta.

Luis Castillo es un policía retirado, trabaja como vigilante de obra y arrastra un drama. Es un personaje que encontramos solo e indefenso ante una amenaza que se va delimitando paulatinamente. Su vida se encuentra, tras haber pasado sus dificultades, en un momento en que parece haberse estabilizado, los días transcurren monótonos y tranquilos hasta que un acontecimiento del pasado irrumpe resquebrajando el conjunto. Hay elementos de novela negra, pero sobre todo se trata del dibujo de un personaje que toma las riendas de su vida y opta por seguir adelante, fiel a sí mismo. La relación con su pareja, Beatriz, ocupa buena parte de la narración, describiendo una historia de amor que abre una segunda línea argumental, quizá de mayor peso que la intriga inicial.

Luis Castillo es un personaje complejo, de una pieza, que teme que el pasado le arrebate lo poco que le ha dado la vida. Toda la historia está contada desde su punto de vista, con un estilo sobrio, que fluye con precisión. Estilísticamente, todo está medido, perfectamente ensamblado. La estructura incluye algunos saltos al pasado, episodios contados por medio de un diálogo o de un monólogo, episodios descriptivos en los que se insertan las voces de los personajes de un modo muy eficaz, también los pensamientos del protagonista se cruzan con la acción, manifestando sus dudas, lamentando sus errores, definiendo en definitiva las aristas de todo ser humano.
El tono desencantado de Luis Castillo, aferrado a sus principios, a su amor inquebrantable por Beatriz, enfrentado a sus dudas y a sus remordimientos, nos sumerge en la historia de un hombre dispuesto a defenderse de las consecuencias de sus errores, sin victimismo, con entereza y determinación. Encontramos también escenas de tensión, como esa en la que se enfrenta a un asesino a sueldo agazapado en las sombras, moviéndose ambos sigilosamente entre los edificios en construcción, y que bastaría, por sí sola, para recomendar este libro.

“Última noche en Granada” es una obra madura, pese a ser la primera que publica Francisco Ortiz. Una de esas novelas que uno demora intencionadamente para evitar que termine. Una obra que todos los que seguimos la trayectoria de Ortiz, los que leemos su recomendable blog “Novela negra y cine negro”, estábamos deseosos de leer. Y la espera ha valido la pena.

Un breve fragmento:

Yo había matado a un hombre utilizando mis razonamientos de policía y mis armas de delincuente. Para Pedro, de ideas directas y frases cortas, fue tomarnos la justicia por nuestra mano, porque nos salió de los cojones. Un policía no está obligado a aguantar ciertas amenazas. Un policía vive agobiado por la inmediatez del peligro y su respuesta es obligatoria. Un policía es vulnerable y humano, una caja de resonancia y un cubo de basura al que se arroja la mierda que nos sacudimos de encima. Pero maté a un hombre para defenderme, para defendernos. No me liberé de nada, no hallé satisfacción ni piedad, porque se trataba de una ejecución.


Última noche en Granada
Francisco Ortiz
Mira Editores

Lorenzo Silva: La estrategia del agua

Cuando algunos le dan vueltas a la idea de que la novela está herida, se halla moribunda o en paradero desconocido, vuelvo a pensar en Camus, en Sartre, en Faulkner, en Sábato, en Vázquez Montalbán. Y rearmo mis ideas. Porque en esta sociedad en que todo va tan deprisa, en que todo ha de caducar rápido, parece que no hay temas a los que hincarles el diente con razón y argumentos, pero es una impresión falsa. Lorenzo Silva viene a demostrarlo con una novela que no es política, que no es social, que no es hija del realismo crítico, pero que a la vez tiene dentro todo el deseo y todo el poder que esas intenciones novelescas nos dejaron como legado para que las usen y las reutilicen los autores que tienen la mirada puesta en el mundo, se implican ante lo que ven y no pierden el tiempo levantando teorías exculpatorias y vanas con que justificar su absoluto amor por los libros y su total indiferencia por los problemas de quienes están a su alrededor, que son visibles y perceptibles para cualquiera que no viaje dentro de una urna las veinticuatro horas del día. "La estrategia del agua" es la respuesta a algunos asuntos que a todos nos incumben (todos somos hijos, muchos son padres) y es una visión políticamente incorrecta de un autor que piensa, expone y arriesga, que sabe plantear y resolver mediante una clara técnica literaria un tema que levantará encontradas opiniones entre quienes lean esta valiosa novela.
Decir que Lorenzo Silva es el mejor escritor de novela negra español de la actualidad me parece algo casi superfluo. Ningún otro ha encarado nuestra realidad con tal independencia, con tanta literatura de por medio y tanta buena fortuna, de lo que dan muestra libros sobresalientes como "El alquimista impaciente" y "Nadie vale más que otro". En esta novela se reafirma en su apuesta por dar libros serios, rigurosamente documentados, notablemente escritos, expurgados de excesos de mixtificación y de chanza (no en vano, mucho de lo que se publica hoy en día dentro del género no es más que guiones novelados y cómics aderezados con palabras), que apelan al lector adulto y no se dejan lastrar por violencias gratuitas ni tramposas escenas de acción suscitadas forzando la trama. Bevilacqua es el personaje más creíble de nuestra novela negra, aquí y ahora y antes y ahora, y las narraciones de los casos que le tocan en suerte van construyendo una perfecta radiografía de la sociedad de nuestro tiempo desde la óptica de alguien que no es maniqueo, conformista, no se siente héroe ni antihéroe (qué cansancio de antihéroes que se vanaglorian de serlo porque suena bien y luego incurren en gestas que ni los más clásicos héroes podrían emprender) y que no miente, no enreda, sólo da testimonio. En "La estrategia del agua" nos cuenta el caso de un hombre al que matan por la espalda y que deja un hijo cuya custodia tiene su ex mujer. El asesinado tiene la suerte de que el caso se lo asignen a Bevilacqua, que no cree en los apriorismos y no se contenta con ver el historial del muerto y no lo encasilla de inmediato y va a buscar la verdad sin dejarse cegar por las lágrimas ajenas ni los mapas de las emociones de los que saben cómo fingir. Y las capas de mentiras caen una a una y vemos la verdad final que se ha construido ante nuestros ojos sin sorprendernos demasiado, porque Lorenzo Silva no quiere emponzoñar nuestra mirada con golpes de efecto vanos y va abriendo ventanas, apartando cortinas con delicadeza hasta que llegamos a las estancias y ante los personajes que saben y dicen la verdad de lo ocurrido.
No es, sin embargo, "La estrategia del agua" la mejor novela de Lorenzo Silva, que en "El alquimista impaciente" sigue teniendo su obra maestra, pues adolece de un exceso de humor algo ligero y repetitivo que sirve para que adelantemos en la lectura del libro pero a la vez llega a ser fuente de digresión excesiva en algunos momentos poco afortunados y porque en la nítida exposición de los temas tratados y del punto del vista del narrador/autor priva al lector de la libertad para llegar a algunas conclusiones, a sus propias conclusiones, podríamos decir, y se le conduce en exceso en una sola dirección. Se percibe aquí una influencia sana del Marlowe de Chandler, al que le profesa gran afecto Lorenzo Silva, pero falta algo de sus descreimiento cínico, de su distanciamiento moral, el de quien sabe la verdad y la dice pero al final acaba por pensar que nada es del todo acertado si quien lo cuenta es él mismo. Es una matización que estimo necesaria y que no le resta mucho valor a una digna y necesaria novela dentro del mejor ciclo de novelas negras escritas por un autor español vivo.

Entrevista en La Voz de Almería (Evaristo Martínez)

El pasado 2 de marzo apareció en el diario La Voz de Almería una entrevista firmada por Evaristo Martínez, Jefe de Sección de Vivir (Cultura y Sociedad), que os traigo aquí:







Francisco Ortiz propone pasar una ‘Última noche en Granada’

Autor del blog de referencia ‘Novela negra y cine negro’, la primera novela del escritor granadino, gestada en parte en Almería, ha recibido una generosa acogida

Texto: Evaristo Martínez

“Es una novela en la que hay un parte de novela negra pero también una historia de amor. Y, ante todo, una apuesta por la literatura a secas, e incluso con intentos de hacer algo medianamente grande”. Así define ‘Última noche en Granada’ (Mira Ediciones) su autor, el granadino Francisco Ortiz (Ugíjar, 1967), escritor y fotógrafo muy vinculado a Almería, donde se gestó hace seis años la que ha acabado convirtiéndose en su primera novela publicada.

‘Última noche en Granada’ es, por tanto, una novela negra, pero con matices. “Yo no provengo de ahí, sino de Ernesto Sábato, Juan Benet, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Heinrich Böll. La novela negra es como la hermana pequeña, no se practica el género con la altura de miras necesaria para no hacer siempre lo mismo”, explica. De ahí que tome riesgos, que camine por otros pasillos. “Hay un par de capítulos planteados de forma radicalmente contraria a la novela negra porque la acción se demora, se alarga, y se apuesta más por la psicología de los personajes y por los diálogos. Quizás sea más una novela psicológica que una novela negra”.

Así que el lector que siga quedándose helado con la novela negra que vino del frío -léase Stieg Larsson, Camilla Läckberg, Asa Larsson y derivados- puede encontrar en ‘Última noche en Granada’ un abrigo en el que refugiarse durante los últimos coletazos del invierno. “Ese tipo de literatura negra de los países nórdicos es políticamente correcta, no inquieta, no promueve a la reflexión, no tiene nada que ver con la que me interesa, que tiene en Raymond Chandler y Dashiell Hammett sus grandes valedores. Ellos eran inconformistas y no buscaban lo políticamente correcto”.

A Ortiz le interesa más “la novela negra existencialista”, la que es capaz de “profundizar en temas sociales y denunciar situaciones que atentan contra el ser humano”, y pone como ejemplo a Ross Macdonald, creador del detective privado Lew Archer. “Con él, la novela negra llegó a la universidad porque es, ante todo, un estilista”.

La otra Granada

En la novela, Granada se convierte en un personaje más y en una razón de ser de la propia obra. “Sin ella no existiría esta novela. No sólo por la ambientación sino porque la historia me la da la ciudad, la gente que conozco”. Sin embargo, Ortiz huye de los paisajes tópicos. “Aparecen calles, barrios, pero se desarrolla más en la noche, y no en escenarios abiertos. No hay movimientos por la Granada turística pero el que conoce la ciudad se va a situar”.

¿Y Almería, no sería también un buen escenario novelesco? “Cuando se presentó la novela [en la librería Picasso de la capital, el pasado mes de enero], mi amigo Diego García Campos, de la revista ‘Foco Sur’, destacó un momento en que el personaje principal está viviendo una época oscura de su vida y le plantea a su compañera si no sería mejor irse a un sitio más tranquilo, con gente agradable, donde estuvieran más a gusto. Ese sitio es Almería”, detalla. “Almería, para un novelista con intenciones sociales y críticas, ofrece uno de los mejores escenarios que se le pueden plantear a un escritor. Entre otras cosas, está pendiente el tema de la inmigración, de El Ejido. El único que lo ha tocado un poco ha sido Miguel Naveros, alguien a quien se ve de forma tan cercana que no se valora la obra tan interesante que tiene”.

Cinco años en la blogosfera

Lector de novela negra “desde los dieciséis o dieciocho años”, Francisco Ortiz mantiene desde hace cinco años el blog ‘Novela negra y cine negro’, un referente en su campo y punto de encuentro de los aficionados al género. Ahí también recoge las reseñas y críticas de ‘Última noche en Granada’. “Ha tenido muy buena aceptación, mejor de la esperada. Han destacado esos capítulos en los que uno ha echado el resto. Incluso un escritor, gran amante de la novela negra, como Ricardo Bosque la ha propuesto en su reseña para el memorial Silverio Cañada, que premia la mejor primera novela negra en la Semana Negra de Gijón”.

Ramiro Pinilla: Las ciegas hormigas

Hay en Ramiro Pinilla un aliento de verdad que conmueve, que vence y convence sin esfuerzo. Leer "Las ciegas hormigas" es volver a transitar caminos que antes recorrieron autores como John Steinbeck en "Las uvas de la ira" y William Faulkner en "Mientras agonizo". Y nuestro autor no se queda atrás en el intento, no desentona al lado de esos dos monstruos sagrados de la literatura. Sé que puede parecer un exceso por mi parte, una afirmación exagerada, pero creo que los que lean este libro van a a hallar en él argumentos suficientes para sostener tal juicio. La elección de un punto de vista múltiple, sustentado en las voces interiores y rememorativas de la madre, los hermanos, la niña, el niño, el tío, la abuela de una familia que vive días inolvidables, tan firmemente llevada hasta el punto final con que concluye la novela solo puede ser obra de un gigante de la narrativa. La perfecta mezcla de narraciones en un estilo omnisciente y otras que son el resultado de un flujo de conciencia no es un logro al alcance de cualquiera tampoco. El equilibrio fundamental que alcanza uniendo la prosa más alta y más bella con la más sencilla y fácilmente comprensible sólo la he visto yo en muy contados autores.
Un barco, por culpa de un temporal, arroja su carga de carbón y todos los habitantes de un pueblo luchan contra la noche, la inclemencia del tiempo hostil, el frío, la posibilidad de la muerte para conseguir una parte rescatándola de la playa y de las rocas. La familia de Sabas Jáuregui participa en la recogida alucinada y ciega, desesperada, antes de que amanezca y los carabineros vengan a detenerlos y a requisar todo lo que hayan conseguido arrancarle al mar. La narración de Ramiro Pinilla es épica pero nunca cede a la fácil entronización de lo extraordinario para separarlo de lo más común y realista, de lo más palpable y real: es el primer y mayor acierto con que nos topamos leyendo esta magnífica novela. Los personajes cuentan lo que van viendo y haciendo pero siempre desde su yo más íntimo, desde el lugar más descarnado en que habita su más honda verdad. Hay pasajes en que uno parece que está palpando a esos desdichados, a esos sufridores que siguen adelante porque el padre sigue adelante, que resisten todo y contra todo porque el padre ha entregado su alma al trabajo y a la misión del pobre de aquella época y de todas las épocas: la continua lucha hacia delante, sin pararse a pensar en nada que estorbe el avance. Las penalidades crecen, se enredan a los cuerpos de los personajes y a sus pensamientos, tratan de ahogarlos, pero, como en toda tragedia perfecta, sabemos que hasta el final no habrá tormenta, dolor ni ser mítico o real que pueda pararlos. Y Ramiro Pinilla nos conduce a la conclusión de este libro imperecedero con un brío y mediante un intachable procedimiento de pequeños giros en la trama y sanísimo suspense al que nadie podrá sustraerse.
"Las ciegas hormigas" se publicó por primera vez en 1961. Nadie lo diría. No ha envejecido ni un ápice. Al contrario: su vigencia es absoluta, tanto en el lenguaje como en la manera de contar y de presentar a unos personajes y una historia novelada que acaso está sacada de la más pura realidad y que a ratos nos deja el mejor sabor que un libro no autobiográfico puede suscitarnos, pues pensaremos siempre que todo cuanto hemos leído y descubierto es posible y no ha podido llegarnos de mejor forma. Asimismo, en la literatura española siempre quedará ya la figura de Sabas Jáuregui, un personaje inmarchitable, de calado tan profundo como el de Pascual Duarte o la Celestina. Con mucha felicidad y mucha satisfacción lo escribo.


Texto recomendado: Un excelente relato corto en el blog de Raúl Ariza: "Sangre de mi sangre"