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Miguel Sanfeliu: Parece que cicatriza



   ¿En qué momento de la vida de Roberto Ponce el futuro pasa de manifestarse con todas sus posibilidades a mostrarse cada vez menos lejano y más inamovible?


   Roberto dispone de un año para intentar convertir en realidad su sueño de ser escritor. Conoce a dos personajes que serán como las dos caras de una misma moneda. Un pintor que malvive con sus obras y que se niega a dedicarse a ninguna otra cosa y un cantautor que no dudará en prostituir sus principios a cambio del éxito. También conocerá a una mujer que casi lo arruinará. Y se emborrachará como todo escritor bohemio que se precie.


   ¿Qué quedará de aquel Roberto Ponce veinte años después?


   Parece que cicatriza habla de esos sueños que nos negamos a abandonar y que, de algún modo, son los que terminan dando sentido a nuestra existencia.


   Edita: Talentura

Miguel Sanfeliu: Los pequeños placeres




Hay algo terso en estos relatos de Miguel Sanfeliu, algo que es a la vez vibrante, profundo y sincero. Porque el autor de estas historias ha paseado su mirada, profundamente humana y serena, a su alrededor y nos ha contado con mucha y buena literatura qué ha visto y qué ha sentido en este interesante trayecto. Sanfeliu no pretende ganarnos narrándonos horrores desde dentro del horror y con palabras moteadas de horrores: la vida cotidiana no los muestra así, no los horrores que queman a fuego lento, no los horrores que destruyen desde dentro. Se nos habla en estos relatos de la eutanasia, de la muerte temprana, de los silencios que abruman a las parejas, del miedo de los padres ante una hija agresiva, de la lejanía con que vemos a los que viven en el mismo edificio que nosotros, de un asesino múltilple que dispara contra los clientes de un restaurante. Y se nos cuenta que son personas que tienen a seres que los quieren o se han cansado de ellos, o los odian habiéndolos amado antes, o los recuerdan con un dolor más intenso que cualquier otro dolor. Y se nos cuenta sin alzar la voz, sin proferir gritos vacuos y de alcance únicamente pasajero, sin montar un espectáculo vano que se olvida conforme se disipan el ruido y el humo. 
Sanfeliu quiere y consigue que seamos no testigos, algo a lo que ya nos han acostumbrado en demasía el cine y la televisión, sino partícipes. Para eso elige muy bien el punto de vista de cada narración, se decanta por mostrarnos a los vivos, a los que quedan, a los que sufren cerca de los causantes y de los protagonistas del mal, o cerca de las víctimas. Costaría poco achacarle que no se moja lo suficiente, que no quiere pringarse Sanfeliu en lo que cuenta, y sería un error, porque Sanfeliu huye del morbo, escapa con atino siempre del escenario vacío y de cartón piedra para dar un paso atrás y mirar con mejor perspectiva. No engaña, pues, no cae en el vicio de la mirada profanadora o utilitaria, la de tantos escritores de relatos cruentos y estúpidamente morbosos. A Sanfeliu le interesa el hombre de la calle, el que somos todos, en el que todos podemos vernos -algo pacato y descorazonado, elusivo y sin grandes pasiones movilizadoras-, y a una cierta ingenuidad en la plasmación de ese personaje tan reconocible opone una limpieza de sentimientos y una nobleza expositiva que desarma y te deja con las puertas de la percepción generosamente abiertas. Así entiendo relatos como Dolor, magnífico, subyugante, realista y emotivo con emociones sinceras, una pieza de autor de raza, de narrador puro (algo que echo en falta cada vez más, pues encuentro a demasiados autores repetitivos, atentos al mercado y sus cuitas, a la sanción editorial y no a la expresión pura de su talento), claro y directo, con mucha preparación lectora detrás, con muchas sabias conquistas lectoras detrás. La muerta, tan sencillo,  tan nimio al primer vistazo, es otro relato de un destilado notable, sin retórica y sin mentira, ejemplar. Y La cara de Marte, La niña, Los pequeños placeres, Urgencia, Remordimiento o La morgue son otros tantos ejemplos de lo que este buen autor sabe decir en esa voz baja, susurrante, sin alteraciones, compasiva y tierna que tanto abunda en la producción literaria de Sanfeliu -visible en su excelente blog- y corrobora que estamos ante un creador fiel a sus ideas, a sus obsesiones, a su amplio compromiso con la sociedad de su tiempo, en definitiva, con sus verdades, con sus celebrables obsesiones que nos ayudan a abrir un poquito más los ojos ante lo que vemos y a percibir un poco mejor lo que en manos de otros solo es gacetilla, relato despachado al gusto de la moda, meditación retrillada, alimento para mentes quietas. No quiere mentes quietas Sanfeliu y Los pequeños placeres ha supuesto para mí ratos de reconocimiento, sí, y también de pausa al borde del camino, replanteamiento y renovación. ¿A qué más puede aspirar un escritor que ama la literatura y los libros que publica? ¿ O debería decir a qué menos debe aspirar? 

Entrevista con Miguel Sanfeliu





1.- Es el tercer libro que publicas. ¿Qué supone ver publicado un tercer libro?

Poder ir publicando mis libros supone una gran satisfacción, como podrás imaginar. Siento que voy recorriendo el camino, que sigo adelante.

2.- ¿Qué recuerdo / valoración, algo distanciada ya, tienes de Anónimos, el primer libro?

“Anónimos” fue mi primer libro publicado, además con ilustraciones mías, así que le tengo un enorme cariño. Fue el primer paso y no podía haber soñado con una carta de presentación mejor.

3.-¿Y del más reciente, Los pequeños placeres?

Los pequeños placeres creo que delimita más claramente cuál es mi mundo narrativo, mis preocupaciones tanto temáticas como estilísticas.

4.-¿Qué se te quedó en el tintero para insistir con este nuevo libro de relatos?

Escribir, en mi opinión, es una necesidad, una forma de vida. Uno escribe porque no sabe vivir de otra manera. No creo que se escriba para comunicar algo concreto sino para explicarnos a nosotros mismos el mundo en que nos movemos, y me temo que esa es una tarea que no termina nunca.

5.-¿Eres sólo escritor de relatos?

Sólo se puede ser escritor o no serlo, independientemente del género en el que uno se mueva. Es más, el otro día leí un artículo en el que se decía que incluso se podía ser escritor sin haber escrito.

6.-¿Son malos tiempos para la novela? ¿Va más con nuestro tiempo escribir relatos que novelas?

No, en absoluto. Sólo tienes que mirar las listas de bestsellers. No verás libros de relatos en esas listas, desgraciadamente, y muchos merecerían estar ahí, por delante de algunas novelas que parecen cautivar a muchísimos lectores.

7.-¿Por qué ese título, Gente que nunca existió?

El título me lo inspiró una cita de la escritora norteamerica A. M. Homes, una cita que figura al principio del libro y en la que explica que escribir consiste en crear un mundo, crear gente que nunca existió. Y el caso es que esa gente ficticia, esos personajes, pueden tener una influencia decisiva en nosotros mismos, en nuestra forma de actuar, en nuestro carácter, ése es el poder de los personajes literarios.

8.-¿Quiénes te han influido para escribir estos relatos?

Mi lista de escritores de cabecera incluye autores como Tobias Wolff, Raymond Carver, John Fante, Paul Auster, Julian Barnes, Richard Ford, Medardo Fraile, Ignacio Aldecoa, Enrique Vila-Matas, Quim Monzó... Y un largo etcétera.

9.-¿Te molesta el auge del libro electrónico, Miguel?

No me molesta, creo que es algo inevitable. La tecnología va ganando terreno en todos los ámbitos. Otra cosa es que alguien acostumbrado al libro en papel lo sustituya por un libro electrónico. Tal vez como libro de consulta, pero es algo que a mí, por ejemplo, me resultaría muy difícil.

10.-¿Qué es un autor en el siglo XXI, en medio de la crisis que afecta al mundo en general y algunas artes en particular?

Un ciudadano más, intentando sobrevivir, como todos.

Miguel Sanfeliu: Gente que nunca existió

 
 
 
Como dice la escritora A. M. Homes, escribir consiste en crear un mundo, en hablar de gente que nunca existió. Y, sin embargo, es posible que esa gente ficticia sea capaz de darnos la auténtica medida de nuestro valor, de advertirnos sobre lo que somos capaces de hacer, de recordarnos nuestros fantasmas y nuestros temores, de sumergirnos en un mundo, quizá inventado, pero que es reflejo de éste.
Gente que nunca existió es un libro de relatos en el que encontraremos adivinos, torturadores, incluso superhéroes, pero, sobre todo, seres perdidos en su propia existencia, en una realidad que, en ocasiones, cae como una losa que nos aprisiona, de la que anhelamos huir, aunque, llegado el momento, es posible que nos asuste la huida y nos quedemos paralizados ante las posibilidades que esa libertad pueda ofrecer.
En este nuevo libro de relatos, Miguel Sanfeliu nos habla de sus propias obsesiones y de los temas que le preocupan: la culpa, las oportunidades perdidas, la banalidad que nos rodea y un concepto de realidad que escapa a nuestro control.

Miguel Sanfeliu: Los pequeños placeres

Seguro que no van a ser pequeños esos placeres, sino muy grandes leyendo este libro de alguien a quien admiro y respeto mucho, porque ha ido construyendo a un escritor de seguro talento -que es él mismo- con calma y con tesón, consciente de que juzga el tiempo amigo y porvenir, no las voces inmediatas y apresuradas.





Es una novedad, pero sólo en apariencia: son textos emparentados con lo clásico, con lo que llega para quedarse.

Miguel Sanfeliu: Reseña de Última noche en Granada



“Última noche en Granada” es una historia narrada con una prosa depurada y cargada, por otra parte, de dureza y cierto desencanto. Lo primero que uno advierte al adentrarse en las páginas de esta novela es que apenas unas pinceladas le bastan a su autor, Francisco Ortiz, para definir a un personaje. Se cruzan voces cuyos ecos nos dan pistas sobre la historia que se va formando ante nuestros ojos, primero de un modo casi imperceptible, luego con una fuerza que nos agarra del cuello y no nos suelta.

Luis Castillo es un policía retirado, trabaja como vigilante de obra y arrastra un drama. Es un personaje que encontramos solo e indefenso ante una amenaza que se va delimitando paulatinamente. Su vida se encuentra, tras haber pasado sus dificultades, en un momento en que parece haberse estabilizado, los días transcurren monótonos y tranquilos hasta que un acontecimiento del pasado irrumpe resquebrajando el conjunto. Hay elementos de novela negra, pero sobre todo se trata del dibujo de un personaje que toma las riendas de su vida y opta por seguir adelante, fiel a sí mismo. La relación con su pareja, Beatriz, ocupa buena parte de la narración, describiendo una historia de amor que abre una segunda línea argumental, quizá de mayor peso que la intriga inicial.

Luis Castillo es un personaje complejo, de una pieza, que teme que el pasado le arrebate lo poco que le ha dado la vida. Toda la historia está contada desde su punto de vista, con un estilo sobrio, que fluye con precisión. Estilísticamente, todo está medido, perfectamente ensamblado. La estructura incluye algunos saltos al pasado, episodios contados por medio de un diálogo o de un monólogo, episodios descriptivos en los que se insertan las voces de los personajes de un modo muy eficaz, también los pensamientos del protagonista se cruzan con la acción, manifestando sus dudas, lamentando sus errores, definiendo en definitiva las aristas de todo ser humano.
El tono desencantado de Luis Castillo, aferrado a sus principios, a su amor inquebrantable por Beatriz, enfrentado a sus dudas y a sus remordimientos, nos sumerge en la historia de un hombre dispuesto a defenderse de las consecuencias de sus errores, sin victimismo, con entereza y determinación. Encontramos también escenas de tensión, como esa en la que se enfrenta a un asesino a sueldo agazapado en las sombras, moviéndose ambos sigilosamente entre los edificios en construcción, y que bastaría, por sí sola, para recomendar este libro.

“Última noche en Granada” es una obra madura, pese a ser la primera que publica Francisco Ortiz. Una de esas novelas que uno demora intencionadamente para evitar que termine. Una obra que todos los que seguimos la trayectoria de Ortiz, los que leemos su recomendable blog “Novela negra y cine negro”, estábamos deseosos de leer. Y la espera ha valido la pena.

Un breve fragmento:

Yo había matado a un hombre utilizando mis razonamientos de policía y mis armas de delincuente. Para Pedro, de ideas directas y frases cortas, fue tomarnos la justicia por nuestra mano, porque nos salió de los cojones. Un policía no está obligado a aguantar ciertas amenazas. Un policía vive agobiado por la inmediatez del peligro y su respuesta es obligatoria. Un policía es vulnerable y humano, una caja de resonancia y un cubo de basura al que se arroja la mierda que nos sacudimos de encima. Pero maté a un hombre para defenderme, para defendernos. No me liberé de nada, no hallé satisfacción ni piedad, porque se trataba de una ejecución.


Última noche en Granada
Francisco Ortiz
Mira Editores

Miguel Sanfeliu: Anónimos


"Solo" : Es un relato en el que se percibe de inmediato que estamos dentro de una obsesión propia del mundo de nuestro autor, al que conocemos por historias anteriores leídas en su interesantísimo blog. Los planos de la realidad y de la fantasía, de la vigilia y del sueño se confunden, se anudan y se vuelven inextricables pese al asombro del protagonista, que no sabe bien dónde está ni quién es. A Sanfeliu siempre le ha preocupado saber qué es la realidad, cuánto hay en ella de verdad y de ficción. Este relato tiene mucho que ver con "La orilla oscura", de José María Merino, una de las mejores novelas españolas de los últimos años. Y la realización de Sanfeliu -que seguramente no está influenciado por la lectura del mencionado libro pero comparte la inquietud -no es ligera, mimética ni simple. No se trata de un juego. Como en "Niebla", de Unamuno, hay desesperación en el personaje creado, hay dolor y hay también furia. El personaje de "Solo" clama, y eso lo distingue de muchos otros -hundidos en las pequeñas miserias de los géneros, en que asistimos en ocasiones a la aceptación de lo anormal como si tal cosa, como la cosa más común- y lo diferencia y lo hace más creíble. En la última frase late un miedo unamuniano, un deseo y un quiero creer -no creo, sino quiero creer -valioso y que redondea muy bien el relato.

"Anónimos": Lo considero un relato de humor, negro, cruel, con un fondo crítico muy claro que evidencia la necedad de una sociedad en la que primen la emoción, el misterio, el éxito al precio que sea. Un hombre normal recibe unos anónimos en los que se le advierte de que pronto le van a matar. Como en algunas películas de Hitchcock -más exacto sería decir en los guiones de algunas de sus películas, pero quede así la cosa-, la primera parte de esta historia discurre por el camino de la locura de un hombre solo, acosado por enemigos invisibles pero absolutamente reales. Está muy bien narradas su extrañeza y su indefensión. Como es de esperar, todo cambia cuando los acosadores anónimos dejan de ser fantasmas y se vuelven muy, muy reales. Late en todo el relato, vibrante y puro, un eco que nos remite a Kafka y ciertas situaciones absurdas que acaban por hacerse dolorosamente ciertas. Sanfeliu añade un elemento de humor que alivia al relato de recorrer un camino realista por el que sin duda habría llegado a despeñarse.

"El campeón de Arequipa": Un homenaje al ajedrez y a los ajedrecistas maravillosamente contado en una primera persona que a ratos se funde con la multitud de observadores de un club de ajedrez sin que haya efectos secundarios, disolviéndose brillantemente en un plural anónimo y admirativo, y logra en la alternancia un juego que acrecienta el interés y dota de un halo de grandeza a lo narrado absolutamente admirable. Es hiperbólico cuanto se dice aquí, y se eleva a categoría de arte, de gran desafío final, el estar parado y pensando ante un tablero lleno de cuadrados blancos y negros que a veces es la representación de la vida misma. He visto detrás de la historia del gran jugador aficionado a Vargas Llosa, al gran Vargas Llosa de los mejores momentos, el que fascina con palabras y es capaz de deleitarnos metiéndonos un rato en un mundo que acaso nunca había despertado antes ninguna pasión en nosotros. Era difícil encajar los datos de los grandes jugadores y de las grandes partidas, pero merced a esa primera persona narradora y mudable el reto se solventa con eficacia y sin tener que recurrir a nada que quede ante nuestros ojos con apariencia de artificio. "El campeón de Arequipa" es quizá el mejor relato del libro, el más redondo y maduro, el mejor ejemplo del buen hacer de este escritor que no es primerizo más que en la aparición de su este libro.

"Renacer": Me gusta este relato breve que no da engañifa, que no es un chascarrillo -algo que otros escritores reconocidos o supuestamente talentudos no ven o no quieren ver y sacan a la luz en sus libros sin ejercer antes una sana autocrítica, sin escuchar acaso consejos cercanos que evitan el error tozudo y ensimismado-, que tiene el tamaño justo porque es una idea, una imagen, una viñeta, entendido esto de la mejor manera. Cuando se ha hablado mucho y escrito mucho sobre un tema, me parece muy honrado aportar un granito de arena de manera modesta, sencilla, con una contribución lozana y feliz como en este "Renacer" con el que Sanfeliu cierra su breve y exquisito libro de relatos.

Estos cuatro relatos y unas ilustraciones inteligentes y directas, cargadas de sentido, del propio autor conforman este volumen absolutamente recomendable inserto en la colección Vagamundos de la editorial granadina Traspiés. Hay detrás un autor plenamente cuajado, vigoroso, dueño de un mundo propio -rareza que en este universo de los libros y del arte se ha convertido, o casi, en especie protegida-, que narra con gran solvencia sustentándose en un estilo claro, armónico y preciso, muy literario; un autor llamado a convertirse en uno de los referentes de nuestra literatura a poco que le acompañe la suerte y tenga el tiempo de cara para darnos más libros como éste y aun mejores que éste. Que nadie se deje engañar porque el libro haya aparecido en una editorial que no está en Madrid y no tiene en su nómina a algunos de los supuestos mejores autores de relatos del momento. Y que nadie se olvide de que algunos de los escritores más celebrados de la actualidad empezaron publicando en editoriales sin grandes presupuestos publicitarios. Miguel Sanfeliu y "Anónimos" nada tienen que envidiarle a nadie. Y han llegado para quedarse.

Miguel Sanfeliu: Anónimos


Miguel Sanfeliu es uno de esos autores que tenían que llegar. Porque lo esperábamos. Aquí está su primer libro. Cinco relatos y unas ilustraciones hechas por él mismo, reveladoras y muy adecuadas para acompañar a los textos. Es la mejor noticia literaria del año.