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Nuevas reseñas de Almería 66

Elèna Casero, bloguera y escritora, en su blog reseña el libro. Podéis leer la reseña aquí.


Herminia Luque, que acaba de publicar una nueva novela, en la revista Calibre .38 ha escrito también sobre Almería 66. Lo tenéis aquí.





Francisco Ortiz: Almería 66

Después de Última noche en Granada, Francisco Ortiz opta en este libro por la distancia corta y nos entrega un ramillete de relatos que abordan una sola temática: la violencia. La que se ejerce en la vida cotidiana, entre las personas más sencillas, en los barrios y en los salones de los pisos, junto a una ventana o entre amigos. Cada relato de este libro es una historia breve que podría dar lugar a una novela, porque el autor huye de la anécdota y del hallazgo superficial para centrarse en los personajes y en los que les ocurre con la misma pasión y profundidad con que se plantea las narraciones de largo aliento. Son historias de pocas páginas y de gran intensidad que se resuelven sin escamotearles sinceridad ni hondura. En ellas encontrará el lector miradas duras, miradas frías, actos crueles, actos vengativos de seres que son como ángeles en una tierra extraña, a la que no se acostumbran, en la que no han aprendido a desenvolverse libremente, en la que sufren, matan, aman, piden perdón esperando ser escuchados.

El asesinato

A veces a un escritor de novela negra lo miran mal: con la cara de bueno que tiene el tío y no debe de serlo, ¿verdad?, porque se pasa un montón de horas solo, metido en un cuarto, encerrado, planeando crímenes - los que escriben sobre asesinos en serie, como dice mi sobrino, sí que la llevan clara -, eligiendo armas, disparándolas en su mente, tirando cadáveres, ocultándolos. Dios mío, ¿ estos tíos están bien de la cabeza? ¿No son unos sádicos reprimidos? A veces, me dijo el otro día un escritor de novela negra, le dan arrebatos y se sienta y escribe un poema rimado y que habla bien del ser humano. Se lo da a leer a su esposa y ella le dice que es magnífico, hombre, con lo sensible que eres tú. Este amigo va al supermercado y mientras coge unas latas de tomate frito o una bolsa de verduras preparadas mira a los que le rodean y se pregunta: ¿Seré un bicho raro? Se consuela a veces diciéndose que más morbosos son los lectores, que se leen lo que él escribe y a veces hasta se lo releen. Esos sí que son unos enfermos, aseguró un día, sentado frente a mí en un bar. Y me piden que les firme los libros y me dicen: Me gustó mucho su anterior novela, la del asesinato del estudiante. Mi amigo se bebió el café y puso cara de tristeza, de honda melancolía- esta frase es un poco poética, pero sé que me la perdonará cuando lea esta entrada del blog - y al cabo, como si despertara de un trance, sonriente, me dijo: Chungo es lo de Patricia D. Cornwell, tío, todo el día con su personaje ese de la forense. Recuperó la autoestima y lleva ya mi amigo un mes sin salir de casa, escribiendo otra novela, en la que muere un leñador. Ha decidido llevarse a su detective al campo y sólo meter un muerto en la novela. Cuando va al supermercado, pensando aún en que lo más desagradable lo ponen todos los días en los telediarios - y a la hora de comer, que no respetan nada, Paco -, ensaya una nueva manera - mental, eso sí - de matar a una víctima novelesca. La verdad es que siempre le he defendido, pero cada vez me cuesta más tomarme un café con él. Y ya nunca quedo a solas en su casa. Sólo voy si está su mujer - y mejor si están también sus tres hijos-. Mi amigo ha cambiado. Desde que ha empezado a hacer caso de ciertas opiniones, el rostro se le ha vuelto torvo y se le pierde la mirada y noto que la tiene fija en una persona y quizá está pensando en cómo la mataría si fuera uno de los personajes de sus novelas.

(Incluido en el libro Almería 66)