Richard Ford: Un trozo de mi corazón

Un hombre se mueve llamado por las obsesiones de su prima, que le alcanzan y le obsesionan también a él, quizá porque siempre ha tenido esas mismas obsesiones: estar juntos, disfrutar juntos, ser juntos algo que no pueden ser estando con otras personas. Viaja y deja a una mujer atrás para reunirse con su prima y sus obsesiones, para abrazarla furtivamente, para amarla sin que se entere el marido de ella. Y en el viaje se encuentra con otro hombre, un hombre que se ha perdido, que no sabe encontrarse, que se ha tirado al agua de un río a medias buscando suicidarse y a medias buscando que lo rescaten quienes presencian su intento de hallar un sentido a su vida y a una posible muerte calculada. Son dos seres que en nada se parecen. Uno desea y actúa. El otro no desea, no quiere desear. Uno elige una dirección y corre. El otro quisiera volver atrás siempre y que no hubiera direcciones. En el sur de unos Estados Unidos donde no ha desaparecido el racismo, en el que ancianos aún vigorosos se expresan mediante improperios y palabras gruesas e insultos constantes que no siempre humillan y pueden ser a veces casi una muestra de cariño, en unas tierras perdidas, los dos hombres va a saber quiénes son y a dónde les llevan sus certezas y sus miedos.
Richard Ford es uno de los más grandes escritores de nuestro tiempo. Libros como "Rock Springs" y "El día de la Independencia" lo atestiguan. "Un trozo de mi corazón" es su primera novela, pero no es en absoluto una novela de principiante, una novela menor, sino una gran obra de un magnífico autor. Empieza con una escena en la que un chico dispara contra un hombre y lo mata. Ese hombre es el que ha recorrido muchos kilómetros para reunirse con su prima. El chico no lo conoce, no ha entrado en su vida más que en el momento en que lo mata. Con eso, Richard Ford nos avisa de lo imprevisibles que son nuestras vidas, de lo vulnerables que somos, de qué breve puede ser todo cuando corremos por un hilo que está a punto de romperse. Quizá nos dice que la propia existencia es ese hilo quebradizo. Y esta novela, magnífica crónica de un tiempo de ilusiones en fuga, de opacas y furiosas experiencias que huyen como caballos desbocados sin darnos tiempo a entenderlas y a saber si en verdad nos pertenecen, sirve para que sepamos un poco más, para que nos paremos a ver las vidas ajenas y a entender algo de lo que se escurre en la fugacidad y en la idiotez de lo que vuela ante nuestros ojos.
Richard Ford es un narrador excepcional, de los más grandes que ha dado la literatura en cualquier país y en cualquier época. Llega a la médula de las historias con una facilidad, con una sencillez, con una transparencia que me trae a la memoria a autores como Steinbeck y Fitzgerald, tocados por una especie de gracia que les evita alejarse del camino exacto, de las palabras exactas, de los hechos imprescindibles para que el lector tenga en todo momento la sensación de que no está ante una novela sino ante una historia absolutamente real, necesariamente real. En este libro, en que se alternan las partes vistas desde la perspectiva del personaje que busca a su prima con las del que se busca a sí mismo, hay unos capítulos breves, en cursiva, que traen recuerdos del pasado del segundo personaje de una categoría superlativa, de una concisión y una fuerza expresiva casi sin igual. Son como epifanías en la vida y formación de ese personaje, un muchacho que acompaña a su padre, viajante, y recorre con él ciudades y lugares que dejan una marca indeleble en su memoria y en su alma. Pocas veces he leído páginas con tanta calidad literaria y tanta verdad dentro. Son un ramillete de textos perfectos para la relectura, que pueden abordarse en cualquier momento, como si se tratara de pequeños poemas en prosa, y cada uno cuenta algo diferente, algo esencial, cada uno contiene una poderosa certidumbre que podemos casi palpar.
"Un trozo de mi corazón", novela que no le reportó a su autor muchos lectores al principio, cuando se publicó en los Estados Unidos, vuelve para abrazarse ahora con los que no supieron que este libro había sido publicado. Era una cita marcada en un calendario con paciencia y con sabiduría.


Texto recomendado: "En 140 caracteres más o menos", en el blog de Papelucho

Crónica negra (Un flic), de Jean-Pierre Melville

Esta película está llena de silencios. Y a mí, que siento devoción por las palabras -bien dichas-, pero también por los silencios -inteligentes, de efectiva elocuencia-, me resulta fascinante. Los diálogos se han reducido al mínimo, a la más pura esencia, y sólo aparecen cuando son absolutamente indispensables. Las miradas, como en pocas películas que yo haya visto, expresan a la perfección los sentimientos de los personajes, el odio y la violencia, el amor y el deseo, la inquietud y la arrogancia, y la cámara se para ante los ojos de los actores, los escruta, les concede un espacio cinematográfico casi inaudito desde que el cine dejó de ser mudo.
Es la historia de cuatro atracadores y un policía -el "flic" del título original -que trabajan, cada uno en lo suyo, con pasión y entrega, con profesionalidad y atención máximas. Unos roban bancos y también droga a traficantes para luego vendérsela a los propios traficantes y el otro cumple con su cometido sin dejar que una sola sonrisa aflore a sus labios. Inevitablemente se cruzarán los caminos y la historia se complica moralmente, queda abierta pese al duro final, deja planteadas cuestiones que el espectador ha de resolver por su cuenta y según su visión de las cosas, como ocurre con el mejor cine y el mejor arte, que puede suscitar y provocar, pero no incluye en sus páginas ni en su pleno espacio todas las preguntas y todas las respuestas. Melville legó a la posteridad una obra maestra de la elipsis y el silencio pujante, grávido, contrito, áspero y relumbrante. Una escena final de pura antología, tanto por la elección de los encuadres como por la velocidad a la que se desarrolla. Una entrada en el fundido en negro con que se acaba toda película cuajada de ritmo y de tensión dramática. Una película, en definitiva, que está tocada por la gracia del genio y que se situó en lo más alto del cine negro de todos los tiempos y ahí permanece, incontestable y ejemplar cuando se habla de lo mejor que el género ha dado, de qué caminos se han abierto con las cintas negras y aún no se han explorado del todo. Una película que seguro que resistirá el paso del tiempo sin merma alguna.

Sergi Bellver y Matar en Barcelona (Alpha Decay)


En la Bitácora de Sergi Bellver, un profesor y editor que sabe como pocos del relato y su técnica, hay un texto dedicado a un libro de reciente publicación que no puede dejar de tener un espacio en este rincón dedicado a la novela negra. Como el texto de Sergi Bellver es sencillamente excelente, dejo aquí la recomendación para su visita y la lectura de sus palabras entonadas y plenas de sentido.

Santiago Negro: una fiesta para los escritores y sus lectores


El Festival Internacional de Novela Negra Santiago Negro será una oportunidad única para conocer y dialogar con los principales exponentes de la novela negra de Chile y España.

El Centro Cultural de España, la Biblioteca de Santiago, la Cineteca Nacional, el Centro Cultural Estación Mapocho, la Universidad Diego Portales, la Universidad Central, la Universidad Católica de Chile, la Fundación Pablo Neruda y la Municipalidad de Pudahuel, se unen para realizar un evento inédito en las letras chilenas, el Primer Festival Internacional de Novela Negra Santiago Negro, actividad que se suma a otros encuentros de similares características, como la Semana Negra de Barcelona, la Semana Negra de Gijón y Getafe Negro.

El Festival Internacional de Novela Negra Santiago Negro será una oportunidad única para conocer y dialogar con los principales exponentes de la novela negra de Chile y España, quienes animarán un atractivo y singular programa de mesas redondas, talleres y lecturas que se realizarán entre los días 14 y 18 de octubre de 2009, en las sedes de las entidades organizadoras.

Los más de cuarenta autores nacionales e internacionales invitados a este inédito evento, participarán en el desarrollo de mesas redondas, lecturas, conversaciones con el público y talleres. Junto a lo anterior se exhibirán películas y series de televisión relacionadas con el género negro. Se contará con números musicales, presentaciones de libros y actuaciones de cuenta cuentos, más otras actividades dirigidas a los lectores de todas las edades.

Las mesas redondas estarán dedicadas a conversar sobre el estado de la novela negra en Chile y en España; los secretos y las motivaciones de los autores de novela negra; la literatura policial y los jóvenes lectores; la presencia de las mujeres en la creación de novelas policíacas; las huellas de los principales autores del género; y las claves para la creación de un detective de ficción, entre otros atractivos temas.

También se ha programado una serie de talleres dirigidos a estudiantes y público en general que tratarán sobre “los secretos para escribir una novela negra” y “las claves para ser un buen lector de narrativa policial”. Además, la Universidad Diego Portales dedicará su “Cátedra Bolaño” a uno de los autores españoles invitados, quien expondrá sobre su obra.

El Festival Santiago Negro tendrá una feria del libro dedicada exclusivamente a la exposición y venta de narrativa policíaca, tanto de autores chilenos, como extranjeros. Y la entrada a todas las actividades del Festival Santiago Negro será gratuita en todos sus escenarios.

James Lee Burke: El Huracán

En otros textos de este blog habréis podido leer sobre mis deseos de hallarme ante una novela negra tan importante como una novela de William Faulkner, con enjundia narrativa y creativa, que se acerque al género negro desde una perspectiva estrictamente literaria. No diré que "El huracán", de James Lee Burke, es esa novela, que cumple todo lo pedido, pero está en el camino.
La novela negra actual se halla empantanada en homenajes vacíos, investigaciones de técnicos y aficionados increíbles, sobrevive ahogada entre tantos volúmenes creados para las buenas ventas y para reportar beneficios cuantiosos y camina muy lejos de la verdad. Dashiell Hammett sigue siendo el faro porque bajó a la calle y desde allí contó lo que se cocía en su tiempo. Raymond Chandler sigue siendo un referente indispensable porque le puso literatura al invento y una dignidad creativa -en "El largo adiós" sobre todo- inigualable. Ross Macdonald nunca dejará de ser un maestro, porque dotó a los personajes de una profundidad psicológica sin parangón. Giorgio Scerbanenco añadió piedad y elegía a sus historias. Dennis Lehane trata temas con cuestiones morales al fondo que implican a la fuerza al lector. Lorenzo Silva, en nuestro país, nos ha acercado al mundo del policía realista y anónimo y sin grandilocuencia, cierto y fácilmente entendible. Y James Lee Burke, ese admirador de Faulkner que no desentona apenas, ha conseguido hacer historia con el Katrina de fondo y con un ritmo y unos personajes absolutamente creíbles y de una altura literaria magnífica.
"El huracán" es una gran novela. Quizá es un drama con ingredientes policiales, si queremos afinar en la catalogación. Todos los personajes tienen vida, se alzan ante nuestros ojos con atributos, con luces y sombras, y revelan que Burke es un escritor de gran talento, que nada tiene que envidiarle a ningún gran escritor de fuera del género. Nos habla de la pena y la redención, de la culpa y del remordimiento, de los pobres y los ricos, de los actos que condenan y los actos que ayudan a limpiar, de la familia y de los solitarios, de la venganza y del miedo, de la policía y de los delincuentes sin separarlos de manera brutal, como acostumbran en la mayor parte de las historias policiales y negras. La voz del narrador es cercana, confesional y arrebatadoramente sincera, incluso cuando habla del oficio de su dueño, un policía ex alcohólico y vulnerable que es, ante todo, persona y sabe mirar a su alrededor y sabe distanciarse y sabe criticar y criticarse. El poso de violencia de la historia no corre hacia un pozo aún más negro -o rojo, como prefiráis- y las historias que se cuentan no acaban todas en medio de escupitajos de armas de fuego. Son cuatrocientas páginas sin desperdicio, sin excesos, sin prisas pero sin pausas, que levantan una trama en la que hay lugar para lo muy destacable y también para lo reseñable a pie de página, para lo que destella y para lo que se muestra con una pequeña luz en medio de la tiniebla. Dave Robicheaux es un personaje muy faulkneriano, la novela y su ambientación son claramente faulknerianas, el acercamiento a los temas religiosos y trascendentes es faulkneriano. Y no como homenaje, sino como resultado del caminar por una senda. Burke tiene su propio mundo, pero también tiene un maestro y no oculta sus cartas. Se ha arrimado a un buen árbol.
Me gustan estas novelas en las que no hay prisas -sólo me disgusta el final, algo peliculero y ligero, algo fuera de lugar entre tantas buenas escenas-, en que los personajes se construyen ante nuestra mirada, en que se relacionan entre sí con asco, con vehemencia, con aburrimiento, con alegría o con dolor, como en la vida misma, en que vemos cómo las familias actuales sobrellevan el peso de la historia con fuerzas mermadas e ilusiones reverdecidas, en que un narrador que pertenece a las fuerzas del orden tiene los ojos abiertos y ve el mal fuera y dentro de su espacio de trabajo, en que los hombres y las mujeres luchan para mirarse en los espejos sin que haya vanidad de por medio. Me gusta que en "El huracán" no se abuse de la fuerza de un hecho histórico, que se haya integrado en la novela y en la historia no como un efecto ni como un relleno, sino como algo natural y de lo que había que hablar porque se ha vivido. Y es que, en definitiva, las mejores novelas son aquellas que nos hablan de vivencias y de recuerdos, nuestros o ajenos, posibles siempre, y nos dejan a personajes que nos hacen creer que están vivos y son tan reales como nosotros mismos.


Texto recomendado: "Revista Batarro", en el blog de Miguel Sanfeliú