Pasaos a ver, a leer. Además, es gratis.
38, número 7
Pasaos a ver, a leer. Además, es gratis.
"Última noche en Granada": Texto de contraportada
¿Puedes haber matado a un hombre y no saber por qué lo has hecho? ¿Puedes seguir pensando después que no eres una mala persona? Luis Castillo, el protagonista y narrador de esta novela, tiene que hallar la respuesta a esas dos preguntas. Afortunadamente, no está solo: cuenta con Beatriz, una mujer que le quiere y le ayudará a dar los pasos más adecuados. Con ecos de novela negra y una escritura medida, lírica y muy narrativa, Última noche en Granada les gustará por igual a los que buscan una historia entretenida y a los que se acercan a un libro para ir más allá de lo contado, de lo aparente.
Rafael Chirbes: Los viejos amigos
Ross Macdonald: Costa Bárbara
Nota: Hoy hace 94 años que, en un pueblo de California, nació Ross Macdonald
"Última noche en Granada": para los lectores
La novela negra es la tragedia griega de hoy
Frase afortunada de José Jiménez Lozano, idea que alguna vez he defendido aquí, sobre todo a propósito de algunas novelas de Ross Macdonald.
Aquí está el enlace con la entrevista en que lo afirma.
Foto: Joan Colom
Leonardo Padura: Pasado perfecto
La nostalgia campa a sus anchas por cada escena, los recuerdos sirven para hablar de la revolución cubana y para verla según lo que iba a ser y lo que ha sido -o le han dejado ser-. Padura, como Hammett, como Chandler, como Vázquez Montalbán, entona un discurso crítico, ve la realidad con ojos nada complacientes, se empeña en señalar los defectos de la sociedad en la que vive, pero no se queda ahí: nos acerca sus apuestas, sus miedos, sus deseos mediante una ficción que adivinamos escuálida -palabra muy querida por Conde- en ocasiones, permeable, sólo ficción porque con la ficción parece que entendemos mejor, que empatizamos mejor. Padura, en "Pasado perfecto", con una historia en la que nada sobra, gracias a la implicación de todos los personajes en la realidad contada, al inteligente uso del pasado y del presente que se complementan y son uno y son dos imposibles de unir a la vez, ha escrito una de las novelas que marcarán el futuro del género, que no malgastan fuerzas en la anécdota policial, que usan valiosos materiales de la realidad que en otro tipo de novelas no le llegan al lector de manera tan real y sincera, tan útil y tan capaz de mover a la actuación, viejo deseo de los viejos novelistas mayores que siempre se acercaron a la cuartilla en blanco para dejar constancia de que habían vivido y merecía la pena seguir viviendo.
Cierra el blog "El síndrome Chéjov"
Giorgio Scerbanenco: Los milaneses matan en sábado
Son unos malvados que se llevan a la muchacha para prostituirla, para pasearla por las casas en que se abusa y se calla porque se recibe a cambio dinero, que usan a una persona como no usarían a una bestia, que la exprimen hasta que queda hueca e inservible, que nunca se arrepienten, nunca sufren por ninguno de sus actos, ni siquiera cuando deciden deshacerse de una muchacha retrasada mental golpeándola con una piedra en la cabeza y tirándola luego a una hoguera, en el campo, aunque aún no está muerta, para que se descomponga, se vuelva humo y nada.
Edward Wright: La luna de Clea
Benjamin Black: El secreto de Christine
Lectura recomendada: "Como el humo", un relato corto -o microrrelato - absolutamente ejemplar, de gran calidad literaria, en el blog de Raúl Ariza.
Richard Ford: Un trozo de mi corazón
"Un trozo de mi corazón", novela que no le reportó a su autor muchos lectores al principio, cuando se publicó en los Estados Unidos, vuelve para abrazarse ahora con los que no supieron que este libro había sido publicado. Era una cita marcada en un calendario con paciencia y con sabiduría.
Texto recomendado: "En 140 caracteres más o menos", en el blog de Papelucho
Crónica negra (Un flic), de Jean-Pierre Melville
Sergi Bellver y Matar en Barcelona (Alpha Decay)
Santiago Negro: una fiesta para los escritores y sus lectores
James Lee Burke: El Huracán
Texto recomendado: "Revista Batarro", en el blog de Miguel Sanfeliú
E. L. Doctorow: Billy Bathgate (y 2). Crítica
(Edición de la lectura: Puzzle. Roca Editorial. Mayo 2006)
Texto recomendado: "La última oportunidad, Richard Ford", en el blog de Blanca Vázquez
Frozen River, de Courtney Hunt
E. L. Doctorow: Billy Bathgate (1). Primer capítulo
J. Ernesto Ayala-Dip y la novela negra
En un valioso artículo, "El placer del abismo", aparecido en El País, este crítico de merecido prestigio nos deja frases tan interesantes como éstas:
"Todos los caminos de la novela policíaca conducen al mal. Palabra tabú durante siglos, deviene ahora un concepto con el que se coquetea".
"Auden, a quien molestaba la palabra evasión cuando se refería a la novela policíaca, consideraba a Raymond Chandler un artista absoluto".
"No hay en la literatura policíaca detective privado, policía o periodista implicado en una causa criminal (además de conmoverse más o menos por sus consecuencias) que no sea consciente de que su operación de develación es ante todo una operación moral".
"Las sutiles inducciones del freudiano investigador Lew Archer de Ross Macdonald".
Frases muy certeras que aumentan mi estima por este buen crítico, que en el mencionado artículo defiende con pasión y razón las novelas de Fred Vargas y Stieg Larsson.
Texto recomendado: "Mis amores", en el blog de Graciela Barrera
Margaret Millar: Más allá hay monstruos
E. L. Doctorow y Miscelánea, una editorial a tener en cuenta
Enemigos públicos, de Michael Mann
Isaac Asimov: El sol desnudo
"El sol desnudo" es una novela negra del futuro, además de una novela de ciencia ficción. El universo de los robots inteligentes de Asimov brilla con su mayor fuerza en esta historia protagonizada por un policía de la Tierra y un robot del planeta Aurora que investigan varios asesinatos en Solaria, el mundo de los más avanzados humanos. Asimov nos habla de la soledad, del miedo al otro, de la independencia, del amor frustrado, del desengaño, de los espacios abiertos y los espacios contaminados, de las cualidades humanas y las aptitudes robóticas trenzando un argumento entretenidísimo, cabal y sin exceso de ningún tipo, algo que lamentablemente ya es difícil ver en la novela negra actual, tan dada a argumentos retorcidos, a idas y venidas de los investigadores y a golpes de efecto para colegiales. Salimos de la novela sabiendo más de un posible futuro de la humanidad y, sobre todo, mucho más de la humanidad en su conjunto y sin acotación de espacio temporal alguno. Y es que el viejo Asimov pertenecía a la raza de los humanistas, de los que querían saber más del ser humano y de sus complejidades, tanto íntimas como sociales, en las que fue un absoluto maestro, como demuestra su ciclo de la Saga Fundación, que tanto nos ayuda a entender la historia del pasado de nuestra humanidad.
Malas temporadas, de Manuel Martín Cuenca
Javier Puche en "Microrrelato en Andalucía"
RBA SERIE NEGRA
Ricardo Bosque: Suicidio a crédito
Lorenzo Silva: Nadie vale más que otro
Entre los méritos de Silva hay dos que se ven en el primer relato de este libro, "Un asunto rutinario", que son su crítica medida y eficaz a una sociedad que ha perdido sus mejores valores y el tratamiento de temas casi cotidianos, que podrían aparecer mañana en cualquier periódico, y que afectan a gente normal. En esta historia, un hombre de El Ejido, pueblo de Almería, es asesinado en Madrid cuando compraba droga. A qué se dedicaba el muerto -al negocio de los coches de segunda mano-, cómo lo engañaron, quiénes lo mataron no forma parte de una estrategia para entretener únicamente al lector, sino que Silva se vale de elementos de nuestra más cercana realidad para poner a ese lector ante un espejo que, mediante la literatura, le hará meditar y acaso recapacitar sobre ciertos asuntos muy útiles y muy próximos apenas situemos un pie en la calle: el dinero fácil, las drogas, los negocios fracasados, la delincuencia que viene de fuera. Es Lorenzo Silva un escritor realista, con todo lo que eso conlleva, y sus méritos son muchos y sobrados para decir que es un gran escritor, uno de esos que son hijos de su época y la miran con los ojos abiertos.
Segundo relato: "Un asunto familiar".
Los lectores habituales de Lorenzo Silva sabemos que el sargento Bevilacqua es un personaje especial, mimado por su autor y creado a conciencia, tanto que parece existir de verdad, como nos pasaba leyendo las aventuras de Plinio, el guardia surgido de la imaginación de Francisco García Pavón, tan absolutamente creíble. En el relato "Un asunto familiar" veo a Bevilacqua muy cercano a Plinio, a una filosofía vital que les emparenta y los convierte en inolvidables, ya que no hay en ellos la insulsez ni la violencia de otros que se han dedicado al mismo oficio investigador -aquí y en cualquier otro país- llevando su ego siempre por delante. Son observadores y también comprensivos, son humanos. "Por eso tenemos que cazar a este cabrón. Siempre habrá otros, y ya sabes lo que nos encontraremos cuando lo tengamos en la jaula, a un pobre tipo que nos dará todavía más lástima que asco." Porque de eso se trata también en la profesión de investigador: ver lo horrible sin cegarse, ver lo abominable sin perder el raciocinio. Con el trabajo que realiza, Bevilacqua se siente confiado y más o menos seguro, porque tiene que descubrir a los culpables y ponerlos a buen recaudo y sabe que efectúa una labor de limpieza interesante, inevitable, que no nos deja del todo sin esperanzas. Y en este caso, con una niña violada y tres familiares como sospechosos, la pesadumbre con que se mueve es superior, la tristeza más honda e intuye que la resolución del caso será abrumadora. El mal está hecho y hay que hurgar, hay que encontrar a quien dejó que su caballo interior se desbocara. Mira la foto de la niña muerta y piensa que ésa es "la cara que tenía antes de que la muerte se la vaciara de luz." Y ahora ha de encontrar al asesino, que se ha quedado también sin luz interior, tanto si es consciente de ello como si no. "Un asunto familiar" está escrito para ser leído y releído y gana cada vez que nos paramos a leerlo y a pensar.
Tercer relato: "Un asunto conyugal".
No malgasta palabras ni fuerzas en tonterías Lorenzo Silva. Esto, que parece de poca importancia, en el reino de la novela negra tiene más de lo que parece. Porque mientras otros malgastan el ingenio y la fuerza en novelas con mucho ruido y pocas nueces, Lorenzo Silva afina y deja relatos tras de sí con plausible sencillez y ajustada inteligencia -la que pocos poseen en su justa medida, pues el escritor no ha de ser ni demasiado listo ni demasiado tonto, y hallar el punto justo es realmente difícil-, sin tiros al aire ni en cuerpos que no se lo merecen. Este relato es buena prueba de lo que afirmo, y además un paso más en la labor encomiable de un escritor progresista a todas luces que no se conforma con lo ya sabido y visto, que introduce en sus textos elementos para pensar y que los lanza a la sociedad para que todos los interesados piensen y escapen de la rutina a que nos abocan las noticias de los telediarios y periódicos de grupos de comunicación a que estamos tan acostumbrados pero a las que no escapamos porque tampoco nunca nos lo hemos propuesto. El tema del relato, los malos tratos, la muerte de un mujer seguramente a manos de su marido, no es un ejercicio de estilo ni de vanidad literaria en manos de Lorenzo Silva, sino un perfecto caso para mostrar otras cosas, otra mirada, otras intenciones, otro camino a lo trillado y dado por sabido con gesto de desdén casi siempre. Es un relato sencillo, transparente. Y además una de esas historias que dentro de cien años hablarán más y mejor de nuestra época que ningún documento, ninguna película y ningún ensayo. Para esto queremos la literatura, ¿verdad?
Cuarto relato: "Un asunto vecinal".
Aborda de nuevo Silva con inteligencia y riesgo en este relato un asunto que a todos nos incumbe: la inmigración. Aparece muerto un inmigrante ecuatoriano en un pueblo de Murcia y en la búsqueda del asesino nos presenta nuestro autor a una comunidad en la que un importante tanto por ciento de sus habitantes son personas venidas de otros países. Las relaciones entre ellos están muy bien esbozadas en tan pocas páginas, así como las de los inmigrantes con los autóctonos. Silva apuesta una vez más, crea desde su visión de hombre comprometido con nuestra realidad social, desde un punto de vista genuinamente progresista, con tacto y con riesgo, como decía más arriba, pues no se conforma con los lugares comunes e incluso en la última página del relato da un paso más y nos deja servida una honda, porosa meditación a la que nos convoca a todos los lectores que buscamos algo más que pasatiempos en los libros.