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Robert Wilson: La ignorancia de la sangre

Éste es el libro que cierra una tetralogía dedicada al personaje del inspector jefe Falcón, de Sevilla, ideada por un escritor del Reino Unido y que alcanzó su momento más destacado en la segunda entrega, "Condenados al silencio", novela de la que he hablado en este blog. Robert Wilson es un buen escritor. Se pone al servicio de una novela negra que tiene tópicos insalvables (o casi) dentro, difíciles de sortear cuando se quiere abarcar mucho. Porque aquí hay una historia de venganza, otra de espías, otra de amor, otra de padres e hijos, otra de pasados complejos que saldrán a la luz antes o después, otra de mafia, otra de terrorismo. Es mucho, quizá incluso para una tetralogía. Pero Wilson no desfallece, y se pone, como digo, al servicio de lo que ha imaginado y del género que ha elegido y se mueve en él con libertad, con soltura y con oficio, con gran dignidad, además de con algo aún más interesante: mimbres de autor con un mundo propio y una capacidad destacable para crear personajes e hilar historias. No es un autor menor Robert Wilson y los fallos de estos libros hay que achacárselos más a las servidumbres planteadas por el subgénero que a la impericia del creador. "La ignorancia de la sangre" es una novela para amantes del género, no vamos a engañarnos, y no sale del mundo acotado de la novela negra. Pero dentro de ese mundo hay que reconocerle a Wilson su buena labor manejándose en un país que no es el suyo, con personajes que ha tenido que crear digamos que desde el principio, sin agarrarse a lo que ha visto o leído, sumergiéndose en otra cultura y en el carácter de los españoles y de los andaluces. Es creíble el inspector Falcón y son plausibles las tramas. Además, de vez en cuando el lector encontrará frases, diálogos de gran calidad, en los que late la capacidad de este buen escritor para acercarnos a reflexiones que no son vanas.
Como se cierran varias historias, iniciadas en libros anteriores, aunque el libro puede leerse sin saber nada de ellas, diré que en esta aventura Falcón tiene que lidiar con una trama rusa, mafiosa, que hunde los pies en varios fangos de corrupción y tráfico de influencias y de drogas que sabemos que no están sacados sólo de la mente de este escritor. Enfrentarse a los que matan sin pensárselo supera a cualquier polícía, pero Falcón va a resolver los casos gracias a que trabaja en grupo y cuenta con un equipo leal y bien preparado, de anónimos policías que dan el do de pecho, que no sucumben, que se entregan de verdad. Es un poco idílica esta visión, pero a ratos los lectores de novelas negras queremos creer en estas cosas.
Con todo esto, con un capítulo muy destacable, inolvidable y de lo mejor de la tetralogía, que es el de un acto terrorista en alta mar contado casi desde dentro de la mente del personaje que lo lleva a cabo, tenemos como resultado un libro cuya lectura resulta muy atractiva, que entretiene más y mejor que ninguna película que aborde temas parecidos y que nos deja con ganas de leer más historias protagonizadas por Javier Falcón.

Robert Wilson: Los asesinos ocultos (y 5). Crítica


Hay que ser ambicioso para escribir una novela de casi quinientas páginas. Hay que saber manejar trama y personajes con destreza. Hay que dominar ambientes, caracterizaciones, detalles. Robert Wilson, después de "Condenados al silencio" (comentada en este blog), se atreve con una novela en la que hay un atentado, sospechosos africanos, sospechosos sevillanos, policías y agentes del servicio secreto. Y malos tratos, corrupción, hasta un emergente partido político que no ama precisamente a los que vienen de Marruecos. Hay que ser un buen escritor para manejar muchos datos, para no mentirle al lector, para atraparlo durante tantas páginas. Wilson se vale de varios personajes y varios escenarios ya presentados en anteriores novelas y aborda temas absolutamente actuales pero no se pilla los dedos: apunta teorías, ideas, pero en ningún caso trata de ir más allá de donde la lógica puede llevarle, con lo que respeta así una regla que no suele ya respetarse en los best sellers: la credibilidad. Y es que Wilson también respeta al lector, no lo coge de la mano para llevarlo a lugares que al terminar la lectura del libro se nos olvidan sin más, sobre todo por culpa de un exceso de fantasía, como a tantos otros les ocurre. Wilson escribe para mucha gente y lo sabe, es consciente de sus limitaciones pero también de su bagaje y "Los asesinos ocultos" es, por tanto, algo más y mejor que un entretenimiento, nos deja a un personaje más perfilado y humanizado, el inspector Falcón, y una mirada crítica sobre los elementos que se usan para manipular y matar a los ciudadanos de un mundo cada vez más lleno de mentiras, manejos oscuros y hombres de paja. Es bueno saber un poco más de nuestro aquí y ahora, que nos lo cuente alguien con los ojos limpios y con actitud poco complaciente. Wilson no ha escrito su mejor novela, pero no me ha defraudado tampoco. Aunque sigo prefiriendo la anterior, no dudaría en recomendar la lectura de ésta. Apagad la radio, la televisión, y dejáos llevar por las frases, las imágenes, por el placer de leer. Cuando mengüe el sonido de tanto disparo enlatado empezaréis a disfrutar.


(Foto: Agencia Efe)

Robert Wilson: Los asesinos ocultos (4). Políticos con carisma


Mientras la ciudad anda preocupada y temerosa con que pueda haber más atentados, mientras el inspector Falcón investiga, un nuevo político emerge para solucionar los problemas - o, al menos, conseguir más votos y hacerse socio del Partido Popular, dicen los que mandan en él-, un joven que aún no tiene todo el carisma, pero puede llegar a tenerlo:

- El carisma no es más que una forma intensa de fe en ti mismo... Jesús Alarcón ha tenido siempre esa seguridad. Ha tenido que afrontar serios reveses personales, lo que, para mí, da una medida del hombre mucho más atinada que su capacidad para manejarse en las finanzas internacionales. Posee esa fuerza interior y ese sentido común que poseía nuestro anterior presidente...

- Muy bien...Y, por cierto, estoy de acuerdo contigo en lo del carisma, en que es una forma intensa de fe en uno mismo. Pero también hay en el carisma algo que ciega. El amigo más íntimo del carisma puede acabar siendo la corrupción: crees que puedes hacer lo que sea con impunidad.

Y es que la bomba no siempre mata, sino que también da nuevas vidas, según la retorcida manera de ver y vivir de ciertos oportunistas. Falcón, el inspector, opina al respecto: "El terror no es más que una herramienta para provocar un cambio. Miren el caos que ha creado esta bomba. El terror concentra la atención de la gente y crea oportunidades para los poderosos. La población de esta ciudad está huyendo. Con un pánico así, lo más inimaginable se vuelve posible."
Robert Wilson narra, pero también da datos, analiza, y eso convierte esta novela en ficción pero a la vez en un valioso documento que, desde la imaginación, viaja hasta una realidad palpable e inquietante, con manejos tras el telón que podrían dejarnos verdaderamente helados a los ciudadanos sencillos. La historia tiene como escenario Sevilla pero pienso que podríamos cambiar la localidad e incluso el país y veríamos que se habla de males que aquejan casi a cualquier país occidental, donde la verdad oficial es una y la verdad auténtica otra. Felicitémonos por tener a escritores como Wilson, que valientemente nos acercan a los pozos y nos asoman y, sin movernos de nuestras casas, nos ayudan a saber un poco más, a ser menos ingenuos y a estar menos desinformados.


(Foto: Robert Frank)

Robert Wilson: Los asesinos ocultos (3). Empresa = secta religiosa


Ha estallado una bomba en un edificio en cuyos bajos hay una mezquita. Muertos, heridos, confusión, ruido de ambulancias, muchos cámaras de televisión, jóvenes armadas con micros buscando cazar exclusivas, policías y Javier Falcón al frente de la investigación. Son muchas páginas y están narradas con gran pulso, verosimilitud y los detalles necesarios, sin sensacionalismo, de manera vívida y reveladora de la potencia creadora de Wilson, en la que hay imágenes perfectamente adaptables al cine pero también continuas meditaciones sobre la marcha y lo que vamos viendo que son pura literatura, esos elementos que engrandecen el noble arte de la ficción. Un poco más adelante hay un ejemplo magnífico, cuando Falcón visita una empresa llamada Informaticalidad: la narración, en una tercera persona muy próxima al personaje, alterna la acción con rápidas meditaciones que dibujan a la perfección lo que ve y siente un Falcón fastidiado, incómodo en aquel lugar:
- ¿En su empresa hay mujeres, señor Torres?
- La recepcionista que le ha atendido es...
- ¿Cómo hace la selección de personal, señor Torres?
- Ponemos anuncios en escuelas de administración de empresas y en agencias de colocación.
- ... ¿A cuánta gente han despedido este año?
- A nadie.
- ¿Y en los dos últimos años?
- A nadie. Nosotros no despedimos a nadie. Se van solos.
- Así les sale más barato.
Falcón no puede dejar de ver dónde está, y en el servicio descubre "una placa electrónica sobre cada urinario en la que aparecían citas de la Biblia y máximas inspiradoras sobre el mundo de los negocios. Informaticalidad extraía lo mejor de sus empleados rodeándolos de una cultura no muy distinta a la de una secta religiosa." La empresa es propiedad de un grupo inversor estadounidense. Ya fuera, observa Falcón que "El edificio de Informaticalidad , una jaula de acero recubierta de cristal opaco, reflejaba los alrededores. En lo alto del edificio había cuatro banderas con logos de empresa: Informaticalidad, Quirurgicalidad, Ecograficalidad, y por último un cartel un poco más grande que mostraba unas gafas a través de las cuales se veía un horizonte y, por encima de ellas, la palabra Optivisión. Alta tecnología, instrumentos quirúrgicos robóticos, máquinas de ultrasonidos y equipo de láser para corregir defectos visuales. La compañía tenía acceso al funcionamiento interno del cuerpo. Podían ver en tu interior, quitarte e implantarte cosas y asegurarse de que veías el mundo igual que ellos. Eso desasosegó a Falcón."


(Foto: André Kertész)

Otro texto: "Adorar al patrón"

Robert Wilson: Los asesinos ocultos (1). En Sevilla


Robert Wilson es un autor que escribe para que lea mucha gente. ¿Es eso malo, es eso algo que le desprestigia? Claro que no. Wilson no es Scott Fitgerald, pero sus libros ofrecen mucho más que aventuras o investigaciones estereotipadas. Ahora que en España hay autores de best seller autóctonos y suplementos culturales como Babelia les prestan una sorprendente atención -cómo echo de menos épocas en que se apostaba por el riesgo, los nuevos valores sólidos, incluso las apuestas generacionales o de grupo, en fin-, ahora que tenemos varios premios de mucho dinero y con críticas firmadas por reputados profesores y estudiosos de la literatura, con vencedores como Prada, por ejemplo, que copan espacios que antes eran menores o destinados a la valoración claramente desdeñosa, creo que los empeñados en la tarea deberían leerse también novelas como ésta, una apuesta valiente desde el género para abordar temas actuales con un bagaje necesario y que demuestra interesante análisis y buena caracterización de los personajes y sus motivaciones psicológicas. Porque están los libros hechos para que se vea el talento despilfarrado del creador y los libros hechos para que se vea la honradez y el oficio del ejecutante. Este caso es el de Wilson, que quizá nunca ocupe un lugar destacado en los estudios de literatura de ningún país, pero viene dando una serie de obras muy interesantes, que se desarrollan en nuestra Sevilla y tienen a un inspector de policía español como protagonista, lo cual no es poco en una época de secretos da vincis, luchas esotéricas en la segunda guerra mundial, detectives que investigan con criterio independiente en la guerra civil española y demás. Con una prosa al servicio de la historia, algunos excesos achacables a la necesidad de hallar un espacio cercano a la originalidad, algunos personajes muy creíbles y unas buenas descripciones de la ciudad andaluza más conocida, Wilson apuesta por mostrarnos mucho de la vida interior de los personajes y sirve escenas en que la tensión atrapa al lector con una fuerza que ojalá tuvieran muchos libros más importantes. Y partiendo de ciertos tópicos, de algunas imágenes y sentimientos trágicos, envía algunos puñados de literatura que merece la pena valorar en su justa medida.