Texto recomendado: Pasión por Sherlock Holmes, en el blog de Francisco Machuca
Graham Greene: "Una pistola en venta"
Texto recomendado: Pasión por Sherlock Holmes, en el blog de Francisco Machuca
Didier Daeninckx: El gigante inacabado (y 3). Crítica
Juan Goytisolo, Premio Nacional de las Letras
Foto: Antonio Moreno
Lectura recomendada: el blog "El mundo del seguro"
Juan Marsé, Premio Cervantes 2008
Didier Daeninckx: El gigante inacabado (2). Autenticidad
Didier Daeninckx: El gigante inacabado (1). El paro sólo golpea a los inocentes
Mariano Sánchez Soler: Carne fresca
Rosa íntima, de Rosa Silverio
Hay un camino en este libro, un dolor palpitante y una entrada en un espacio, íntimo y delicado, en el que la voz que hace poesía también deja escapar un lamento en el que hay aguijones y alas rotas, sexos cerrados y piernas que se pierden y no saben regresar, que no se reconocen a sí mismas aunque vuelvan a ocupar el lugar de antaño, porque de eso trata este libro de poesía y de esperanzas partidas, este canto que resuena en un interior pero que nos llega también mediante las páginas de un libro que es necesario abrir, en el que hay que dejarse caer como lo hacemos en el suelo después de habernos roto un hueso. Rosa Silverio es una mujer que sabe de qué están hechas las despedidas, así como los encuentros; sabe de qué se compone el desamor, así como el amor; sabe cómo crece la rosa del poema y sabe cómo hacerla caer con un soplido de versos que traen, ante todo, humanidad al que se acerca a su puerta y a su canto.
Este libro no está plagado de tópicos ni de versos para recitarle a una amada sonriente y boba. Se nos cuenta en él -Rosa Silverio es también narradora, posee un agudo instinto para el trayecto de una historia y de sus vericuetos emocionales - el despojamiento de un alma adolorida, el recuento de un ave que se posa en una rama y rememora un viaje costoso y duro. Rosa Silverio sacude al lector con palabras que son como aguijones, con imágenes que se nos clavan en la memoria como tachuelas que no salen con más tachuelas sino con gritos que nos expresen y nos revelen en el mundo real e inevitable. Porque de eso se trata también: de decirle al mundo que todos sufrimos, que todos somos incompletos en el amor y en la vigilia, en el sueño y en el escenario, entre bambalinas y tras realizar un mutis o recibir un sonoro aplauso. Rosa Silverio nos iguala con su voz que se confiesa solitaria y enteramente humana.
Hay algunas poemas que quizá flojean en el conjunto -"Ofrenda para un amor", "De par en par"-, pero que no rompen la armonía del conjunto. Brillan con luz propia otros -"La mujer dormida", excelente, "Nada es más triste", "El parque", exacto y diría que, en alguna medida, temible y de una consistencia casi insuperable- y además hay varios, como "Olvidarme" y "La lluvia", que están muy cerca de la altura que sólo los más grandes logran conseguir de cuando en cuando. No voy a poner aquí versos aislados porque pueden tan sólo mostrar mi gusto personal y no quiero alterar el orden ni la línea que llevan al poema conclusivo con que se cierra brillantemente el libro. Un libro que me recuerda que la literatura precisa cada vez más de concisión y de aciertos bien dosificados en un mundo lleno de prisas y de sobreabundancia. "Rosa íntima" tiene mucha poesía dentro, mucha y buena, y también algo de discurso, de filosofía, de narrativa. Y de invitación al lector a que participe, a que discuta con la voz que cuenta, que se queja, que propone un camino de desengaño, dolor, reconciliación con la vida y con los actos incomprendidos e incomprensibles.
El que esto suscribe conoce a Rosa Silverio, la aprecia como persona de una excelente calidad humana, pero nunca había leído hasta ahora ninguno de sus libros. El que esto suscribe habla de "Rosa íntima" en un blog de novela y cine negro sin haber metido un pie en la locura y recomienda la lectura de este libro a quienes pasan buenos ratos con Marlowe, Archer y Carvalho. Ninguno se sentirá defraudado, al contrario, porque Rosa Silverio tiene una voz adulta y que sabe modular cantos en los que laten dolores y angustias existenciales que a los amantes de la novela negra no les sonarán lejanos. Y el que suscribe esto le recomienda también a cualquiera el libro de Rosa Silverio porque está convencido de que encontrará más de una brizna de locura y de esperanza, de amor y silencio que esperan turno para ser expresados en lo más íntimo de su estupor y de sus deseos.
Paul Newman, nuestro Lew Archer
Era un actor que decía que tenía suerte. Los más grandes nunca presumen, nunca caen en las arenas movedizas de la autocomplacencia y el narcisimo vacuo. Son seres que miran a su alrededor, que son agradecidos, que tienen memoria y no traicionan jamás a las personas que les quisieron y que en ellas confiaron. Por eso todos respetaban y querían a Paul Newman.
Fue el actor que encarnó al personaje más querido por mí de entre todos los que la literatura ha dado: Lew Archer, el detective privado que sabe mirar y escuchar, que sabe ser paciente y que sabe medir sus palabras como ninguno. En las dos películas que protagonizó, más inclinadas hacia la acción que hacia la contemplación en los guiones y en las novelas elegidas, lo de menos era el atractivo de Newman y lo de más su calidez, su inteligencia chispeante y comunicativa, su buen humor. También el aire de tipo vulnerable, de ser víctima de pequeñas derrotas, de una tolerada soledad involuntaria. Paul Newman, aunque con el apellido Harper en lugar de Archer, fue el detective de Ross Macdonald en la pantalla grande y con su voz profunda y honesta, con su interpretación sabia y libre dejó planos que nunca olvidaré, muecas que me hacen reír siempre, miradas que lo dicen todo sólo con un brillo y un leve movimiento.
Gran actor, gran persona, el mejor Archer posible, en paz descanse. Yo lo echaré mucho de menos. Desde que se murió Steve Mcqueen, él era mi preferido en el ámbito estadounidense. Adiós al hombre; que se abran las puertas del teatro de la leyenda.
Visita: Un blog al que volverás: Ironías de la vida, de María Jesús Lamora
Más textos, más voces
Pese al cainismo, pese a la censura, pese a la deslealtad, pese a todo, por indicación de alguien a quien quiero y respeto enormemente, este blog no se cierra. Ha bastado una sola palabra para que me desdiga, para que rectifique, porque uno no es un ente aislado y tiene muy claro que no está en posesión de ninguna verdad absoluta. El dolor desaparecerá, me dice esta voz -la de una mujer a la que venero-, y quedará tu trabajo, lo que honradamente hagas y digas. El pasado es un demonio sólo si crees en demonios, me ha dicho. Los que no te quieren no importan, piensa sólo en los que te quieren.
Gracias. Por ti y por los amigos que vienen por aquí, por los que han acudido alguna vez a leer algún texto, retomo la actividad. Mi intención de cerrarlo estaba clara y era definitiva. Pero yo me borro y sigo el consejo sabio de una sabia mujer. Este blog ha sido un espacio positivo y no puede cerrarse por una acción negativa.
Gracias y perdón. Rectifico. Me pongo manos a la obra.
Giorgio Scerbanenco: Muerte en la escuela (y 3). Crítica
Giorgio Scerbanenco: Muerte en la escuela (2). Duca Lamberti
Giorgio Scerbanenco: Muerte en la escuela
Visita: blog Francisco Ortiz - Fotografía
Ross Macdonald: En busca de una víctima (y 2)
Visita: blog Francisco Ortiz - Fotografía
Ross Macdonald: En busca de una víctima
Miguel Ángel Muñoz: El síndrome Chéjov
Fernando Savater: Caronte aguarda
Lectura: El otoño de la novela policiaca (con una gran valoración de "Caronte aguarda"), de Iván Sánchez
Mariano Sánchez Soler: Para matar
Texto para leer sin sobresaltos: El fascismo futurista
Una magnífica entrevista: Graciela Barrera y Rosa Silverio dialogan en torno al libro "Rosa íntima"
Rosa Ribas, Premio Brigada 21
Raúl Guerra Garrido: Lectura insólita de "El Capital" (y 5)
Lectura: "Desgracia", de J. M. Coetzee
Noticia: Premio a una película basada en la novela del escritor Gabriel Báñez: "Los chicos desaparecen"
Raúl Guerra Garrido: Lectura insólita de "El Capital" (4). Momento cumbre
Raúl Guerra Garrido: Lectura insólita de "El Capital" (3). En la pista
Raúl Guerra Garrido: Lectura insólita de "El Capital" (2)
Marina Mayoral: Contra muerte y amor
Lectura recomendada: Un blog que invita a la lectura: Libros y comentarios
Raúl Guerra Garrido: Lectura insólita de "El Capital"
Texto recomendado: "Rifirrafes en la provincia del presente", de Ricardo Vigueras (El Profesor Gafapasta)
Los neoyorkinos, como conejos (Las ciudades)
Lawrence Block: Ocho millones de maneras de morir
Block no corre, no mete escenas de violencia para gusto del lector enamorado de los tiros (incluso nos hurta la más importante, en la que hay cuatro disparos, en este libro, lo que es toda una declaración de intenciones), no nos priva de la cotidianidad del personaje. Su estrategia es la del escritor asumidamente realista, que suma elementos visibles y reconocibles, que lleva a su personaje a muchas reuniones de alcohólicos anónimos, a muchos bares, a muchos lugares donde se dialoga profusamente. Va así paulatinamente creando en el lector algo de lo que pueden presumir pocos autores: un estado de ánimo. Aunque te levantes y te vayas a comer, aunque dejes la lectura de la novela para el siguiente día, Block vuelve a captarte pronto, instala de nuevo en ti el estado de ánimo que ha planeado para que identifique a este libro, a este narrador y esta historia. No me parece un logro pequeño. En ocasiones abandonamos algunos libros porque los dejamos por un tiempo y luego no conseguimos entrar de nuevo en ellos. Block te coge de la mano rápidamente, te pone al día, te sitúa donde él quiere y sigues siendo su cómplice sin ningún esfuerzo. Es una capacidad, un instinto, una suerte de sinceridad o de magia al alcance de muy pocos, insisto, de escritores de raza, de maestros de este arte de la palabra.
Las repeticiones que son como un estribillo, decía más arriba, establecen el clima moral de la obra: las noticias llenas de muertos y de seres rebosantes de furia y descontrol que aparecen a diario en los periódicos o en historias que le cuentan otras personas al narrador, las letanías de arrepentimiento y dolor de los alcohólicos en rehabilitación de las reuniones a las que asiste el protagonista no son sólo paisaje de fondo, aciertos de caracterización vanos, sino elementos esenciales que retratan una época, a una parte de los habitantes de un lugar, la ciudad, que acoge todo lo que se presenta pero que lo trata de la manera que más oportuna le parece, sin piedad y sin conciencia, como si se tratase de un ser independiente y con demasiada energía dentro como para no estallar de cuando en cuando, cual un volcán. Al lector le queda la tarea de sacar la conclusión de si ese ser que es la ciudad es un ser autónomo y monstruoso o algo más abstracto, producto de la convivencia del hombre con el hombre.
Por supuesto, la novela es entretenida, original y con una trama que engancha. Pero creedme: tan válido es lo que se ve como lo que no se ve en ella, tan útil lo que se dice como lo que se calla, e inolvidables tanto las partes como el todo. "Ocho millones de morir" es una gran novela, que parece escrita por un poeta que mira hacia el lado oscuro con unos ojos heridos y vulnerables, que encierra tanta sensibilidad y tanta sinceridad que cuesta salir de ella y decirle adiós a su narrador, un nuevo amigo, un amigo para siempre.
Nota: Mi reconocimiento a la labor de RBA, que ha empezado a editar unos "Clásicos Novela Negra" en bolsillo que suponen un grandísimo acierto y que espero que sean sólo los primeros de una larga e inolvidable lista. Entre ellos se halla el reseñado y también "La mirada del observador", de Marc Behm, con prólogo del entrañable Paco Camarasa.
Patricia Highsmith: El juego de Ripley (El amigo americano)
Parece más arriesgado situar a Patricia Highsmith cerca de los escritores existencialistas, pero quien se acerque a esta singular novela encontrará muchas expresiones y páginas y preocupaciones sobre la vida y la moral que le harán pensar lo mismo que a mí. Highsmith nos traslada meditaciones de sus personajes sobre la temporalidad de todas las cosas, la corrupción del alma en un mundo descaradamente materialista, la volubilidad de carácter y la facilidad con que se puede manejar a las personas débiles, el sentido de la vida cuando todo está predestinado a la absoluta desaparición. Lo que ocurre es que Highsmith narra una historia criminal y quizá a veces nos quedamos en lo más evidente, lo más cercano, lo más obvio, y creo que si dejamos la primera lectura a un lado hay una segunda existencialista, valiente, honda y trágica, que define a la perfección qué intenta contar con esta novela la gran escritora estadounidense, libre, alejada de tópicos, de convencionalismos vacuos, arriesgada y lúcida como pocos. No en vano, las últimas líneas de la novela están dedicadas a una meditación sobre el uso que hace de su conciencia una persona que nunca ha matado, pero que se beneficia de las muertes de otros, del dinero ganado de manera nada legal por otros.
Es "El juego de Ripley (El amigo Americano)" una novela negra, pero también deudora de la narrativa de Henry James (qué bien estructuraba Highsmith sus historias, lo que le valió ser la reina del suspense, pero más allá de la emoción hay mucho más, hay una inteligencia eficiente que dosificaba, situaba a la perfección cada elemento y lo acercaba a lo real, pues sus personajes siempre están haciendo cosas palpables, como comer, llevar ropa de un cuarto a otro, cerrar el marco de un cuadro, cuidar un jardín), de Dostoievski, de los existencialistas franceses. Es una lección honda sobre las pasiones humanas. Es un libro lleno de amargas verdades que no pueden obviarse. Una obra maestra de la literatura, un libro que jamás dejará de tener sentido y valor, que le ha ganado un respeto y un reconocimiento incontestable a su autora, que pisó los lados oscuros y supo volver para narrarlo. Una obra de un ser humano al que hay que agradecerle mucho por su valentía y su honestidad, su compromiso con la verdad, una verdad difícil y dura, pero en cualquier caso verdad.
Texto recomendado: "Raymond Chandler: El largo adiós", en el blog de Elena, una de las mejores, más cualificadas lectoras de la red.
Novedades: Roca Editorial
Texto recomendado: "La voz de Harrison Ford", en el blog de la entrañable Clarice Baricco /Graciela Barrera.