No es Graham Greene un escritor menor. Tiene obras que hunden un pie, o quizá los dos, en el género, pero eso no reduce su importancia. Porque Graham Greene escribió novela negra para ganar dinero mientras acababa de redactar otras novelas -en este caso, se peleaba entretanto nada menos que con "El poder y la gloria"-, pero su acercamiento al género no es deshonesto, no es el del visitante interesado ni ocasional que lo hace para salir literariamente del paso o captar más lectores con añagazas. En "El agente confidencial" hay talento, hay mucho talento. Greene cuenta la historia de un agente al servicio de la República Española -nunca se dice en el libro, pero el autor desveló que se había inspirado en nuestra guerra civil; aunque más correcto sería decir que la guerra civil española le empujó a escribir este libro, a tomar partido por los de izquierdas, por los pobres, como en la propia novela se indica- que viaja a Inglaterra para conseguir carbón y se choca con un agente faccioso que pretende lo mismo para los suyos, los rebeldes, los franquistas. El agente confidencial de la República es un profesor, un estudioso, no un hombre de acción, y eso marca el devenir de la historia: se verá con un revólver en las manos sólo cuando ya ha visto perdida su misión, cuando han matado a una niña que le defendía, cuando la venganza le lleva a superar más limitaciones, más miedos, más dudas. En esos momentos se encuentra solo, sin ayuda de su gobierno ni de sus país ni de nadie, excepto una mujer que cree en él. No es un héroe, no es un valiente, no es un soldado: sólo es un hombre. La maestría de Greene para mostrarnos sus pasos a lo largo de esta aventura en el alero es tal que incluso los recursos fáciles, folletinescos, no deslucen los logros, no reducen su importancia: era consciente Greene de que tenía que andar por caminos trillados en ciertos pasajes que son en verdad lugares comunes pero acaso indispensables para que el resultado final sea plausible (aunque no esperéis aquí cantos entrecortados, emociones rutilantes y evanescentes, perplejidades recortadas con tijeras y modeladas con añagaza, sino un largo aliento en escenas y capítulos largamente meditados, de extensión nada corta y aún menos servidos en ritmos cinematográficos o de vídeoclip, como ocurre en el best seller actual, tan depauperado ya de partida). Son salidas que no sorprenden y que utiliza para situarnos, para darnos meditaciones y servirnos interrogantes que son lo mejor del libro: el amor inesperado y sin futuro pero aceptado en plenitud; la fe en unos ideales, en unas gentes que son como uno; la ironía para no verse nunca ante los propios ojos demasiado grande, importante, sean cuales sean los logros personales; la soledad del que ha de actuar en un país extraño. La guerra late en el oído y en el pecho del agente confidencial siempre, que no olvida a su mujer muerta. La tristeza y la derrota lo acompañan en todo momento. Pero nos enseña a seguir aunque todo parezca imposible, aunque nos ahogue un pasado poco grato, a seguir porque quienes importan son siempre los que pusieron en nosotros su confianza. El agente confidencial y Graham Greene nos legan un mensaje de esperanza, nos animan a apostar por la verdad pese a todo, aunque aparentemente esta encerrado en un frasco pequeño.
Mostrando entradas con la etiqueta Graham Greene. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Graham Greene. Mostrar todas las entradas
Graham Greene: "Una pistola en venta". (3). Su hermano se suicidó

La maestría literaria de Graham Greene es muy grande, y en la caracterización de los personajes brilla especialmente, ya que se trata de un autor humanista, preocupado ante todo por lo que mueve a las personas y motiva sus acciones. Mostrar a un asesino como lo vemos en tantas novelas negras estadounidenses, de una pieza y tan lleno de mal que sólo puede movernos hacia él un claro sentimiento de odio, es algo fácil, como cortar con unas tijeras. La dificultad estriba en mostrar desde dentro, de manera creíble y sin que en todo momento el lector sienta asco por ese ser. Con los personajes buenos, como el policía que persigue al asesino, la dificultad es igual de grande si no se quiere caer en el estereotipo también. Fijémonos en cómo Graham Greene ahonda en los sentimientos humanos: "El hermano de Mather [el policía] se había suicidado. Había tenido necesidad, más que Mather, de formar parte de una organización, de ser entrenado, sometido a disciplina y órdenes superiores. Cuando las cosas le fueron mal, se dio muerte, y Mather fue llamado al depósito para identificar el cadáver. Había confiado en que fuera un desconocido, hasta que vio el pálido rostro del ahogado. Todo el día había estado intentando encontrar a su hermano, recorriendo todas las direcciones que de él tenía, y el primer sentimiento que experimentó al hallarlo no fue de horror: se dijo a sí mismo que ya podía sentarse y descansar. Salió en busca de un restaurante y pidió una taza de té. La sensación desagradable y dolorosa no lo embargó hasta la segunda taza de té."
Foto de Graham Greene: Sunday Times
Pásate por aquí para ver fotos en el blog dedicado a la fotografía documental del abajo firmante
Foto de Graham Greene: Sunday Times
Pásate por aquí para ver fotos en el blog dedicado a la fotografía documental del abajo firmante
Graham Greene: "Una pistola en venta" (2). Dejar Londres.

La muerte del ministro lleva a pensar que acaso haya otra guerra mundial. La gente teme y se prepara y el asesino vaga detrás del hombre que le pagó por cometer el asesinato, ya que le dio dinero robado y marcado y la policía le persigue en cuanto utiliza los primeros billetes. Casualmente, se vale de una muchacha que resulta ser la novia del policía a cargo del caso, que no sabe que la va a matar y cuando escapa no le delata y, además, se involucra por su cuenta en el caso y va a caer en las manos del hombre que contrató al asesino, que es en realidad sólo un intermediario. Hay un momento, mientras sale el tren, en que vemos a través de los ojos de Raven, el asesino: " No pudo encontrar asiento, pero se quedó en el pasillo oprimiendo el rostro contra una ventanilla para ocultar su labio, mientras veía cómo Londres quedaba atrás: una caseta de guardagujas iluminada hasta el punto de hacer distinguible el jarro de chocolate hirviendo sobre la estufa, un disco luminoso en el momento de volverse verde, una larga serie de casas ahumadas empinándose hacia el cielo frío y sucio. Seguía mirando porque no tenía otra manera de ocultar su deformidad [la del labio], pero lo hacía también como un hombre que contempla algo que ama y está fuera de su alcance." Desde dentro de la mirada de un asesino que es, también, un hombre cualquiera más, con miedos, dudas, añoranzas.
Graham Greene: "Una pistola en venta"

Los grandes escritores lo son desde la primera palabra, desde la primera frase; es una afirmación que gusta a muchos. Graham Greene es uno de los escritores a los que más admiro y lo considero un autor esencial. Él mismo distinguió en su obra las obras más serias de las que no prentendían serlo, profundizó en temas y conceptos fundamentales de su tiempo (y del nuestro, de cualquier tiempo). "Una pistola en venta" es una de sus primeras novelas y de las que merecen nuestro tiempo y atención. No escribió Greene novelas ligeras, nada superfluo, y esta novela creo que debería ser un pilar en el que se sustentaran los thrillers. El maestro inglés nos presenta a un asesino con el labio deforme que va a matar a un hombre importante y al encontrarse primero con su secretaria piensa que sólo la matará también a ella si se fija en su labio. Decisiones. El hombre al que va a matar es un político que está desarmado y que le recibe engañado. ¿Cuándo, en qué momento exacto apretará el asesino el gatillo? Decisiones. La habilidad innegable de Greene nos instala en la escena y en los impulsos que mueven al asesino a cada instante, en el centro de su conciencia. Pero no vayamos más allá. Volvamos al principio. Al primer párrafo de la novela. "El asesinato no le preocupaba gran cosa a Raven. Tan sólo era una nueva ocupación en la que había de tener cuidado y usar el cerebro. No era una cuestión de odio. Sólo había visto al ministro en una ocasión: cuando pasaba por entre unos árboles de navidad colocados en la entrada de una casa. Era un anciano sin amigos, pero de quien se decía que amaba a la humanidad." Cada palabra está puesta para que cumpla una función, para que aporte una información precisa y necesaria. No se puede escribir con mayor acierto.
Texto recomendado: Pasión por Sherlock Holmes, en el blog de Francisco Machuca
Texto recomendado: Pasión por Sherlock Holmes, en el blog de Francisco Machuca
Graham Greene: Campo de batalla (2). Comunista, pero menos
Es apabullante el talento de Graham Greene. Era un novelista completo, dotado para la acción y la descripción, la profundización incisiva y demoledora del alma de sus personajes. Siempre ha sido uno de mis escritores preferidos. "El americano impasible" es una de las mejores novelas que he tenido oportunidad de leer. Este párrafo que sigue está escrito en la década de los treinta del pasado siglo y Jules es un hombre con una café y padre francés fracasado que ya no está junto a él y su madre, que tiene como clientas en su establecimiento a algunas prostitutas francesas. Acude a una reunión de comunistas y el primero al que ve es al policía que está en la esquina de la calle.
Jules pensó en el silencio de los policías y en la palabrería que le esperaba. Pronunciarían discursos hasta muy tarde, reconstruyendo teóricamente a Inglaterra, aboliendo imaginariamente la pobreza. Cuando volvió la esquina y su mirada se cruzó con la mirada de burla del policía se sintió malhumorado e insatisfecho. Deseaba algo que pudiera defender con pasión, pero el comunismo era mera palabrería, nunca acción, y el patriotismo le desconcertaba; no era inglés y Francia tampoco significaba nada para él: sólo estatuas y Napoleón III, putas y cigarrillos robados. Deseaba que alguien le dijera: "Haz esto. Haz aquello. Ve ahí. Ve allá". Quería que le salvaran del mostrador y del depósito de té, de los Weights y de la cruel frivolidad del café.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)