Richard Ford: La última oportunidad


Calificada por Raymond Carver como una novela merecedora de las más altas calificaciones, obra de un maestro de la literatura contemporánea y digna de figurar al lado de "Bajo el volcán", de Malcolm Lowry y "El poder y la gloria", de Graham Greene, "La última oportunidad" no aparece precisamente con letras grandes en la historia de la literatura, acaso porque en ella hay un aroma a novela negra y porque dentro se empuñan armas, se dispara, hay personajes que no responden a la llamada de lo sancionado como clásico. Ay, la historia de siempre: el ninguneo de la novela con acción y movimiento. Pero cuando uno empieza a leer "La última oportunidad" no tiene la sensación de hallarse ante una obra fácilmente catalogable, porque el estilo medido de Ford-que tiene tendencia a la imagen sensible, a un lirismo de la mejor cuña, factores que aplaudo- no está cruzado de rapidez y urgencia sino de buenas descripciones de un México visto por los ojos de un estadounidense que participó en la guerra de Vietnam, lo que sirve para ambientar a la perfección el relato y para que veamos por los ojos del protagonista desde muy pronto, aunque la narración corre a cargo de una tercera persona que nunca se aleja mucho de Harry Quinn, quien para conservar el ánimo tiene que "convencerse de que era él y solamente él", duda existencial que le iguala a muchos coetáneos. Quinn ha ido a Oacaxa para ayudar a una mujer que le abandonó a sacar de la cárcel a su hermano. Quinn anda perdido, dentro y fuera de sí mismo. Quizá por eso está dispuesto a hacer lo que haga falta y ve que está ante una última oportunidad. Richard Ford cuenta cómo Quinn y un abogado mexicano, Bernhart, van a la cárcel a visitar a Sonny y los primeros momentos de excelsitud aparecen: la cárcel y la luz recordada de Vietnam son dos paradas obligadas para la relectura de los párrafos y las páginas que se les dedican y que empiezan a darle la razón a Carver.


Texto Recomendado: Los testamentos traicionados, de Francisco Machuca

Pablo Aranda: Ucrania (y 4). Crítica


Una novela en la que hay historias de amor y de desamparo. En la que hay personajes bien creados -muy bien definidos, magníficamente alzados y continuados-, de esos que se quedan vivamente en la memoria, porque son perfectamente creíbles, identificables. Pablo Aranda es uno de los mejores escritores de aquí y ahora, no una promesa, sino el autor de un libro maduro, exigente, escrito con una solvencia que sobresale, que cautiva. Con mucha inteligencia, Aranda aborda temas muy actuales y eternos -la emigración, el desarraigo, la soledad, la delincuencia, el amor y el desamor, el paso culpable del tiempo- sin elevar la voz, sin querer sorprender y sin recurrir a estratagemas narrativas que al final de la lectura dejarían endeble el edificio narrativo.

Un malagueño se casa con una ucraniana a la que ha conocido por internet. Pero no la toca nunca. Sólo duerme a su lado y la ama y espera. Ella ha dejado en Ucrania a su hijo, en la casa materna. Y desea traérselo a España, es su meta y su mayor, casi su único deseo, lo que crea una distancia evidente e insalvable entre ella y su marido malagueño, un buen hombre, apocado, tímido, acomplejado, que en el instituto quería a una chica y nunca fue capaz ni tan siquiera de sugerirlo. Un personaje aparentemente prototípico que crece ante nuestros ojos, que adquiere vida propia, que nos involucra en sus pensamientos, carencias, miedos y sueños. En torno a él se mueven un hermano mayor muy querido por la madre, que come pipas y masca sus desengaños, unos amigos que no saben si se quieren ni si dejarán nunca de quererse, otros inmigrantes que buscan el dinero fácil, incluso un asesino que mata con una Mauser provista de mirilla. Y Aranda aporta, además de personajes, una escritura valiente, dúctil, que no tiene nada que ver con la frase corta y muy puntuada de los libros escritos para el lector de best seller, sino para el degustador, el aficionado que no se hunde en la repetición estéril, el lector amante de la buena literatura que sabe disfrutar con las frases en que hay unidas primera y tercera persona, con monólogos clarificadores y con la novela de estirpe psicológica.

Y es que, amigos, no me explico cómo después de Cortázar, de Faulkner, de Onetti, la literatura puede ignorar los avances, las profundizaciones, los logros y hallazgos: imaginaos que aún anduviéramos y desdeñásemos los coches, que no hiciésemos fotografías, que no tuviéramos cocina. La mayor parte de la literatura que podemos encontrar en las atestadas librerías obvia los adelantos, los perfeccionamientos, las indagaciones y, metida en su honda caverna reaccionaria y falsamente pura -porque cierta claridad, cierta sencillez no es sino signo de esterilidad y de pereza intelectual y creativa-, se centra en la trama, en los elementos llamativos, pero se olvida de dar un paso más, de arriesgarse, se olvida de que hay aventura en la escritura, de que está hecha para semejantes y no para inferiores: Aranda, valioso escritor que dice deber mucho a la generación del 60, que escribe sobre perdedores, es un vencedor de carrera de fondo, uno de esos autores que construyen su obra por encima del ruido, sabedores de que quedarán, de que lo que hacen es para el ahora y para el futuro. Un escritor de verdad.

Pablo Aranda: Ucrania (3). Escritores y prostitución intelectual

Poco que añadir a lo que piensa Leo, un personaje de la novela cuyo padre fue emigrante:
"...mi padre... me acuerdo de cuando me decía niño, vete a la cama que voy a contarte un cuento y esa vena creativa tiene más valor que todos los libros de esos escritores que sólo hablan de tonterías a pesar de contar con el control de la herramienta más poderosa que nunca se ha descubierto, el arma más mortífera: la palabra, esos escritores y sus bagatelas, intrigas para distraer los fines de semana de la burguesía que compra sus libros, prostituyéndoles, eso se llama prostitución intelectual, como si las pobres inmigrantes que se ven abocadas a malvender su cuerpo, capital humano, tuvieran otra salida, inmigrantes como mi padre, viajeros de la necesidad, no turistas como los que habitan ese mundo de retroalimentación que es el de los burgueses y los escritores que escriben para ellos, para que les monten ferias del libro y ellos aparezcan en los periódicos y les den la mano a alcaldes que no son capaces de arreglar los barrios, porque no interesa". ¿Qué se puede añadir?

Pablo Aranda, Ucrania, la literatura, nocillas dreams, la crítica y todo lo demás


Jodidos tiempos estos, en los que hay que luchar para defender lo evidente.
Es una frase que leí hace tiempo y que me acompaña desde entonces, me persigue, me identifica también."Ucrania" -narración que no es negra aunque tiene un asesino dentro - me parece una novela muy destacable, de esas que brillan con luz propia, sólida y vigorosa, una novela de novelista de raza, de gran prosista, de un autor al que habría que celebrar que tengamos por aquí, tan cerca, ya ves, en Málaga.
Pablo Aranda es un escritor importante, un tipo con muchas lecturas en el cuerpo que sabe de qué va la cosa, de qué va esto de la literatura. Es indignante - y me indigna- que esta novela no tenga la repercusión merecida, que no se ensalce la creatividad de un autor capaz de adoptar tantos y tan diversos estilos, de abordar temas absolutamente palpitantes con profundidad y sin perder nunca la perspectiva estrictamente literaria, sin caer jamás en las descripciones cinematográficas ni en el estilo periodístico.
Esta novela de Aranda es literatura de la buena y merece realmente la pena. Merece la pena para aquellos que no estamos atados a nada y que queremos seguir disfrutando con la literatura de calidad, valiente, creativa, con la literatura en letras mayúsculas, con buenos personajes, atenta a lo que pasa aquí y ahora, con frases memorables y fragmentos inolvidables, que nos hablan de nosotros con fortuna y sinceridad, sin engañifa, sin escuadra y cartabón, sin medir riesgo y recompensa monetaria. Los lectores queremos entretenimiento, diversión, pero también arte. Y no nos importan la economía, las ganancias y tantas justificaciones engañosas. Lo dicen muchos: el verdadero escritor escribe aunque no le publiquen. Bueno. Yo apuesto por escritores como Aranda, al que no conozco sino por la lectura de sus libros, y me siento obligado y feliz de poder deciros estas cosas, amigos.

Pablo Aranda: Ucrania


(Texto que apareció primero en el otro blog en que escribo y que traigo aquí porque creo que este escritor malagueño, realista, con una prosa eminentemente creativa, ha escrito una novela necesaria, muy necesaria)


Claro que hay clásicos, pero también autores nuevos en este blog: gente que tiene una tradición detrás y no lo olvida, la asume y crea con muchas enseñanzas bien aprendidas. Pablo Aranda es un escritor que llamó mi atención con una novela anterior, "La otra ciudad", porque la prosa me parecía sugerente, creativa, porque el tono era cercano y realista, cualidades que están presentes en "Ucrania", novela con temas que quizá en manos de otro serían vistos de una manera más liviana, cercana al cómic y la historieta, pero que Aranda literaturiza con acierto: internet, conocerse mediante mensajes de correo electrónico, con el único aval de las fotos, la soledad del que busca, la soledad del que padece y quiere huir, la explotación en el trabajo. Es el punto de partida de una novela en la que se apuesta por el lenguaje, por una narración que es materia prima y materia esencial de una trama en la que vemos al protagonista viajar a Ucrania al principio de la novela, siguiendo el rastro de una mujer. Hay un uso hábil del impresionismo, de los fragmentos que nos llevan adelante y atrás, como si paladeásemos con deleite a la vez el postre y la comida; y Aranda además tiene un oído excepcional para el diálogo, para recoger las frases que están en la calle, en la boca de los españoles de este momento, con esos usos, giros, exclamaciones que revelan al buen escritor realista. Y no estamos sobrados precisamente de autores que hablen de la realidad conociéndola, amigos, que hablen de la realidad de la calle, de la realidad social y política de nuestro país, ni mucho menos. Por eso este libro de Aranda se merece, nada más empezar a leerlo, un pequeño reconocimiento, un pequeño aplauso.

Nicolas Freeling: Amor en Ámsterdam (4). Historia de amor


La segunda parte de la novela no tiene absolutamente nada de policíaca y es una historia de amor, enteramente. Se narran las vivencias de Martin y Elsa, la mujer asesinada, desde que se conocieron hasta que su relación acaba, cuando Martin conoce a Sophia y se enamora de ella y tiene el valor de dejar a Elsa, que le ha vampirizado, lo ha reducido moralmente, lo ha hecho más pequeño como persona y como ser humano con sus tejemanejes, sus manipulaciones y su instinto sexual educado y preparado para ser usado como un instrumento. Es una pena que esta novela no se reedite, porque se vería que en ella hay huellas de Dostoievski -en los diálogos y en los movimientos de los personajes y en cómo se relacionan entre ellos, en la propia prosa que narra abarcando períodos largos de tiempo en unas pocas líneas, en la catadura de algunos personajes, en sus invocaciones de acuerdos y en sus planteamientos de atracción y rechazo-, de Balzac -el cronista de ambientes, de personajes con doble moral, de las fiestas mundanas, de tipos que desean ser artistas y son vencidos por las circunstancias- y de Scott Fitzgerald -los héroes venidos a menos ante sí mismos, los testigos que narran y se involucran a medias, la sensación irrebatable de que la comedia acabará en tragedia-, maestros de la narrativa a los que no deja malparados Freeling ni mucho menos pues extrae las influencias y crea una historia con sus mimbres y su psicología de manera irreprochable.


(Foto: Lee Friedlander)

My Thinking Blog Award

Se trata de participar en estos premios y proponer a cinco autores de blogs. Ahí va mi lista, de la que excluyo a los que ella propone y a ella misma, respetando unas reglas del juego invisibles:

Júlia

Autora de un blog en el que uno encuentra sensibilidad e inteligencia a partes iguales. Se habla de la realidad de una manera en que se siente que es real.

Miguel Sanfeliu

Escribe sobre cualquier asunto opinando con elegancia y con un saber hacer envidiable. Además escribe relatos con una capacidad creativa muy destacable y unos atmósferas personales y muy conseguidas que auguran libros y alto reconocimiento.

Blanca Vázquez

Sus comentarios sobre los estrenos de cine tienen una calidad que envidio y admiro a partes iguales. Activa, lúcida, profunda y brillante, es una bloguera y creadora que obtendrá recompensas celebradas con todo el merecimiento del mundo.

Alvy Singer

Talento, variedad, iconoclastia, saber impropio de cualquier edad, dueño de un espacio llamado a figurar en la memoria y apto para la confrontación de ideas, de opiniones y para abrir la mente. No me importaría ser como él en mi siguiente reencarnación.

Noemí Pastor

Sencillez, acierto, desparpajo, humor, rapidez pero nunca precipitación, alguien a quien a ratos considero mi alter ego femenino, porque lee y degusta la novela negra, porque escribe sobre los autores que a ambos nos interesan y siempre me descubre algo nuevo.

Esto es una cadena. En el blog de Ninoska sabréis cómo seguir adelante.

Nicolas Freeling: Amor en Ámsterdam (3). Amante trastornado


Freeling reconstruye la historia de amor de Martin y la mujer muerta viajando hasta el principio, hasta el momento en que no se conocían, y en esta parte la novela es sin duda lo que su título anuncia: una novela de amor. Martin es un escritor que no hace números y al que se le dan mal las cuentas, que escribe obligado y gasta sin pensar. Es un escritor poco premeditado. Así, escribe novelas y sobre los temas que su editor le sugiere. Tiene la suerte de que en los Estados Unidos le compran los derechos de un libro y viaja a París, a Londres, buscando un lugar en el mundo, hallando a muchas mujeres que nunca pasan de ser sus amantes. El amor le espera en su país, en Ámsterdam, en los brazos de una mujer a la que conoció años atrás, que vive con su marido como si fueran dos desconocidos, pues sólo se mantienen unidos porque hay hijos de por medio. Martin logra convertirse en el amante de Elsa y le enseña cómo llegar al orgasmo, la idolatra, la ama con fervor hasta que empieza a tener ideas de orgulloso macho equivocado y se vanagloria ante los amigos de que ella es su querida, le grita en público cuando la lleva a comprarle ropa y, como remate, una noche le exige que se quede desnuda en el coche y que luego salga, sin ropa, ande por la calle y llegue hasta la casa donde la esperan sus hijos. Empieza el fin de la relación.


Foto: Henri Cartier-Bresson

Golpes. Ficciones de la crueldad social. Edición de Eloy Fernández Porta y Vicente Muñoz Álvarez


Éste es un blog de novela negra y cine negro, pero no sólo de novela negra y cine negro, como bien saben los habituales visitantes y amigos. Aquí se busca y se comenta la novela y el cine negros que tienen que ver con el realismo, que son parte del realismo. Las etiquetas a veces son inevitables. Nos movemos con ellas pegadas a la piel, pero no somos sus esclavos. Por eso, mientras leía el prólogo de este libro tenía muy claro que su relación con el blog era absoluta. Y, como ejemplo, vayan estas meditaciones por delante, debidas a Eloy Fernández Porta: "En términos de sociología literaria, la aceptación entusiasta de que gozó esta tendencia en España puede explicarse de la siguiente manera: el dirty realism fue aceptado en virtud de su aura -el aura de desolación y desgracia esencial con marca registrada norteamericana- y de su limpieza, esto es, su indiscutible elegancia formal, su estilo doliente y escueto, su caballerosa manera de retratar la conflictividad suburbana, describiendo frecuentes circunloquios respecto de los temas del sexo, la violencia y la abyección. Simulacro de verismo, por tanto; simulacro de suciedad. Si se compara este registro con la tradición realista española y con algunos de sus extremos -el extremo esperpéntico, el extremo carpetovetónico-, el realismo sucio se nos aparece como un objeto de una limpieza acrisolada y, a despecho de sus testimonios sobre la pesadilla del sueño americano, o quizá precisamente gracias a ellos, resulta presentable, llevadero y cool." La novela negra que se defiende en este blog, la novela y la literatura que defiendo aquí y en otros sitios busca la autenticidad, el realismo directo, veraz, que acaso no conlleva éxito ni gran reconocimiento, pero es útil, necesaria, inmarchitable. Así pues, recomiendo este libro, su lectura, para ver otras cosas con otros ojos, cosas que están aquí y ahora.

Informe confidencial. La figura del detective en el género negro ( Editorial Difácil )



Pocas veces tiene uno la suerte de encontrar un libro como éste. En España se han editado pocos de su categoría. Las editoriales no suelen apostar por libros que analizan, ofrecen, proponen. Difácil se ha atrevido y la recompensa para el lector es muy grande: Fernando Martínez Laínez, Vicente Aranda e Imanol Uribe han escrito textos que no hay que perderse. Agustín Reyes Torres medita sobre la figura cercana y entrañable del detective creado por Walter Mosley, el sensible y activo Easy Rawlins. Beatriz Leal Riesco aborda la temática negra en las películas de Wim Wenders. Y, como colofón, las manos en la harina: relatos firmados por Andreu Martín, Francisco González Ledesma, Yoss, Joaquín Guerrero Casasola y José María Huerga Carracedo.
He aquí un libro para el amante del género, el esporádico visitador de los espacios grises, el espectador de películas inolvidables. Pocas veces tiene uno esta suerte: un libro por el que dan ganas de abrazar a su inteligente editor.


Recomendado: "Viudas", un texto ejemplar, que dignifica la tarea bloguera, que la eleva hasta un punto verdaderamente alto y muy admirable. El autor es un escritor a seguir: Gabriel Báñez.

Nicolas Freeling: Amor en Ámsterdam (2). Unas manos ávidas


La imagen es poderosa: una mujer, Elsa, ha muerto, están investigando para saber quién la mató, y el ex amante de ella va recordándola, menciona ante el inspector a los otros amantes que ella tuvo, y se acuerda de que uno, médico y amante de la música, pero sobre todo de Frescobaldi y Scriabin, la cautivó cuando alabó las manos de Elsa. Y el ex amante -qué gran caracterización de Freeling - dice, tras oír al policía afirmar que sólo se fijó en que se las mordía, que esas manos "también eran extrañas y hábiles. Cuando las extendía se le curvaban los dedos hacia arriba, y éstos también se curvaban entre sí. Los pulgares eran notables y los tenía extrañamente articulados. Eran unas manos llenas de avidez, pero extremadamente hábiles". Cómo nos habla Freeling de la mujer muerta, cómo va dando información que, hábilmente, la dibuja mejor, la hace cada vez más creíble y más presente, más protagonista de la novela, desde la ausencia y gracias a lo que otros dicen de ella. Es un método poco habitual en la novela negra, difícil, que demuestra la categoría de este escritor hoy un poco olvidado injusta, cruelmente.

Nicolas Freeling: Amor en Ámsterdam (1) Cuerpos y personas.


No me gustan los CSI porque son una vuelta a Sherlock Holmes, a las pistas y los análisis hiperlógicos y cientifistas, que sirven y no sirven: sirven para entretener pero no sirven para conocer más al hombre. Prefiero una serie como "Caso abierto", en la que prima la explicación humana, psicológica. Igual me ocurre con las novelas. Nicolas Freeling es un autor de probada capacidad para crear atmósferas en las que se huele a las personas, se les ven las caras y las costuras de sus almas. Sé que me aferro a una manera de hacer del pasado, que no voy con los tiempos, que en este blog a veces parece que escribo con una chaqueta añeja y un sombrero en la cabeza, pero el lector atento es consciente de que sólo se trata de una primera impresión: yo defiendo con el mismo empuje al Vázquez Montalbán de "Los mares del sur" que al Raymond Chandler de "El largo adiós", pongamos por caso. No se trata del tiempo, de la época, sino de lo que nos cuentan, de las miras del escritor, de sus preocupaciones sociales. Freeling lo deja bien claro en las primera páginas de esta novela que incia la serie del inspector Van der Valk, mucho más interesante que el Wallander de Mankell, el Brunetti de Leon y que el Parker de Connolly. Pronto nos advierte del camino que no recorrerá al hablar de una asesinada, que para la policía y para el forense "ya no es una persona, sépalo usted, sino una práctica médico-legal", catalogación que Freeling se empeñará en desmentir con su escritura magnética, sus diálogos creíbles y su cultura humanista.

Nicolas Freeling: Amor en Ámsterdam (y 5). Crítica (y alegato contra el sistema editorial)


Voy a decirlo claramente, sin rodeos: esta novela es muy superior a la mayor parte de las que se escriben ahora, del género negro, porque es sincera y no es un producto. La mayor parte de lo que leemos últimamente, eso que llamamos novedades, está plagado de repeticiones, de insistencia en los temas -si al menos fueran variaciones-, de desmemoriadas creaciones que pretenden no saber del pasado, como si meter la cabeza bajo el ala bastara para eliminar lo que los demás vemos y sabemos. La novela negra necesita a autores como Freeling, con la honestidad en la base de su escritura, esa honestidad del que tiene algo que contar y lo cuenta sin trampas, del que es escritor antes que sujeto en nómina o comisionista, como me parece que son muchos otros. Nicolas Freeling tenía un mundo, unos personajes, y eso se nota. Quizá algunos penséis que soy un nostálgico. Os equivocaríais. Sólo tenéis que ver qué libros se comentan aquí. No es éste un blog anclado en el pasado. Pero sí es un blog escrito desde los márgenes, fuera de los circuitos, alejado de los lugares comunes y las aceptaciones vanas y mentirosas. La novela negra vive una época buena porque se publican muchas novelas negras, porque se la empieza a tener en cuenta en los círculos más cerrados y elitistas, porque hay autores, como Lorenzo Silva, que escriben sin complejos y con mucha calidad. Pero una cosa es el escritor y otra el sistema editorial, que, como hace poco decía alguien a quien admiro profundamente, alguien que no se vende y no se entrega, alguien llamado Juan Goytisolo, está creando y criando autores que paren productos y no obras literarias serias. El sistema editorial, antes, recordaba Goytisolo, vendía libros fáciles y destinados al público mayoritario y con los beneficios de esos aciertos de ventas apostaba por los autores que escribían únicamente buena literatura, sin pensar en el público ni en las ventas, pero sabiendo que serían éstos los que se mantendrían, los que les darían prestigio y serían celebrados y reconocidos. Pues bien: el sistema editorial también ha decidido que sus productos sean lo único y, así, en nuestro amado género, empezamos a ver que se nos quieren colar como grandes a los que no son más que entretenededores de la cosa, escribas que ejecutan pero no crean, que fusilan si hace falta -en nuestro país hay unos cuantos que callan cuando los pillan, o peor: se defienden hablando de intertextualidad-, que ejercen un oficio y que no aman la literatura, sino los dividendos, los euros. Allá cada cual con su conciencia, siempre lo he tenido muy claro, pero yo no voy a participar en esta ceremonia de confusión y vergüenza que, pese a lo que parezca, sólo sirve para echar lectores fuera, no para crear nuevos ni para mantener los que hay, porque bajar el nivel no es el camino, no es la razón, no ha de ser el espacio para la satisfacción ni para la gente honesta. El convencimiento de que la literatura sirve para algo va cuesta abajo, la labor de los que detentan ciertos poderes es clara -como en las mejores novelas negras, se desacredita, y así se anula cualquier mensaje-, la pasividad de los que escriben ficción, su conformismo, su mano en el bolsillo para que no se les pierdan la cartera y la tarjeta de crédito me parece deleznable. Cuando en las colecciones de novela negra aparece un gran autor con un gran libro y, a continuación, siete productos que nada aportan y no son más que creaciones autocensuradas para que el sistema editorial las acepte, cuando se nos vende que los ocho son buenos, maravillosos escritores, uno se cabrea, se siente decepcionado. De nuevo, gato por liebre. Ahora que, por fin, se empieza a respetar a nuestro querido género, otra vez ganan los mercaderes y no se arriesga, no se apuesta, se busca la repetición, la fórmula del éxito/venta y se dejan de lado las verdaderas obras innovadoras, profundas y sugerentes. Nicolas Freeling está olvidado en España. Eso me mueve al enfado, a este enfado. No se le reedita, no se le menciona, no se le recuerda, no se le pone en el lugar que conquistó con una buena prosa, con personajes bien dibujados y con páginas en las que no brilla el fulgor del dinero -escaso siempre, casi siempre en la literatura, excepto en el caso de los grandes vencedores, que son ya otra historia- sino la paciencia, el trabajo de elaboración y construcción, el diálogo con los clásicos y con el tiempo absolutamente próximo, la honestidad del que escribe siempre para sí mismo y se exige más que nadie, sin olvidarse por eso de que puede haber otros lectores. "Amor en Ámsterdam" es superior al ochenta o noventa por ciento de lo que hoy, en España, en el género se publica. Tenía que decirlo para que me doliera menos el estómago, para que se me disipara un poco el enfado. Cuando acabas de leer esta novela no te sientes engañado, defraudado, no piensas en meter el libro en el estante y hasta el siglo que viene, hasta otra vida, sino que te sientes agradecido, deseas compartirlo, dejárselo a un amigo, charlar sobre el crimen, la policía, las víctimas y los culpables, sobre el ser humano visto por Freeling: al lado de un ventanal, en una cafetería sin mucho ruido, con alguien que te escucha y vertirá sus opiniones cuando tú te calles. Y es que Nicolas Freeling escribía libros que pueden suscitar diálogos. Ay, diálogos, amigos, en directo y no a través del chat, como mis sobrinos, que en persona no se hablan apenas con sus conocidos pero a través del messenger son capaces de escribirse mil y una frases. Diálogo, a lo que invito siempre que escribo en este espacio gratuito, libre y sincero.


Nota: Perdonad que empiece por la crítica del libro, que es la quinta entrada prevista, pero el tema lo requería, ya que parece que entramos en un período herido y necesitado de respuesta antes de que lo inevitable domine y sea inamovible, con el libro impreso tan maltratado y despreciado. Yo, al menos, quería dejar aquí constancia de mi punto de vista. Gracias, de paso, a todos los que visitáis mi blog y, especialmente, a los que participáis en esos diálogos que se inician con los comentarios que dejáis, que nunca se quedan sin respuesta por mi parte, aunque a veces tarde en contestar y continuar la conversación.

El Cultural y la novela negra


Nuria Azancot les hace unas preguntas muy interesantes -acertadamente seleccionadas y yendo al meollo de la cuestión - a cuatro autores de novela negra españoles en El Cultural de hoy, que se entrega gratuitamente junto con el periódico El Mundo. Es un trabajo que me ha sorprendido muy gratamente, porque se trata a nuestro querido género con el respeto que se merece. Jorge Martínez Reverte -creador de Gálvez-, Andreu Martín -uno de los padres de la novela negra española-, Alicia Giménez Bartlett- la "madre" de Petra Delicado y Fermín Garzón- y Lorenzo Silva -el "padre" de Bevilacqua y Chamorro- dan respuestas bien pensadas, atinadas todas, que demuestran su alto nivel creativo y también como lectores inteligentes de novela negra. Destaco estas palabras de Lorenzo Silva: "Yo he mantenido desde el principio mi convicción de que en la novela negra, como en cualquier clase de novela, la clave está en los personajes. En que tengan empaque y una personalidad distintiva, tanto los principales como los más secundarios. Si la novela negra es una novela social, su valor depende del mosaico de individuos que acierte a recoger. He evolucionado en cuanto al tipo de personajes que muestro, procurando acompasarme a los cambios de la sociedad española, y también en cuanto a la profundidad con que retrato a los protagonistas. Cada vez me interesan más ellos, lo que son y sienten mientras hacen su trabajo." Él mismo dice, casi al final: "El género, bien llevado, permite como pocos otros un análisis de la sociedad en todas sus paradojas y del ser humano en todos sus claroscuros, y una meditación profunda sobre el mal. Y esto, para mí, es pura literatura, y sólo como literatura, además, puede hacerse." Son cuatro páginas, amigos, para leer, recortar y guardar.

Michael Collins: Castrato (4). Amor, lujuria, placer


Después de haber leído un capítulo enteramente dedicado a la conversación entre Fortune y el hermano de Billy, Frank, que me parece de lo mejor que he leído últimamente y sobre el que no me extiendo porque desvelaría detalles muy importantes, fundamentales de la trama, leo unos fragmentos que me gustan mucho, sobre todo uno en que Fortune habla del amor recordando una vez que lo hizo con su compañera, al regreso de un viaje a Nueva York. Nuestro querido detective manco lo narra así: "Siempre me besa en el brazo que me falta. La comprensión, la aceptación. Le toco las largas piernas, su firme delgadez, todo lo que la hacía sentir poco femenina cuando era pequeña. Después los cuerpos se acoplan y ya no hay que preocuparse de nada... Amor y lujuria, necesidad y placer por todas partes, a la luz de una cálida tarde que entra por las ventanas que dan a las montañas. Amor es lo que se siente en torno a la lujuria, la necesidad y el placer, cercano e íntimo como un largo camino. Lujuria y necesidad es el ímpetu en la espalda, en el estómago, en los muslos apretados, en el empujón hacia dentro y arriba y abajo. El contacto de sus labios sobre tu pecho, en tu barriga, en el rígido latido que entra dentro de ella, y tus labios en su pezones, sus labios y otros labios, pies y tobillos, cuello y barriga y oscura humedad. Placer es lo que hay detrás y observa, lo que está cerca y siente, lo que se mueve dentro de ti y no quiere que acabe nunca. Amor es lo que se siente antes y después y durante y lo que hace que no desees nada más." Es una novela negra, amigos, pero por un momento me ha parecido que estaba leyendo unas líneas de "Rayuela", de Julio Cortázar, lo que creo que no es decir poco precisamente. Y es que Collins no me parece un autor más, sino un escritor importante, esencial, uno de los que verdaderamente hacen más grande el género.

(Foto: Robert Frank)

Michael Collins: Castrato (3). Los que padecemos


Poco a poco, Fortune empieza a ver con claridad qué se mueve detrás de la historia, acaba por saber que el amigo de Billy, muerto bajo una roca, era un colaborador de la CIA, que lo estaba protegiendo después de ser parte activa en operaciones en Centroamérica, desestabilizadoras, ocultas, siempre contra los marxistas. La CIA lo estaba protegiendo, le había dado una nueva identidad y devuelto a los Estados Unidos para evitar que lo mataran en su país y también para que hablara y revelase asuntos que tienen que seguir siendo secreto de estado. Más tarde, hablando con el hermano de Billy, apalizado por la CIA para que le diga dónde se oculta su hermano, ya que Billy ha desaparecido de repente, le dice Fortune: "Loco no...Viviendo una fantasía, interpretando un papel. Todos lo hacemos. Un psicótico vive en un mundo de uno. Los demás vivimos en un mundo más o menos real de más gente. Una cuestión de grado. En nuestro mundo ´real´reprimimos en nombre de la libertad, mentimos en nombre de la verdad, hacemos la guerra en nombre de la paz. Cada uno cree lo que quiere creer". Y el hermano le dice: "Siempre habrá guerras, siempre nos pelearemos y nos mataremos. Así que aprendes a hacer lo que puedes sin darle demasiada importancia, sin escandalizarte demasiado o sin ser demasiado purista. Eso es lo que le dije a Billy cuando volví, pero cuando tienes dieciocho años no es lo que quieres oír". Y Billy acaso nunca ha dejado de tener dieciocho años, se ha mezclado con la CIA y anda huido ahora porque no sabe cuál es su lugar en el mundo.

Foto: Robert Frank