Richard Ford: La última oportunidad (4). Somos, sobre todo somos


La sensibilidad, la inteligencia de Richard Ford le dejan a uno asombrado, con la sensación continua de hallarse, mientras lee esta novela, ante un autor verdaderamente mayor, de la estirpe de los más grandes. La novela está construida de una manera sencilla y fácilmente engañosa: ocurren pocas cosas y el tiempo se dilata, se ensancha a la espera de sucesos inevitables que llegarán, con violencia y sangre de por medio, intuimos. Hay poca historia para el lector que busca acción y novedad. Ford ha optado por contar una historia que ocurre durante unos pocos días pero la llena de recuerdos y de otras historias provenientes del pasado de Quinn que transforman la cara de la novela y surten a la historia principal de muchísimos meandros que le sirven para hablar de un gran número de temas: la cobardía, la masculinidad, la soledad, la fidelidad, la niñez, la edad madura, la guerra, el fracaso, la huida. Todos ellos con un denominador común: la insatisfacción, la búsqueda continua de los personajes de un sentido a la vida. Un sentido que parte de la constatación de que nada es trascendente pero tampoco nada es del todo nimio, de que acaso no hay Dios pero la vida tiene horas y días con tanta fuerza y vigencia como la presencia de los planetas en el cielo, de que hay que escapar al dolor aunque eso nos haga más solitarios, vulnerables y pueda volvernos autistas sociales, de que repetimos con nuestras palabras, cuando acertamos a expresarnos bien, una música armónica que suena en nuestro interior siempre -aunque no seamos capaces casi nunca de oírla - y que desea la comunión, el entendimiento, la expresión más certera que nos procurará paz y el orgullo de saber que somos, al menos y sobre todo somos.


Recomendación: En El Cultural de hoy, una entrevista con Belén Gopegui, una escritora esencial que habla como pocos de nuestro tiempo, de nuestra realidad, y que ha publicado una nueva novela: "El padre de Blancanieves".