La mejor literatura está hecha con tinta invisible. La mejor literatura está hecha de sugerencias, de actos inacabados, de espacios en blanco. Por ejemplo, la muerte de la perrilla perdiguera de Pascual Duarte. En dos páginas se nos cuentan tantas cosas que parece que ni con la relectura podamos llegar a poder tocar algo más que la superficie de lo dicho. Se nos habla de la relación del hombre con los animales, de la incomunicación, de la maldad inesperada, del dolor de ser y no saber para qué estamos siendo. La magistral concisión de Cela, las imágenes en palabras y la prosa de una musicalidad y una calidad creativa tan alta nos llevan a pensar que no se trata de ficción sino de verdad narrada y se nos encoge el ánimo; nos abruman la maestría y la limpidez y el horror de cuanto se apunta y se deja en suspenso.
Hay tantas novelas negras atestadas de descripciones angustiosas, de situaciones de suspense crudo y a la postre vano, de violencia enfermiza; hay tan pocas en las que encontremos ideas quebradas y bien expuestas, con caminos que se cortan pero siguen existiendo en la mente del lector; hay tan pocas novelas negras escritas en la actualidad que no estén abonadas al más por más y al sumar por sumar que uno no puede resistirse a traer aquí el recuerdo de estas dos páginas de Cela que deberían estar en todas las escuelas secretas de escritores de novela negra.