Andreu Martín es uno de los escritores fundamentales de nuestra literatura actual. Si no contáramos con él, habría historias que nadie narraría, faltarían acercamientos a temas que nadie más aborda, perspectivas sobre asuntos de nuestra sociedad que pedirían la existencia de una voz libre, atrevida, inteligente y profunda. Escribir novela negra no es sinónimo de ligereza ni de superficialidad, y este escritor barcelonés lo atestigua con sus mejores obras, entre las que se cuenta la que ahora comento.
Aúna la crítica necesaria y acerada a la banca y sus prácticas especulatorias y la crítica al poder oculto e insidioso de una secta religiosa que no exhibe podridas todas sus ideas pero que está creada desde la idea de la explotación y desde la práctica del amor desenfrenado al poder y al dinero. Banqueros y sectarios: una combinación eficaz. Con una trama policíaca en la que no falta un perdedor que se hace perdonar y un policía descreído, cansado de ser funcionario en la estela de otros funcionarios pasivos y solo pendientes ya del ascenso y de la nómina a final de mes.
Andreu Martín, libre e inteligente, junta las dos caras de la moneda y las enfrenta cuando la novela lo estaba pidiendo y con destreza de narrador de primera juega con el tiempo pasado y el presente de la historia mostrando una vez más que el que tiene oficio no olvida que acaso está casi todo dicho pero aún pueden buscarse nuevos enfoques, nuevas palabras, nuevos sentimientos. Sí, sentimientos: de derrota, sobre todo, de culpa y de decepción. ¿Es la decepción un sentimiento? Sí, para quien sufre y hasta es capaz de morir y matar para no volver a ser decepcionado, para no decepcionar.
Qué bien se mueve Andreu Martín en los territorios que habitan los que son engañados pero luchan hasta morir en nombre de otro, los que aún tienen pulsiones fuertes que nacieron en la infancia o en la primera juventud para marcar un carácter y acaso un destino, los que son ambiguos porque ascienden siendo quienes son y quienes las ocasiones les exigen ser. Qué gran escritor. Qué fácil es simpatizar con alguno de sus personajes, empatizar con el protagonista o con un destacado secundario (eso que hará que la novela perviva, eso que hace que la ficción tenga un valor imborrable), gracias a que no se les carga con demasiada psicología pero sí con toda la que se precisa para que no sean letra muerta ni creación rutinaria.
Qué bien se maneja Andreu Martín en la descripción del mundo criminal, qué creíble resulta. No en vano es uno de los dos o tres esenciales de la novela negra actual. Qué grato leerle, seguir disfrutando y seguir aprendiendo de un maestro al que hace tanto años descubrí con Prótesis y Aprende y calla, y que sigue batallador, incorruptible, lúcido e insustituible. Recuperad esta novela si no la habéis leído, releedla con otros ojos y en otro momento de vuestras vidas. Ha ganado poso y es de las imprescindibles del autor de excelentes novelas y magníficos libros de relatos como Sucesos.