Arturo Pérez-Reverte: El club Dumas

   


   Ante todo novela policiaca, de lector avezado y alumno más que aventajado de algunos clásicos imprescindibles del siglo XX, Arturo Pérez-Reverte sabe entretener como pocos y juntar géneros sin que molesten las costuras gracias a su admiración infinita por los autores y los libros a los que homenajea en este notable título que le granjeó merecida atención y reconocimiento. Su sentida admiración cuaja a lo largo de prácticamente todas las páginas en algo que nace pequeño y va agrandándose conforme el autor gana pulso y soltura hasta despertar una simpatía duradera y una complicidad imbatible en el lector. Hay excesos, claro, aunque quizá necesarios: el protagonista crédulo y demasiado listo a la vez; el laberinto que desemboca en la pieza ya conocida; una sexualidad elemental: necesarios para que no se salga de la trama libresca, para que no dude el lector de que hay una historia que es hija de otras historias, como cualquier libro es hijo de otros libros (a veces muchos, en ocasiones muchísimos, algo loable, muy loable). Quizá falta a ratos no caer en tópicos, pero es disculpable porque la narración nunca encalla, nunca se rompe como ocurre en otros libros parecidos que apenas esconden el interés de su autor en canibalizar, en aprovecharse sin aportar. Pérez-Reverte ama a los clásicos de los que habla en este libro, y eso se percibe claramente: así, El Club Dumas es una continuación, una puesta al día, una página más que busca estar junto a esos clásicos para acompañarlos, para mostrarles su respeto y su devoción. Es una página más y es una página, en muchos sentidos, admirable.