El color del crimen (Freedomland), de Joe Roth

Nefasto título para una buena película que me parece que no ha sido vista con buenos ojos. Antes, hace años, el cine de denuncia, el cine crítico, el cine político era visto con buenos ojos. Ahora cualquier tipo de cine que escape a lo obvio es mirado con lupa, con desconfianza, con desinterés. A esa conclusión llego después de ver la valoración crítica que obtuvo esta película. Pero el problema es que a veces los árboles no dejan ver el bosque, y me temo que aquí pasa algo parecido: se quedan los críticos con los excesos interpretativos y con lo puramente fílmico y se olvidan de la historia, interesantísima, y del ritmo, y de que el director ha optado por el drama y no por lo policíaco cargado de acción, disparos y muertos por doquier. A mí me parece muy estimable esta película que habla de las relaciones familiares - el padre policía con el hijo en la cárcel, la mujer despreciada por la familia que al tener un hijo ve restañarse su dignidad - y de cómo la muerte de un niño es algo verdaderamente irreparable y también destructivo para cuantos afecta su desaparición. Vivimos en una época confusa, con las relaciones amistosas y familiares en plena transición, con el crimen acechando tras cada esquina para mostrarnos que estamos hechos de dolor y que del dolor venimos y en el dolor nos consumimos. Y esta película nos ayuda a verlo, a meditarlo, a objetivarlo. Se merece una oportunidad.