Lillian Hellman y Dashiel Hammett

Releo con el ánimo encogido el prólogo que escribió Lillian Hellman para el libro "The big knockover" de Hammett, en España transformado por Bruguera en dos volúmenes. Ella, compañera del gran escritor durante treinta particulares e intensos años, le recuerda y vierte algunos momentos de la vida en común y otros que le refirió Dash, como solía llamarle, en unas páginas singularmente emotivas. Hay, por encima de las demás, una anécdota que define a Hammett a la perfección y que desde que la leí pasó a formar parte de mi vida: "... en cierta ocasión, Hammett se compró una cara ballesta en un momento en que ese gasto significaba dejar a un lado otras cosas necesarias. El mismo día en que la tuvo entre sus manos, probándola y tensándola, gozando del objeto, llegaron unos amigos con su hijo de diez años. Dash y el niño se pasaron la tarde jugando con la ballesta y la cara del muchachito se oscureció cuando tuvo que abandonar el juguete para irse. Hammett abrió la puerta trasera del auto, acomodó la ballesta dentro y se volvió de prisa hacia la casa, sin hacer caso de las expresiones de negativa y protesta de los padres del niño. Cuando nuestros amigos partieron le pregunté: ¿Era imprescindible?Hammett me respondió: El niño la quería más que yo. Los objetos pertenecen a quien más los desea." Palabras del autor de "El halcón maltés". Como digo, convivieron durante treinta años, pero no estaban juntos siempre, no tenían una casa en común, y Hammett nunca se vanaglorió de nada. El día que ella le dijo que habían pasado años hermosos juntos, él le contestó: "Hermoso es una palabra demasiado importante para mí. Digamos sólo que lo hemos pasado mejor que mucha gente." El sentido de la justicia, de lo justo de Hammett, que en los peores momentos de su vida, ya al final, sí le pidió ayuda claramente a Lillian. "Un libro vuelto al revés tendría que haberme servido para darme cuenta de que el final estaba cercano, pero no quise aceptar esta idea y volé a Cambridge pensando encontrar un internado para Dash. Esa misma noche cogí un vuelo de regreso para anunciarle a Dash qué pensaba hacer. Me preguntó: Pero ¿cómo llegaremos a Boston? Le dije que en una ambulancia, y creo que por primera vez en su vida su reparo fue: ´Eso costará demasiado dinero.´Entonces le respondí: ´En ese caso, alquilaremos un camión.´Sonrió al comentar: ´Tal vez tendríamos que haber viajado siempre de ese modo.´Aquella noche me sentí aliviada, segura de que aún teníamos tiempo por delante; pero me equivocaba. Antes de las seis de la mañana siguiente recibí una llamada del hospital: Hammett había entrado en coma. Mientras me precipitaba por el cuarto hacia su cama hubo un último signo de vida: sus ojos se abrieron con una expresión de sorpresa e intentó levantar la cabeza. Pero ya no volvió a recuperar la lucidez, y dos días después sobrevino su muerte." La muerte del padre de la novela negra.
Os recomiendo este artículo de Javier Ortiz: http://www.javierortiz.net/jor/elmundo/vendra-piso-de-pisar