Georges Simenon: El caso Sant-Fiacre


Ahora, cuando se habla una vez más de la muerte de la novela, de renovaciones tendentes a presentarnos a autores con textos en los que prima la fragmentación, lo breve, lo inconexo incluso, ganas siente uno de decir que la novela no se muere, que los oráculos de lo nefasto deberían de volver a leer - o leerlo por primera vez - a Simenon.
No diré que esta novela sea una obra maestra, un libro para ponerlo en la mesilla de noche -¿alguien hace eso aún?-, para partirse la cara en una reyerta tertuliana defendiendo que es el mejor del mundo. Pero ¿por qué esos delirios de grandeza, esa necesidad de apelar siempre al todo, de querer siempre estar cerca de lo sublime?
"El caso Saint -Fiacre" cuenta la historia de una rica venida a menos, que refugia su miedo a la soledad y al envejecimiento en los brazos de jóvenes que no quieren sólo caricias, sino también su dinero. Maigret viaja a su infancia, al castillo en el que su padre era administrador, al pueblo de sus primeros años. La condesa de Saint-Fiacre muere y alí está nuestro admirado comisario. Que se encuentra con la decadencia, el engaño, la desilusión, el tormento. Que tiene que mirar de frente los daños producidos por el tiempo. Y que prefiere esconderse, refugiarse en su aspecto de hombre para no mostrar ante nadie al niño que fue, aún preso de ciertos momentos desvanecidos en el tiempo pero nunca en la memoria, que los acuna, los mima, los fortalece y los mantiene limpios y fuertes.
Con una prosa en la que nunca falta la caracterización certera y concluyente, la descripción de lugares de manera plástica y vivísima, atenta siempre a los detalles de luz y sombra -¿exagero si digo que esta novela está escrita por una mano que conocía a la perfección el expresionismo cinematográfico? ¿O lo anticipaba? ¿O convivían?-, Simenon narra una historia policiaca en la que lo más importante son los personajes -inolvidable el hijo de la condesa, ese crápula hijo de ricos, marcado por la muerte del padre, que es el verdadero protagonista de la novela-, y que nos atrapa porque los personajes, partiendo del tópico, se convierten en seres creíbles, traspasan las barreras del papel y de la creación literaria y se convierten en conocidos reales y prestos al diálogo, al descubrimiento, a la confesión.
Esto es la literatura, amigos. Esto es la novela, que siempre será superior al relato, al cuento, a las ficciones fragmentadas porque permite un mejor, más completo y más generoso desarrollo de los personajes, de esos seres que parecen no existir, que están dentro de los libros y que se ganan una existencia completa apenas acabamos de leer y de zambullirnos en las historias para las que fueron en primera instancia creados. Personajes como Maigret, como el conde de Sant-Fiacre. En una novela del Baroja de la literatura policiaca: Simenon. Que lo disfrutéis.

Lectura recomendada: Un memorable poema de Enrique Ortiz: "Vecina".