Con qué inteligencia nos hace llegar Le Carré las distintas voces que conforman la historia. Narrada en primera persona, sabemos sólo lo que nos cuenta Timothy Cranmer. Pero Le Carré compone la obra de tal manera que vemos -creo percibir aquí ecos de Graham Greene -, sentimos y oímos a los otros dos personaje fundamentales. Emma le ha dejado y se ha ido con el ex agente y ex pupilo Larry Pettifer. Han vendido joyas que él le regaló a Emma. La policía acecha a Cranmer pensando que oculta -y es responsable de- una estafa o una fuga de capital. Y Cranmer investiga por su cuenta, llega hasta la casa donde Emma y Pettifer vivieron bajo nombres supuestos y rescata papeles del fuego, se apropia de otros y entonces entramos en una nueva sinfonía: si hasta este momento sólo escuchábamos la voz solista de Cranmer, llena de reverberaciones que llenaban la historia y sonaban como un concierto para lamentación de hombre solo, ahora -en los escritos de un cuaderno, en las notas que se dejaban Emma y Pettifer, en las cartas que recibían - comienza otra composición diferente, la música nos habla de lo bobalicón que es Cranmer, lo manipulador, lo insensible que se muestra siempre; nos habla del amor de Emma y Pettifer -notas de él sobre todo, henchidas de entusiasmo enamorado-, de los secretos que acaso nunca debió de conocer Cranmer. Y con una narración en primera persona y estos textos podemos ver a los tres personajes, sus relaciones, sus miedos, sus encuentros y desencuentros, su amor y desamor. Le Carré utiliza la perspectiva de manera brillante, sin que chirríe nada, con una naturalidad exquisita. Y es a la mitad de la novela cuando el cuadro empieza a completarse, cuando conocemos en profundidad a todos los actores, tanto por lo que dicen y piensan como por lo que dicen y piensan los demás, esos tres, triángulo imposible, imprevisible y de alguna forma indisoluble. Porque ésta es una historia de espías, pero también de amor, de conflictos íntimos, de deseos que laten fuertes y de compromiso con la vida y con lo que hacemos con nuestras vidas.