Siempre cometo el error de olvidarme de Andreu Martín, el gran escritor barcelonés, cuando hablo de novela negra y debo citar a mis referentes, a mis maestros. Con él me pasa como a otros con Vázquez Montalbán: nos parecen autores tan cercanos, tan familiares en nuestro día a día, que los menospreciamos, los apartamos cuando estamos dedicados a lecturas de alta novela y alta literatura, de clásicos celebrados por todos, de imprescindibles a los que además consideramos eternos. En esas épocas miramos a Montalbán y a Martín como a autores menores, los empujamos hasta el rincón menos visible de nuestras estanterías, como si un pudor violento y destructivo quisiera borrar con ese acto la verdad de algunos rincones de nuestra memoria más querida, mejor disfrutada, más viva y perdurable. Pero, vamos a ver, ¿no es alta literatura Bellísimas personas, Sucesos, Prótesis? Sin duda. Lo que ocurre es que nos ponemos a mirar desde la altura de los reputados críticos, los escrupulosos historiadores de la literatura, los enjundiosos autores que queremos ser soñando con volar a las alturas de los Faulkner, Balzac, Zola. Y entonces no nos valen las influencias negras ni policiales, la novela menor, de entretenimiento y tiros. Sí, sí. O sea, que disparamos contra nosotros mismos. ¿De verdad nuestro máximo deseo es escribir otro libro a lo Faulkner, a lo Balzac, a lo Zola? Pensemos. No, no. Esos maestros tienen su lugar. Y para enfrentar nuestra realidad de aquí y de ahora, para hablar del capitalismo caníbal y de la violencia latente en nuestra sociedad hiperindividualizada hay que mirar hacia la novela negra, hacia Hammett, hacia Vázquez Montalbán, hacia Dennis Lehane, hacia Juan Madrid, hacia el maestro Andreu Martín, que se renueva en cada libro, que crea personajes memorables, que hace valer la estructura de la novela como pocos. Ah, la grandeza de este maestro cercano. Que como es de aquí, pues no parece tan decisiva ni celebrable. Andreu Martín, al que negaremos cuarenta veces. Pero al que volveremos con frecuencia porque nos aburren tantas lecturas ya, porque encontramos tan a menudo lo mismo en tantos autores de moda. Andreu Martín, al que volveremos mientras planeamos una nueva novela, porque nos dio sabias y utilizables lecciones (humildes y vitalistas) en muchos libros que no se han borrado de nuestra memoria útil. Perdóname, Andreu Martín. Aquí dejo constancia de mi admiración absoluta por tus libros. Y prometo no volver a negarte nunca más.