Dennis Lehane: Nos quedamos sin perros

   


    Este relato tiene algo en común con una breve novela de John Steinbeck titulada De ratones y hombres: la amistad de un hombre muy cuerdo, experimentado  y dotado de buenos sentimientos con otro hombre menos cuerdo, menos experimentado y con sentimientos nobles pero herido por circunstancias ajenas a él.  Hay también una triste sensación recorriéndolo de principio a fin, bien retenida para que nunca se desborde e inunde la historia de sentimentalismo fácil y ramplón. También el final es parecido, pero Lehane añade algunos elementos propios y valiosos que hacen que cuaje una atmósfera malsana, decadente y de callada desesperación que convierten el cuento en una obra propia, personal y muy estimable, superando así lo que podría parecer a primera vista solo una sencilla variación sobre un tema ajeno. Los recuerdos de la guerra de Vietnam, las limitaciones de cierta vida pueblerina, las relaciones ocultas están presentes y muy elaboradas, dotan a los personajes de vida propia y efectiva. Y las insinuaciones, los velos medio caídos, lo mostrado como al trasluz convierten a Nos quedamos sin perros en un metafórico relato de gran solvencia y de gran categoría, la suficiente como para hablar de un gran escritor y un notable trabajo. 

   (Un apunte en cuanto a la traducción: Creo que podría haber buscado sin demasiado esfuerzo Damián Alou giros que evitaran la repetición de verbos en la misma frase sin alterar la frescura y coloquialismo de la prosa de Lehane)