Robert Wilson: Los asesinos ocultos (4). Políticos con carisma


Mientras la ciudad anda preocupada y temerosa con que pueda haber más atentados, mientras el inspector Falcón investiga, un nuevo político emerge para solucionar los problemas - o, al menos, conseguir más votos y hacerse socio del Partido Popular, dicen los que mandan en él-, un joven que aún no tiene todo el carisma, pero puede llegar a tenerlo:

- El carisma no es más que una forma intensa de fe en ti mismo... Jesús Alarcón ha tenido siempre esa seguridad. Ha tenido que afrontar serios reveses personales, lo que, para mí, da una medida del hombre mucho más atinada que su capacidad para manejarse en las finanzas internacionales. Posee esa fuerza interior y ese sentido común que poseía nuestro anterior presidente...

- Muy bien...Y, por cierto, estoy de acuerdo contigo en lo del carisma, en que es una forma intensa de fe en uno mismo. Pero también hay en el carisma algo que ciega. El amigo más íntimo del carisma puede acabar siendo la corrupción: crees que puedes hacer lo que sea con impunidad.

Y es que la bomba no siempre mata, sino que también da nuevas vidas, según la retorcida manera de ver y vivir de ciertos oportunistas. Falcón, el inspector, opina al respecto: "El terror no es más que una herramienta para provocar un cambio. Miren el caos que ha creado esta bomba. El terror concentra la atención de la gente y crea oportunidades para los poderosos. La población de esta ciudad está huyendo. Con un pánico así, lo más inimaginable se vuelve posible."
Robert Wilson narra, pero también da datos, analiza, y eso convierte esta novela en ficción pero a la vez en un valioso documento que, desde la imaginación, viaja hasta una realidad palpable e inquietante, con manejos tras el telón que podrían dejarnos verdaderamente helados a los ciudadanos sencillos. La historia tiene como escenario Sevilla pero pienso que podríamos cambiar la localidad e incluso el país y veríamos que se habla de males que aquejan casi a cualquier país occidental, donde la verdad oficial es una y la verdad auténtica otra. Felicitémonos por tener a escritores como Wilson, que valientemente nos acercan a los pozos y nos asoman y, sin movernos de nuestras casas, nos ayudan a saber un poco más, a ser menos ingenuos y a estar menos desinformados.


(Foto: Robert Frank)