Miguel Ángel Muñoz: El síndrome Chéjov


Pasa el tiempo, huye, se hace enemigo. Por eso traigo aquí de nuevo dos textos dedicados a un libro fundamental de nuestras letras recientes, del que he leído menciones hasta en una revista de cine que colecciono desde hace veinte años (Dirigido Por). Esperemos que pronto su autor nos premie con una nueva entrega -se está demorando ya un poco, pero es una prueba más de que el relato es un género difícil, exigente- y pronto volvamos a hablar de él en presente. Mientras, recordemos y releamos (o descubrid, según el caso: los libros no mueren porque haga dos años que se publicaron, amigos). El título de las entradas era: Género sin género, 1 y 2.

En el libro de este escritor, de reciente publicación, titulado "El síndrome Chéjov", hay un relato que da pie a este comentario sobre los géneros. "Si la hubieras conocido" sólo tiene cuatro páginas, una voz de un juez que narra y una muerta. Podemos imaginarnos que a la muerta la mataron. Que el juez sabe más de lo que demuestra saber. Y hay una casa por la que el juez camina, husmea, descubre y acaso reconoce. Yo prefiero - cada vez más - a los que saben sugerir que a los que lo muestran todo: vale que haya una Scarpetta, cientos ya cansan; vale que haya un asesino caníbal, cientos cansan. La novela policíaca es repetitiva, y por eso mismo a veces cansa. Las mayores alegrías últimamente me las dan autores que visitan espontánea y fugazmente el género. Como la literatura en general, el género necesita al que escribe porque tiene que decir algo, porque algo le escuece - mientras duerme o en la vigilia - y sólo puede traducirlo en palabras: quien lo traduce en golpes, silencios o disparos ya ha elegido otras vías poco complementarias. El relato que me ocupa podría ser de género. Pero aquí hay además un buen escritor, hay párrafos largos y bien medidos y hay sugerencia, amigos, muchas cosas se sugieren en apenas seis párrafos. Brillante contención: detesto los best sellers porque suelen ser huecos, hinchados falsamente, estereotipados, como pagados a tanto la palabra. Reivindico a autores como Miguel Ángel Muñoz: su primer libro y ya da una lección. En este mundo literario en que hay mucho sobrante, llega este hombre y marca un tanto en un terreno que en principio no es el suyo. Abramos los ojos: si en Francia o en Alemania la novela negra está mejor considerada que aquí debe de ser porque son mejores sus escritores que los nuestros. No todo puede ser sota, caballo y rey.

El ejemplo de Muñoz Molina es válido: ha entrado en el terreno de la novela negra para hacerlo suyo, lo ha conquistado y lo ha transitado para contarnos historias que necesitaban un determinado tono, un determinado estilo. Pero sin olvidar la creación de personajes, la buena prosa, los ambientes, las atmósferas, el lenguaje creativo. Si bajamos mucho el listón no estaremos haciendo mala novela negra, sino mala novela, nada menos. Miguel Ángel Muñoz ha imaginado una historia, ha elegido un contexto y una voz narradora que acerque esa historia al lector. Y no ha rebajado la intención creadora para ponerla al alcance del lector de género - cuánto se nota eso en la ciencia-ficción, género que también conozco -, no se ha rebajado. Creen algunos que porque hay ya autores de best sellers en español la literatura tiene más sentido o está salvada: más ventas, más posibilidad de que aparezcan nuevos escritores por los que apostar. Nada más falso: ya hubo un boom de la novela negra en los ochenta y no pasó de ahí. ¿Por qué, amigos? Se publicó mucho, se leyó, pero ¿qué obras maestras nos dieron esos años? ¿Qué obras maestras nos ha dado la novela negra española? ¿Qué autor de gran categoría nos ha dado el género en España? Veamos. Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Andreu Martín, Eugenio Fuentes, Lorenzo Silva podrían ser los candidatos. Pero ¿hay una novela que pueda ponerse a la altura de la que suele señalarse como la mejor, "Los mares del sur"? ¿De cuándo es ésta? 1979. Ya ha llovido. Hay que ampliar metas, ser más exigentes, amar el género pero no considerar que vale cualquier cosa. Hoy Miguel Ángel Muñoz, que seguramente nunca escribirá una novela negra, me ha alegrado el día.