El nombre del mundo

   ¿Y por qué no Cortázar, José María Merino, Borges, H. G. Wells, Ursula K. Le Guin? Aquí. 

Cuentos engranados





Hoy, en Granada, se presenta esta antología de relatos, coordinada por Carolina Molina y Jesús Cano. Se trata de una iniciativa destinada a ayudar al Banco de Alimentos de Granada.  Hemos participado 55 autores:

Alberto Granados, Alfonso Cost, Alfonso Salazar, Ana María Shua, Ana Morilla, Andrés Neuman, Ángel Olgoso, Angélica Morales, Angelina Lamelas, Antonina Rodrigo, Ayes Tortosa, Brígida Gallego-Coín, Carlos Almira Picazo, Carolina Molina, Celia Correa Góngora, Concha Casas, David Aliaga, David Roas, David Vivancos, Elena Casero, Elvira Cámara, Espido Freire, Fernando de Villena, Francisco Gil Craviotto, Francisco Morales Lomas, Francisco Ortiz, Ginés S. Cutillas, Herminia Luque, Herminia Pérez, Javier Morales, Jesús Cano, Jorge Fernández Bustos, José Abad, José Lupiáñez, José María Pérez Zúñiga, José Vicente Pascual, Juan Cobos Wilkins, Juan Herrezuelo, Juan Jacinto Muñoz Rangel, Julia Olivares, Julia Otxoa, Lola Vicente, Manu Espada, Manuel Talens, Mariano Zurdo, Mariluz Escribano Pueo, Medardo Fraile, Miguel Ángel Cáliz, Miguel Ángel Moleón, Miguel Ángel Zapata Carreño, Miguel Arnas, Miguel Sanfeliu, Norberto Luis Romero, Raúl Ariza y Rosana Alonso.

El libro, en edición digital, cuesta 4.50 euros.


Puedes comprarlo a través de la editorial Transbookshttp://transversales.es/transversal/TransBooks/TransBooks/Publicaciones/Entradas/2013/12/13_Cuentos_Engranados.html.

O a través de Amazon: http://www.amazon.es/Cuentos-engranados-Piedemonte-Carolina-Molina-ebook/dp/B00HAPZ74W/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1388077864&sr=8-1&keywords=cuentos+engranados.

Será en la Biblioteca de Andalucía, a las 8 de la tarde. 

Peter James: Esquivar la muerte (Roca Editorial)


 Portada para: Esquivar la muerte


 

 

Una obsesión mortal solo es el principio… Octava entrega de la serie de novelas protagonizadas por el detective Roy Grace.

Para el productor de Los Ángeles Larry Brooker, esta es la película que podría traerle la suerte que durante tanto tiempo le ha estado esquivando. Para la estrella mundial, Gaia, desesperada por que la tomen en serio como actriz, este es el papel que podría darle una nominación a los Oscars. Para la ciudad de Brighton, los ingresos y la publicidad que puede llegar a traer una superproducción de Hollywood sobre la mayor historia de amor –la del el rey Jorge IV y Maria Fitzherbert– de la que la ciudad fue escenario, son incalculables.
Pero para el detective Roy Grace todo esto es una pesadilla hecha realidad. Un acosador obsesionado por Gaia anda suelto, incluso parece que ha viajado desde California a Brighton y ahí está, esperando, vigilando, acechando…
 

Patricia Highsmith: Extraños en un tren

   


   En Patricia Highsmith no cuesta detectar una clara influencia de Dostoievski y un gran aprecio por Crimen y castigo. Es muy evidente en esta buena novela negra, que parte de una idea muy original -dos hombres se conocen en un tren y se cuentan sus problemas, cuya solución pasa por dos crímenes, que cometerán ayudándose y encubriéndose el uno al otro- y un desarrollo acaso demasiado extenso, ideal para una novela más corta. Medita, como el maestro ruso, Highsmith sobre el bien y el mal, el crimen y los criminales, si es deseable matar y si es posible el perdón después del asesinato. Aún no está aquí la valentía posterior de la autora, tan bien plasmada en las aventuras de Ripley, su emblemático personaje, en una serie de novelas menos atentas a la investigación criminal y la condena y el castigo de los culpables, algo, esto último, que ya sabemos que no siempre halla eco en la realidad en que vivimos. La novela adolece de una pasable liviandad y cierta frialdad expositiva que le restan credibilidad, y está lastrada por la aparición de un detective prototípico y molesto que desentona y nunca parece cierto, sino tan sólo un arquetipo desprendido de algunas lecturas de obras menores y olvidables que Highsmith debió de hacer mientras velaba armas. En todo lo que se palpa la meditación dostoievskiana sobre el crimen y los criminales no hay otra califación posible que la de notable, aunque el libro no llega a mantenerse en un punto óptimo para alcanzar esa calificación media.

Historia del anarquismo en España, de Laura Vicente




   El anarquismo ha sido un elemento innegable de la cultura política española de los últimos dos siglos. Los “ideales” que lo sustentaron fueron definiendo un movimiento complejo, poliédrico, contradictorio y con un gran potencial disgregador que supo encontrar su unidad. Tanto por sus dimensiones como por su pervivencia en el tiempo, tuvo en España un desarrollo excepcionalmente fuerte, gracias al sindicalismo revolucionario, que le dio protagonismo al transformarse en movimiento de masas. Este libro recorre los hitos principales de un movimiento con una larga tradición de desconfianza hacia la política parlamentaria y que fue capaz de arropar a su militancia con una cultura propia que supo construir al margen del Estado. Laura Vicente reflexiona sobre la posibilidad de que el anarquismo subsista a partir de unas ideas que son una amalgama de actitudes antidogmáticas inspiradas en la libertad pura y que pueden aportar su estela a los nuevos movimientos que luchan contra el pensamiento único.


                                                                           Edita: Los libros de la Catarata

Graham Swift: Ojalá estuvieras aquí (Galaxia Gutenberg -Círculo de Lectores)


 



Jack Luxton es el último descendiente de una familia de campesinos en Devon, Inglaterra. Durante generaciones han sido ganaderos hasta que las autoridades les obligaron a sacrificar su ganado por la crisis de las vacas locas. Las imágenes de las piras ardiendo se mezclan en la retina de Jack con las de la destrucción de las torres gemelas que contempla en televisión.

«No hay límite para la maldad humana», piensa, sentado solo en la habitación de su cottage en la isla de Wight, mientras contempla el camping bañado por la lluvia que ha regentado durante los últimos diez años con su mujer Ellie. Jack acaba de regresar de la repatriación y el funeral de su hermano Tom, muerto en la guerra de Irak. Ellie y Jack se han cruzado unas palabras terribles, desconocidas para el lector, y ella se ha marchado con su coche. Ahora, con una escopeta cargada, él la espera.

Escrita con una extraordinaria intensidad y una soberbia delicadeza, la novela evoca la existencia cotidiana de un hombre y una mujer en busca de la salvación cuando todo se hunde a su alrededor.


Alice Munro: Demasiada felicidad

   Estupendo texto de mi amigo Juan Herrezuelo dedicado a un gran libro de la reciente ganadora del premio Nobel.

Aquí. 

Carlos Taibo: Repensar la anarquía




    No todo está dicho sobre el tema, ni mucho menos. Y, además, en este momento en el que se confunde desde los medios interesados y se desinforma desde casi cualquier esquina, repensar no va ser malo, ¿no creéis? Este libro de Carlos Taibo, autor también de Libertari@s, es muy oportuno y está muy bien pensando y mejor estructurado. Otro gran acierto de una editorial imprescindible, Los libros de la Catarata, que tiene un catálogo variado y crítico que invita con mucho tino a la reflexión, a repensar la realidad. 

Guillermo Saccomanno: Cámara Gesell

 


   Galardonada con el reputado Premio Hammett 2013, aparece ahora en nuestro país esta novela del escritor argentino Guillermo Saccomanno, nacido en 1948, ganador del Biblioteca Breve en 2010 con El oficinista. Ha recibido elogios de Adolfo García Ortega, Jorge Fernández Díaz y Marcelo Figueras, entre otros, y no son elogios menores ni parecen simplemente destinados a procurarle mayor atractivo al lector indeciso. La lectura del libro lo refrenda: es una novela singular, escrita a muy cortos trechos -aproximadamente de una página de media- y con una hábil mezcla de relatos cortos conjugados con una narración que avanza a fragmentos basada en una serie amplia de personajes que aparecen de cuando en cuando. La intención de Saccomanno tiene mucho de cronista y, sin que le falte nada de literatura al intento, es precisamente en la distancia corta donde se encuentran los mejores logros, en las pequeñas historias que, a modo de microrrelatos, nos cuentan las vidas, los momentos más destacados, las pequeñas hazañas y las tristeza y sinsabores de los habitantes de una Villa en la que hay mucha violencia, muchas mentiras y un poder corrupto que lo salpica todo. Crítica es la mirada del autor, que no se detiene ante nada y que no disfraza lo que ha visto y nos hace llegar -con su prosa ajustada, atentísima a lo coloquial y al hallazgo verbal logrado gracias a un buen oído y una mejor disposición literaria ante un material extensísimo, visto de manera algo pesimista y a ratos cruel, nunca exenta de buen humor y con un guiño puesto en la picaresca y otro en la memoria del cronista de sucesos- un puñado de fragmentos de vida que no aspiran a ser ejemplares en absoluto y que, dentro de muchos años, vistos en conjunto o por separado, nos servirán para saber por dónde andaban, qué motivaba, qué escondían los habitantes de las ciudades medias, esas que no son pueblos ni disponen tampoco de las ventajas de las grandes ciudades en cuanto a lugares de distracción, a lugares deparadores de agradables o desagradables sorpresas.
   Hay mucho Faulkner en Cámara Gesell, y eso me parece motivo de regocijo, pues está bien asumida la herencia del gran escritor estadounidense, imposible de imitar pero creador de mundos y cultivador de puntos de vista narrativos que siguen siendo ejemplares y generadores de muy buena literatura. Quizá a Saccomanno le podríamos exigir algo de novedad en las historias principales, o preámbulos menos previsibles, pero eso  quizá chocaría con la voluntad de decir verdades del autor, que lucha con lo ya sabido o conocido antes -y que nos ha llegado mediante otros libros, series de televisión y algunas películas que abordaron unas temáticas parecidas-, pero el uso de elementos ya conocidos supongo que tenían una intención de trampolín, de muelle con el que saltar a otros territorios y zonas que en manos de escritores de género con poca imaginación devienen simplemente literatura de fácil consumo y más rápido olvido. No es este el caso: Cámara Gesell fue escrita para durar y no seré yo quien apueste por que no será así. 

Isaac Rosa: La habitación oscura

Una de los novelistas esenciales de nuestro país tiene nuevo libro, publicado por Seix Barral. Es una recomendación segura.



Ross Macdonald: La piscina de los ahogados (4). Máquinas de juegos.

   Las investigaciones de Archer ocurren en un corto espacio de tiempo, pero son muy intensas. Viaja mucho y conversa con muchos desconocidos hasta llegar a las personas involucradas en el caso, sin descansar apenas y manteniéndose despierto con café y su buen humor, que nunca es cinismo, algo que sí destila el Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán. Archer, por el contrario, reprime algún puñetazo porque quiere seguir mirándose en el espejo, aunque el destinatario sea un tipo que ha colaborado para meterlo en problemas. Archer es siempre juicioso y mide muy bien sus pasos y detrás del sincero y adecuado lirismo de sus narración late una verdad que se corresponde con sus actos. En un bar observa a una mujer a la que estaba buscando y espera la oportunidad de abordarla. Y cuenta de una manera original, transparente y llena de creatividad en la que laten las palabras, pero siempre laten al servicio de las personas, sus sentimientos, sus frustraciones, jamás laten en su propio beneficio, para parecer bellas por sí mismas y para sí mismas.


El barman la abordó:
-¿Algo para ti, Elaine?
Ella arrojó un billete sobre la agujereada superficie de madera.
-Veinte monedas de veinticinco - gruñó con una voz alcohólica que no era desagradable-. Para cambiar.
-Tu suerte puede cambiar - dijo él con una sonrisa insincera-. La máquina con la que has estado jugando está cargada para pagar todo el tiempo.
-¿Qué diablos importa? - dijo inexpresivamente ella. -Lo gané fácilmente, que se vaya fácilmente.
-Sobre todo, se va fácilmente - le dijo el muchacho que estaba junto a mí a la espuma de cerveza del fondo de su vaso.
Mecánicamente, sin ninguna excitación y sin el menor signo de interés, la mujer puso las monedas, una por una, en una máquina cercana a la puerta. Parecía alguien llamando telefónicamente a larga distancia a algún otro que estaba muerto desde hacía años. Algunos dos y cuatros, un solo doce, estiraron su dinero. Volvieron como algo natural. Jugaba con la máquina como si fuera un instrumento mudo hecho para expresar la desesperación.