El planteamiento de la novela es magnífico: un inspector de policía de una Barcelona atemorizada por la pronta llegada de los conquistadores fascistas que conserva una pistola cargada sólo con dos balas y que no huye de la ciudad aun sabiendo que lo matarán los de Franco porque tiene a su mujer enferma, en la comisaría vacía recibe la petición de una exprostituta para que encuentre a su hija de quince años. Con el eco de los bombardeos en los oídos, con la sensación de derrota y apremio en el cuerpo, consciente de que sus días están más que contados, el inspector republicano acepta y empieza a hacer averiguaciones en un momento en que nadie está para el otro, en que la tragedia vuelve sordo e insensible a lo ajeno a todo el mundo, menos a los que ya no tienen miedo a morir ni a perder lo poco que les queda. Jordi Sierra i Fabra atrapa al lector de inmediato porque no miente con una novela falsamente histórica ni oportunista, porque cuenta involucrándose y recuperando momentos de nuestra historia reciente no como un avispado visitante de los tiempos pasados sino como un escritor preocupado, y así sentimos que la trama de la novela no es un homenaje ni un remedo y que estamos ante una novela pura, con personajes vivos y un escenario que vivirá por siempre en sus páginas.
Jordi Sierra i Fabra: Cuatro días de enero
El planteamiento de la novela es magnífico: un inspector de policía de una Barcelona atemorizada por la pronta llegada de los conquistadores fascistas que conserva una pistola cargada sólo con dos balas y que no huye de la ciudad aun sabiendo que lo matarán los de Franco porque tiene a su mujer enferma, en la comisaría vacía recibe la petición de una exprostituta para que encuentre a su hija de quince años. Con el eco de los bombardeos en los oídos, con la sensación de derrota y apremio en el cuerpo, consciente de que sus días están más que contados, el inspector republicano acepta y empieza a hacer averiguaciones en un momento en que nadie está para el otro, en que la tragedia vuelve sordo e insensible a lo ajeno a todo el mundo, menos a los que ya no tienen miedo a morir ni a perder lo poco que les queda. Jordi Sierra i Fabra atrapa al lector de inmediato porque no miente con una novela falsamente histórica ni oportunista, porque cuenta involucrándose y recuperando momentos de nuestra historia reciente no como un avispado visitante de los tiempos pasados sino como un escritor preocupado, y así sentimos que la trama de la novela no es un homenaje ni un remedo y que estamos ante una novela pura, con personajes vivos y un escenario que vivirá por siempre en sus páginas.