Novelas negras posmodernas

Me topo últimamente con algunas de ellas: "La verdad del caimán", de Massimo Carlotto o "Quince días de noviembre", de José Luis Correa. Se percibe en ellas una voluntad de creación y de homenaje al género a la vez que me empalaga, me resulta muy engañoso, demasiado artificial. Son novelas que parecen haberse escrito como colofón a un género, en el borde mismo, antes de despeñarse. Las referencias a novelistas y películas negros aturullan, cansan, y en vez de resultar algo gracioso convierten la ligereza en falta de originalidad, en pesadez. "La verdad del caimán " tiene buenas intenciones, a un autor que intenta ser sincero y, contando una historia muy cercana a su biografía, trata de acercarnos a ambientes que conoce muy bien: pero eso no basta: la literatura, aunque se alimente de verdad, precisa de los ingredientes puramente literarios, como una comida: todas se hacen con parecidos ingredientes, pero la mezcla de ellos, el oficio, la concentración del cocinero, su buen gusto, sus estado emocionales son muy importantes: de lo contrario, los documentales serían mejores que todas las ficciones: y no es así. Con José Luis Correa me quedo paralizado: es un buen narrador pero lastra de referencias culturales - negras, claro - su novela hasta hacerla parecer un pastiche, como si no se creyera la importancia del género y sólo jugara con él, tonteara con él como con una chica a la que no se atreve a entrarle decididamente, a la que no cree merecerse: así, deambula alrededor de la historia, entra y sale de ella pero nunca llega a enviárnosla de una pieza para que la sintamos. Detesto a Tarantino y a los que buscan la inspiración en el arte para hacer más arte, a los que son un producto de la sociedad posmoderna en la que vivimos, de sensaciones superficiales y constantes referencias a sí mismos y a sus gustos y a su pequeño mundo. Si Eugenio Fuentes, Henning Mankell, Vázquez Montalbán, Juan Madrid fortalecieron con sus novelas el género fue porque creyeron en su fuerza, lo hicieron suyo, lo transformaron en la medida de lo posible, siempre sin complejo de inferioridad y sin ligereza. Claro que la novela no ha muerto: espero que estos insípidos ingredientes de la posmodernidad sí desaparezcan: detrás de Carlotto y Correa hay unos interesantes novelistas, en cambio su acercamiento al género es claramente fallido: la novela está muy viva, sólo hay que escribir y amarla: como cuando amas a esa mujer que luego te corresponderá o no. Ésa ya es otra cuestión.