P. D. James: La sala del crimen ( 4 )

En una reciente entrevista, aparecida en el diario El País ( 15-4-2006), decía P. D. James que "Un novelista debe de ser capaz de comprender otras posturas y penetrar en los sentimientos de quienes no comparten tus ideas". Benditas palabras de alguien que simpatiza con los tories. Predicando con el ejemplo, uno de los principales personajes de su novela -Kate Miskin, detective inspectora- se detiene a pensar en la lucha de clases: "Siempre había considerado la lucha de clases el recurso de las personas fracasadas, inseguras o envidiosas, y ella no era ninguna de las tres cosas. Entonces, ¿por qué estaba tan enfadada? Había empleado muchos años y energía tratando de superar el pasado, de dejar atrás de una vez por todas su condición de hija ilegítima, el hecho de que nunca conocería el nombre de su padre, aquella existencia en el bloque de barrio con su abuela gruñona, el olor, el ruido y la desesperanza que todo lo impregnaba... Y aun así, dedicándose a un trabajo que la había alejado de los edificios Ellison Fairweather más eficazmente que cualquier otro, ¿no había dejado allí una parte de sí misma, una especie de vestigio de lealtad hacia los desposeídos y los pobres? Había cambiado de estilo de vida, de amigos e incluso, por etapas casi imperceptibles, de manera de hablar. Se había convertido en parte de la clase media. Sin embargo, a la hora de la verdad, ¿no seguía todavía del lado de aquellos vecinos casi olvidados? Y ¿no eran las señoras Faraday, la clase media próspera, culta y liberal, quienes al final controlaban sus vidas? ¨Nos critican por reaccionar con respuestas intolerantes que ellos jamás experimentarán -pensó -. No tienen que vivir en un barrio de viviendas del ayuntamiento con un ascensor cubierto de pintadas y una violencia incipiente pero constante. No envían a sus hijos a escuelas donde las clases son auténticos campos de batalla y el ochenta por ciento de los niños ni siquiera habla nuestro idioma. Si sus hijos se convierten en delincuentes, no los envían a un tribunal de menores, sino a un psiquiatra. Si necesitan tratamiento médico urgente, siempre pueden recurrir a la medicina privada. No es de extrañar que se permitan el lujo de ser tan puñeteramente liberales.¨" Lo que me lleva a pensar, amigos, que es cuanto menos sorprendente que sea en una novela policiaca donde encontremos unas meditaciones de este tipo, que no se encuentran ya en ninguna clase de novela, y menos aún que partan de la imaginación de una escritora que milita personalmente en la derecha. ¿Será que le ocurre como a Balzac, claramente reaccionario en su vida social y revolucionario en su obra literaria? No lo sé. La verdad es que la novela negra, por definición, pertenece al ámbito de la izquierda -no confundamos novela negra con novela policiaca, apartado en el que hay que situar a los escritores como Agatha Christie y seguidores, para los que el crimen y su resolución son un simple entretenimiento, a diferencia de Chandler o Hammett, que lo sitúan en escenarios con raíces sociales-, pero se dan casos curiosos como el de nuestra admirada autora británica que es capaz de incluir en sus páginas meditaciones que les resultan ya ajenas literariamente incluso a viejos novelistas negros, luchadores de la vieja izquierda.